El suplemento con altas dosis de vitamina D podría representar una alternativa promisoria para prevenir o tratar la infección por COVID-19
José Luis Mansur,a Carlos Tajer,b Javier Mariani,b Felipe Inserra,c León Ferder,c and Walter Manuchad,e,⁎
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Porque para entender las teorías científicas hay que estudiar #YOMEVACUNO contra el #Covid19 y demás enfermedades prevenibles by @DrRamonReyesMD
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Comprueban que la vitamina D reduce la mortalidad por Covid-19 ➡ Una nueva investigación confirma la vinculación entre vitamina D y coronavirus tras analizar datos de 20 países europeos https://www.larazon.es/salud/20201128/tnyw56wasbe5dlukoafj7gw5su.html
Resumen
Si bien carecemos de suficiente evidencia que justifique suplementar con vitamina D en la prevención y/o tratamiento de la infección por COVID-19, a la fecha resulta cada vez más factible que esta hipótesis sea válida. Dos mecanismos básicos generales deberían ser considerados. Uno sería la acción antiinfecciosa e inmunomoduladora que ejerce mejorando las barreras intercelulares por estímulo de la inmunidad innata, así también por modulación de la inmunidad adaptativa. También, la vitamina D reduce la producción de citoquinas inflamatorias como IL-2 e interferón gamma (INF-γ). Más recientemente se han demostrado múltiples efectos pleiotrópicos sobre las acciones de la vitamina D a nivel antiinflamatorio e inmunomodulador. Esto explica resultados positivos en estudios con influenza, coronavirus y otras infecciones respiratorias. Se ha descrito relación inversa entre niveles séricos de vitamina D y prevalencia de patología infecciosa respiratoria. De interés, otro abordaje mecanístico responde a considerar la inhibición del sistema renina-angiotensina-aldosterona, que se exacerba en la infección por COVID-19 debido a que el virus se une a la enzima ECA2, quedando disponible más angiotensina II para causar daño. La vitamina D inhibe mediadores del SRAA —presente en todas las células del organismo—, y al inhibir la actividad ECA y aumentar la ECA2, disminuye los niveles de angiotensina II. Presentamos estudios con propuestas de dosis recomendadas de vitamina D, y aunque no quede concretada una única guía, los posibles beneficios son promisorios. Finalmente, el propósito de la presente revisión es compartir esta idea con profesionales de la salud para encender el debate y llamar a la reflexión crítica, de modo tal que se pueda contribuir con el emprendimiento de diseños clínicos adecuados para validar los beneficios de utilizar altas dosis de vitamina D en beneficio de la salud pública, sobre todo en tiempos de esta emergencia por COVID-19.
Palabras clave: COVID-19, Vitamina D, Sistema renina-angiotensina-aldosterona, Efectos antiinflamatorios, Acciones inmunomoduladoras, Prevención, Tratamiento
Introducción
En los últimos meses se han implementado múltiples estrategias terapéuticas —algunas con base científica y otras hasta empíricas— para el abordaje de la afectación pandémica por COVID-19 y que incluyen fármacos antirretrovirales, corticoides, inmunomoduladores, entre otros. De interés, los tratamientos empíricos tienen su base racional debido a la urgencia del caso y también a la falta de evidencia clínico-farmacológica para la COVID-19. No obstante, resulta clave recordar que el empirismo enfatiza el papel de la experiencia y la evidencia y, por lo tanto, construye tarde o temprano al rigor de la evidencia médica o medicina basada en la evidencia. En este sentido, a la fecha, carecemos de suficiente evidencia (varios estudios clínicos) que avale los beneficios de implementar altas dosis de vitamina D en la población y/o en pacientes expuestos al SARS-CoV-2. Sin embargo, la validación de la hipótesis parece cada vez más próxima.
