Loasis
(Filariasis por Loa loa; gusano africano del ojo; edema de Calabar)
Hace muchos años, cuando este país apenas iniciaba el camino hacia el desarrollo, era muy normal que a los chiquillos se les metieran tórsalos, sobre todo en los pies, pues la mayoría andaban descalzos correteando por cafetales y potreros.
Estos gusanos provienen de una mosca que deposita su larva en los cuerpos vivos, donde se alimenta de los tejidos y se desarrolla, causando mucho dolor hasta que es retirado, y médicamente son denominados “miasis”, gusano (larva de mosca).
En su último estadio, la larva necesita un poro respiratorio, por eso sobre la inflamación que se produce se mira un pequeño agujerito que es por donde suele ser extraído.
Las moscas pueden dejar sus huevos en otros insectos, que nos contagian por contacto directo, o bien ponerlos en pequeñas heridas.
Este tipo de moscas, la Dermatobia hominis y la Calliphoria vomitoria, tienen su campo de acción en la mayor parte del continente americano.
Otro de los más comunes pero más impactante es el gusano loa loa o “gusano africano del ojo”, que se pasea con toda tranquilidad por los cuerpos de cientos de miles de personas cada año.
Como su nombre indica, suele vivir en tierras africanas, aunque se han encontrado muchos casos en prácticamente todo el mundo por los movimientos migratorios de las personas, pero a diferencia del que mencionamos antes, este gusano no es una larva de mosca sino un parásito que estas transportan.
Los tábanos, esas moscas que se alimentan de sangre, son los que transportan las larvas del loa loa hasta nuestros cuerpos. Una vez instaladas, las larvas se dedican a crecer y pasearse por todo nuestro cuerpo sin ningún tipo de restricción. Pueden llegar a medir hasta 7 centímetros y permanecer hasta 17 años en una persona.
Se desplazan a una velocidad que puede llegar a 60 centímetros por hora. Hay machos y hembras, y en su deambular por nuestro cuerpo, si se encuentran, tendrán una serie de pequeñas criaturas llamadas microfilarias, que pasarán al torrente sanguíneo a través de los capilares, siguiendo una rutina diaria bastante estricta.
De 10 de la mañana a 4 de la tarde están en el torrente sanguíneo, esperando su gran oportunidad, que no es otra que pillar a un tábano en plena acción, para así poder parasitarlo y comenzar el ciclo de nuevo en otros cuerpos. Si no lo consigue, la microfilaria vuelve a los pulmones hasta el día siguiente, donde comenzará de nuevo su ronda.
En principio el loa loa no causa ningún tipo de síntoma, por lo que uno puede pasar toda su vida parasitado sin darse cuenta. Pero de vez en cuando al loa loa le gusta pasearse por los globos oculares, es donde lo pillan in fraganti.
Además de su paseo de cuando en cuando por los ojos, puede producir picor en las zonas de la piel por donde va migrando o si llega a un punto muy sensible provocar dolor. También pueden ocurrir inflamaciones e hinchazones bajo la piel y dolor muscular.
No hay ninguna zona del cuerpo humano que se libre de la ruta y en su paso puede llegar a los testículos, la vagina, el corazón e incluso el cerebro. En aquellos individuos con la piel más delgada el gusano puede observarse cómo va moviéndose bajo esta.
Así que es importante tener mucho cuidado con todas esas incómodas moscas que se nos acerquen.
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