En rigor, es conocido que los receptores de vitamina D (VDR) existieron en organismos muy primitivos que carecían de un sistema dérmico apropiado para sintetizar su ligando específico, la vitamina D. También, estos organismos carecían de aparatos como el osteoarticular, cardiovascular, riñones e inclusive pulmones1. Consecuentemente surge el planteamiento de cuál sería su propósito, y una primera aproximación de respuesta sería la de formar parte de un complejo sistema de defensa. Los VDR fueron originalmente descritos dentro de las células a nivel citoplasmático, pero luego y de especial interés, también se los halló en algunas organelas fundamentales como las mitocondrias2, 3. Esta inédita localización reforzó la noción de efectos no genómicos para la vitamina D, sobre todo si consideramos que sus acciones más conocidas (tanto genómicas como no genómicas) son el producto de la interacción hormona-receptor a nivel citoplasmático. Esta unión que sufre regulación forma un complejo factor de transcripción que, translocado al núcleo celular, produce la modulación de múltiples genes mediadores del metabolismo fosfocálcico4, 5.
Para destacar, más de dos décadas atrás fue descrita una diversidad de acciones para la vitamina D que incluían tanto las relacionadas con el metabolismo fosfocálcico como otras «pleiotrópicas» y que incluían la inhibición de la proliferación de células cancerosas, efectos sobre la secreción hormonal y supresión de la proliferación de células T, así como también la modulación de ciertas citocinas6. En este sentido, más recientemente se demostró que la vitamina D y sus metabolitos participan activamente en la regulación de las respuestas inmunes innatas y adaptativas, por lo que su deficiencia se asocia con una serie de infecciones autoinmunes y alérgicas7. Estos hallazgos justifican las elucubraciones sobre los antecedentes evolutivos y dan soporte a la idea de que probablemente su rol primario sea el de defensa celular y tisular a través de mecanismos inmunológicos y/o la regulación de procesos inflamatorios. Adicionalmente, la evolución también le posibilitó interaccionar con otros sistemas fundamentales en el mantenimiento de la homeostasis celular. Así, la vitamina D se contrapone y/o modula las vías de señalización de otro sistema ancestral, el sistema renina-angiotensina-aldosterona (SRAA), caracterizado por regular el medio interno y la hemodinamia en organismos superiores, pero y de central interés para la presente revisión, también funciona como un complejo sistema proinflamatorio1 . Por ello, no resulta casual que la mayoría de las células de mamíferos expresen tanto VDR como receptores y enzimas del SRAA. La vitamina D, sus metabolitos y receptores por un lado, y el SRAA por el otro, representarían las dos caras de una misma moneda —el mantenimiento del delicado equilibrio de defensa celular—, siendo mediadores de procesos proinflamatorios y antiinflamatorios.
Paralelamente, a la existencia de VDR en casi todas las células del organismo, y no solo a nivel renal, también se ha demostrado la presencia de la enzima 1-α-hidroxilasa, lo que sugiere cierta independencia entre los niveles circulantes de vitamina D respecto de los niveles intracelulares8. Este concepto complejiza la comprensión sobre el valor diagnóstico/pronóstico de las determinaciones de vitamina D circulante y su posible implicación en enfermedades no clásicamente relacionadas con la vitamina D como el cáncer, la esclerosis múltiple y la preeclampsia, entre otras9.
Acciones de la vitamina D vinculadas al eje infección, inflamación, respuesta inmune y lesión de órganos blanco
Vitamina D como hormona antiinfecciosa e inmunomoduladora
Como previamente fuera mencionado, la vitamina D puede disminuir el riesgo de infecciones por diversos mecanismos, que incluyen el de participar en la integridad de una barrera física y mejorar la inmunidad innata celular y/o la adaptativa10.
El efecto de barrera se ejercería mediante la estimulación de genes que codifican proteínas relacionadas con la integridad y las uniones celulares tales como ocludina (uniones estrechas), conexina 43 (uniones gap) y caderina E (uniones adherentes)11. Al respecto, cabe aclarar que en general los virus alteran la integridad de esas barreras, lo que aumenta su grado de infectividad12, y por ello resulta promisoria la actividad de mantener íntegra la barrera celular demostrada para la vitamina D.
Por otro lado, y con relación al sistema inmune propiamente dicho, se ha podido establecer que células especializadas en defensa como macrófagos, monocitos, células dendríticas, linfocitos T y B expresan VDR y enzimas para la síntesis de vitamina D13, 14. El estímulo que ejerce la vitamina D sobre la inmunidad innata celular se realiza mediante la inducción de péptidos antimicrobianos como catelicidina y beta-2-defensina. Catelicidina altera las membranas y actúa sobre bacterias, virus, hongos y hasta el bacilo de Koch; además, contribuye a disminuir la denominada «tormenta de citoquinas» que ocurre en infecciones virales severas como las descritas para COVID-1915, inhibiendo la producción de citoquinas proinflamatorias de células Th1 como el factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α) y el interferón gamma (INF-γ)16. Por su parte, el péptido humano beta-2-defensina es producido por células epiteliales y presenta una potente actividad antimicrobiana contra bacterias gramnegativas y Candida, lo que ha permitido postular que beta-2-defensina podría contribuir a reducir la frecuencia de infecciones en la piel y —de interés para esta revisión— en el tejido pulmonar17.
Con relación a la vitamina D y su acción sobre la inmunidad adaptativa, esta se realiza por supresión de las respuestas mediadas por células T helper tipo 1 (Th1), reduciendo la producción de las citoquinas proinflamatorias como interleucina-2 (IL-2) e INF-γ18. Asimismo, promueve la producción de citoquinas antiinflamatorias por las células Th2, colaborando con la inhibición de Th1, y la inducción de células regulatorias T.
En consideración de los antecedentes citados, resulta oportuno mencionar que múltiples estudios han podido demostrar que las personas con enfermedades crónicas tienen menores niveles de vitamina D en relación con los sujetos sanos. Inclusive se ha discutido si el déficit es causa o consecuencia de estas afecciones (la vitamina D puede ser consumida en su papel de defensa frente a la injuria). No obstante, lo que resulta contundente a la luz de la evidencia es que existe una fuerte asociación entre el déficit y la presencia de enfermedades no clásicas para el espectro de la vitamina D. Con respecto a los estudios de suplementación contra placebo, son escasos y la mayoría de ellos fueron realizados con dosis bajas, durante lapsos de tiempo breve, o en sujetos saludables con valores normales de vitamina D. Estos diseños difícilmente pudieron establecer beneficios, mientras que, como era de suponer, no demostraron diferencias y/o algún beneficio al comparar individuos de condiciones semejantes19, 20. Sin embargo, se ha reportado relación inversa entre el status de la vitamina D y la ocurrencia de diversas enfermedades virales (dengue, hepatitis, herpes virus, influenza, virus sincitial respiratorio, rotavirus, infecciones del tracto respiratorio alto, entéricas, urinarias, neumonía, otitis media, vaginitis, sepsis, hepatitis y VIH21.
Vitamina D e infecciones virales
Gripe (influenza estacional)
El virus de la influenza afecta al tracto respiratorio por infección viral directa o por daño a la respuesta del sistema inmune. Además, se ha reportado que un tercio de los pacientes hospitalizados con influenza confirmada desarrollan neumonía, y esto fue más prevalente en niños y ancianos, o en pacientes pulmonares crónicos, cardíacos, fumadores o inmunocomprometidos22. Se conoce que la supervivencia del virus es mayor en las estaciones con bajas temperaturas, pero además se ha sugerido que el aumento de la incidencia en invierno puede responder también a la menor radiación solar y, consecuentemente, a un inferior nivel de vitamina D23. Luego, y como resultado de un pobre nivel de vitamina D, serían sintetizados menos péptidos endógenos con propiedades antibióticas (defensinas y catelicidinas) como los citados previamente. Al respecto, la producción de catelicidina es dosis-dependiente del nivel de vitamina D. Más específicamente, se estableció que 30 ng/ml de vitamina D son requeridos como mínimo para la óptima inducción de catecilidina24. Este mismo nivel de vitamina D fue establecido como valor de corte (Third National Health and Nutrition Examination Survey) para menor incidencia de infecciones respiratorias altas25.
Posteriormente, en 2018 se revisó el rol de la vitamina D en la influenza, y como resultado del análisis en estudios de suplementación contra placebo, utilizando distintas metodologías y posologías, se pudieron establecer resultados positivos en la mayoría de ellos26, 27, 28. Además, el estudio GrassrootsHealth, basado en cuestionarios a 12.605 participantes donde se confrontaba la presencia o no de síndrome gripal en los últimos 6 meses y medición de vitamina D, estableció que los individuos con niveles del orden de los 60 ng/ml de vitamina D o valores superiores presentaron un riesgo un 43% menor de enfermedades como influenza en relación con los que tenían valores iguales o inferiores a 20 ng/ml (p < 0,0001)29 (https://www.grassrootshealth.net/project/our-scientists/).
Infecciones por coronavirus
Los virus como influenza y coronavirus producen infecciones especialmente en invierno, pudiendo ser particularmente graves y hasta mortales por neumonías. Así, durante la actual pandemia por COVID-19 se ha postulado una promisoria hipótesis sobre mayor casuística y muertes en regiones donde el nivel promedio de vitamina D resulta bajo30. En acuerdo, durante el invierno chino los casos fatales fueron mayores a mayor edad (14,8% para individuos de 80 años o más), más en hombres que en mujeres (2,8% vs. 1,7%) y más frecuente con comorbilidades (mayor edad, más enfermedades crónicas).
Pero también existen otras variables de interés para analizar, como la étnica. Actualmente las tasas de morbimortalidad por COVID-19 en individuos afroamericanos o negros son las más altas en muchos lugares del mundo. Específicamente, una encuesta sobre la comunidad estadounidense y la Universidad Johns Hopkins indicó que la tasa de infección es más del triple y la tasa de mortalidad es 6 veces más alta en los condados con predominio de personas negras que en aquellos con mayorías blancas31. Cabe destacar que si bien este hallazgo podría responder a múltiples factores confundidores, como la variable socioeconómica, resulta innegable el dato objetivo de saber que los afroamericanos presentaban niveles séricos bajos de vitamina D respecto a la población de raza blanca32. Destaca el hecho que dentro de la etnia afroamericana se pudo establecer una mayor casuística en estados con menor exposición solar y con más frío.
En consecuencia, la línea de razonamiento nos orienta a inferir que en todos los casos donde existan niveles de vitamina D bajos o muy bajos se verán favorecidos los mecanismos mediante los cuales virus como el de la influenza y el coronavirus podrán alterar con mayor facilidad el epitelio pulmonar a través de una mayor producción de citocinas Th1 como parte de la respuesta inmune innata a la propia infección viral16. Del mismo modo, bajos niveles de vitamina D favorecerían la liberación de INF-γ18, resultando en última instancia responsable de la injuria en la fase tardía de la patología por SARS-CoV-233. Aquí la denominada «tormenta de citoquinas», favorecida por el déficit de vitamina D, complicará aún más estas infecciones virales, como lo reportado para COVID-19, donde se producen verdaderos estallidos de las citocinas Th2 (IL-4 e IL-10)15.
No obstante los recientes hallazgos sobre posibles efectos antivirales de la vitamina D, sus complejos mecanismos aún resultan poco conocidos en profundidad. Esto responde a la intrincada relación establecida entre las infecciones virales y la vitamina D, que incluye, entre otros factores, la inducción del estado antivírico, las características inmunorreguladoras funcionales, la interacción con factores celulares y virales, la inducción de autofagia y apoptosis, alteraciones genéticas y epigenéticas. Al parecer la vitamina D interfiere de manera transitoria en las vías de señalización intracelular viral, provocando un efecto modulador esencial en la transcripción del gen viral21.
Acciones antiinflamatorias y antioxidantes de la vitamina D a nivel pulmonar
Las células epiteliales pulmonares tienen una alta expresión de la enzima 1-α-hidroxilasa, lo que permite la síntesis local de 1,25-dihidroxivitamina D, la forma más activa de vitamina D, también llamada calcitriol. El calcitriol inhibe la producción y la secreción de muchas citocinas de las células del músculo liso bronquial, como el factor de crecimiento derivado de plaquetas, RANTES (regulador en la activación de células T normales expresadas y secretadas) y metaloproteinasas de matriz, lo que conduce a una reducción de la proliferación y de la inflamación en las células del músculo liso pulmonar. La vitamina D estimula la síntesis de IL-10 por las células CD4+, CD25+, Foxp3+ y T-reguladoras. Al mismo tiempo inhibe la activación de las células dendríticas regulando negativamente la expresión de CD80/86 y CD40. Además, y como previamente se hiciera mención, la vitamina D estimula la expresión de catelicidina y muchas otras moléculas antiinfecciosas34, 35.
La suplementación con 1,25-dihidroxivitamina D suprime el reclutamiento de eosinófilos y linfocitos en las vías respiratorias, disminuye la producción de IL-4 de las células T e inhibe la migración de las células T atenuando la respuesta inflamatoria36. Además funciona como adyuvante para otras terapias, como la inmunoterapia contra alérgenos37. La administración simultánea de vitamina D y dexametasona en pacientes asmáticos resistentes a los esteroides aumentó la síntesis de IL-10 a niveles similares a los encontrados en pacientes sensibles a los esteroides tratados solo con dexametasona38.
También se ha descrito la reducción significativa de los niveles séricos de IgE y eotaxina en un modelo de asma por el tratamiento con vitamina D39. Además, disminuyó la infiltración de células inflamatorias en las vías respiratorias, los niveles séricos de IL-6, el TNF-α y la IL-1β, así como también la expresión de la proteína apoptótica asociada a Bcl 2, caspasa 3, TLR4, NF-κB y NF-κB p65 fosforilada. Consecuentemente, la vitamina D elevó los niveles séricos de IL-10 reduciendo la respuesta inflamatoria y apoptótica en ese modelo de ratón asmático40. De interés, la vitamina D suprimió la síntesis de 8-isoprostano (8-iso), de IL-6 y de factor estimulante de colonias de granulocitos y macrófagos en células epiteliales bronquiales humanas expuestas a partículas contaminantes. Además, aumentó la expresión del gen de la vía antioxidante G6PD y los niveles de glutatión oxidado, por lo que se infiere que la vitamina D parece proteger pulmones y vías respiratorias en la patología asmática a través de sus efectos antiinflamatorios y antioxidantes41.
En un modelo murino de inflamación pulmonar inducida por bleomicina el calcitriol redujo la inflamación pulmonar temprana al atenuar la infiltración de células inmunes, reprimir la secreción de citocinas inflamatorias, bloquear la translocación nuclear del factor nuclear kappa B (NF-κB) p65, inhibir la fosforilación de p38 MAPK pulmonar y proteína quinasa B (Akt), atenuando la actina alfa del músculo liso (un marcador para la transición epitelial-mesenquimatosa en los pulmones, que promueve la fibrosis), y disminuyó la fosforilación del factor de crecimiento transformante beta 1 (TGF-β1) regulada por aumento y Smad42. El calcitriol también causó una reducción del 40% en el reclutamiento de neutrófilos a los pulmones en un modelo animal de lesión pulmonar aguda. Este efecto antiinflamatorio de la vitamina D puede estar mediado por la inhibición de la secreción de IL-8 a nivel pulmonar43.
La administración de vitamina D a ratas neonatas con lesión pulmonar inducida por hiperoxia (como modelo de displasia broncopulmonar) causó la atenuación de esta lesión a través de varias acciones protectoras, como preservar la integridad de la estructura pulmonar, disminuir la inflamación al regular negativamente la activación de TLR4, reduciendo la deposición de la matriz extracelular y la inhibición de la apoptosis de las células pulmonares44. La vitamina D también ha demostrado tener efectos inmunomoduladores y antiinflamatorios en el tratamiento de la fibrosis quística de las vías respiratorias, ya que reduce la expresión de CD279 (PD-1) en las células T CD4+ y CD8+. Además, la vitamina D disminuyó la frecuencia de CD8+ T y células T invariantes asociadas a la mucosa que co-expresan los marcadores de activación de CD38 y el antígeno D de los leucocitos humanos. Por lo tanto, el tratamiento con vitamina D evitaría la progresión del daño pulmonar asociado con la fibrosis quística de las vías respiratorias45.
El estrés oxidativo que causa el humo del tabaco empeora la progresión de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). En este sentido, la vitamina D también se ha propuesto como un antiinflamatorio y antioxidante natural capaz de mejorar el pronóstico de esta patología pulmonar en pacientes fumadores46. De hecho, se ha observado que los pacientes con EPOC tienen niveles plasmáticos más bajos de vitamina D que los pacientes sanos, lo que sugiere una posible correlación entre una defensa antioxidante deficiente y el desarrollo de esta enfermedad pulmonar47. De interés central para el presente trabajo de revisión, hace algunos años nuestro grupo planteó la discusión sobre una pandemia mundial de deficiencia de vitamina D como una posible explicación a la elevada actividad inflamatoria celular inducida por el SRAA1. La discusión original involucró un número significativo de patologías, principalmente cardiovasculares, pero todas ellas de base inflamatoria similar. En la actualidad, con el enfoque central en la inflamación pulmonar aguda causada por COVID-19, el estudio longitudinal irlandés sobre el envejecimiento (TILDA 2020) refuerza la idea de que una suplementación adecuada de vitamina D, especialmente en personas mayores, puede ser beneficiosa para la población de grupos vulnerables durante este brote pandémico por COVID-1948. En este sentido, la vitamina D inhibe a la proteína Skp2, que juega un papel central en el mecanismo de replicación viral del COVID1949 y que utiliza el bloqueo de la autofagia para su acelerada replicación e infectividad. El virus induce a la ya mencionada Skp2, que a su vez inactiva a la Beclina1, un componente esencial del proceso autofágico (fig. 1 ).
Figura 1
La figura resume de manera simple las principales vías implicadas en la evolución clínica a nivel pulmonar de pacientes COVID-19 positivos, su correlato con los receptores ECA/ECA2, y como su desacople condicionaría una mala evolución a nivel pulmonar. Por otro lado, se esquematizan tanto el bloqueo de SRAA como la implementación de vitamina D, destacando el impacto potencial de vitamina D en el restablecimiento de vías de señalización y la posible mejor evolución clínica pulmonar del paciente COVID-19 positivo.
Vitamina D, COVID-19 y SRAA
La infección por coronavirus produce un riesgo elevado de complicaciones y mortalidad en los ancianos, hipertensos, diabéticos o pacientes que padecen enfermedades cardíacas o pulmonares previas. Los informes iniciales de la evolución de los pacientes en China, donde estalló la epidemia, mostraron que los pacientes con las condiciones clínicas mencionadas anteriormente tenían entre tres y cuatro veces más complicaciones respiratorias, hospitalizaciones y mortalidad que los que no tenían tales condiciones preliminares50, 51.
Una de las complicaciones más frecuentes es la hipertensión arterial, y como factor de riesgo relevante condujo a diferentes especulaciones. En este sentido, y con resultados provenientes desde las ciencias básicas, se propuso como hipótesis que los medicamentos que bloquean al SRAA (inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina [IECA] y los bloqueantes de receptores de angiotensina II [BRA]) podrían aumentar el riesgo para los pacientes con COVID-19. Esto se fundamentaría en su mecanismo de acción, que aumentaría la producción de la enzima convertidora de angiotensina tipo 2 (ECA2)52. El trabajo experimental demostró que el uso de estos fármacos aumenta los niveles de ECA253. ECA2 es el receptor al que los coronavirus, tanto el SARS-CoV como el SARS-CoV-2 (COVID-19), se unen para ingresar a la célula54, 55. La hipótesis planteada por los autores y declarada nuevamente en una carta editorial más reciente es que el aumento de ECA2 podría aumentar la carga viral, lo que a su vez explicaría el aumento de la morbimortalidad.
Tal hipótesis no prosperó debido, entre otros aspectos, a que los primeros informes de China no declararon si los pacientes infectados que recibieron medicamentos del tipo IECA/BRA tuvieron una peor evolución en su curso clínico. De hecho, hasta la fecha se carece de datos que muestren una relación causal entre el aumento de ECA2 y el aumento de la mortalidad por COVID-19. Los estudios disponibles no describen si los pacientes recibían IECA/BRA, y solo por información indirecta se puede inferir que aproximadamente un 33% de ellos estaban bajo dichos tratamientos. Tampoco se ha demostrado que la hipertensión, e inclusive la diabetes, fueran predictores de riesgo independientes56.
Las sociedades científicas internacionales muy criteriosamente acordaron que no hay evidencia que sugiera que se deban modificar los tratamientos con bloqueadores SRAA, de modo tal que se acepta que la interrupción del tratamiento conlleva un riesgo muy alto. De hecho, sí existe evidencia de lo contrario, y convalida la decisión de dichas sociedades. En efecto, se estudiaron pacientes hipertensos hospitalizados por COVID-19, y el uso de IECA/BRA se asoció con un menor riesgo de mortalidad por todas las causas en comparación con los pacientes no tratados con IECA/BRA. Los autores reconocen que la interpretación del estudio debe contemplar posibles factores de confusión; sin embargo, concluyen que es poco probable que el uso de IECA/BRA se asocie con un mayor riesgo de mortalidad en pacientes COVID-19 positivos57.
En contraposición a la hipótesis del no uso de IECA/BRA en hipertensos, otros autores han propuesto una perspectiva diferente. Aquí la hipótesis sería una posible acción protectora de los bloqueadores del SRAA en la infección por COVID-1958, 59. En acuerdo, se han registrado dos ensayos clínicos, aún no iniciados, para evaluar la acción de losartán en el curso de la infección viral (# NCT04312009 y # NCT04311177 Clinicaltrials.gov).
La hipótesis sobre la utilidad de los bloqueadores SRAA también proviene de la mecanística que utiliza el virus para ingresar a la célula mediante los receptores ECA2 y la concomitante reducción de los niveles intracelulares de ECA2. La ECA2, a diferencia de la enzima convertidora de angiotensina (ECA) clásica, degrada la angiotensina II de modo que la reducción inducida por el virus agrava la acción patogénica de la mayor concentración de angiotensina II en el pulmón60. Los niveles de ECA2 ejercen una acción protectora sobre el parénquima pulmonar. Al respecto, existe evidencia de que niveles elevados de ECA2 a nivel del tejido pulmonar son relevantes en el proceso de defensa contra las infecciones virales respiratorias. El mecanismo dilucidado sería que ECA2 disminuye la liberación masiva de citocinas y el consecuente infiltrado inflamatorio que conduce a las conocidas complicaciones respiratorias graves61. En consecuencia, la sugerencia inicial de descontinuar los bloqueadores de SRAA puede ser una estrategia contraproducente para la evolución del paciente, y esto no solo al desestabilizar sus niveles de presión arterial en un momento clínico complejo sino también a través del posible riesgo de eliminar el factor protector de un aumento de ECA2 en la patogénesis pulmonar por COVID-19.
Paralelamente, existe otra forma de contrarrestar la consecuente exaltación del SRAA, especialmente mediante la inducción de la ECA2. Esto puede lograrse mediante la administración de dosis apropiadas de vitamina D. Los niveles más altos de cualquiera de los elementos están inversamente asociados con los niveles más bajos del otro. Existe abundante evidencia de que la administración de vitamina D atenúa la actividad del SRAA a nivel circulante, pero notablemente más a nivel tisular e intracelular1. De esta manera, la vitamina D bloquearía la cascada inflamatoria por reducción de la actividad del SRAA62.
La vitamina D reduce la actividad de ECA y aumenta la actividad de ECA2, lo cual tiene un efecto protector a nivel pulmonar, restaurando el equilibrio ECA/ECA2. Esta restauración del equilibrio mediada por la vitamina D ha resultado clave en la reducción de los eventos respiratorios en modelos experimentales63. Los bajos niveles de vitamina D están asociados con un aumento de las infecciones respiratorias. En ensayos clínicos controlados la administración de vitamina D también ha demostrado un efecto protector sobre las infecciones en sujetos sanos y pacientes con enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC)26, 64, 65, 66, 67.
De interés particular, se han publicado diferentes ensayos sobre el tema y también revisiones sistemáticas a través de metaanálisis. En su mayoría informan beneficios en la reducción de afecciones respiratorias, y varios de ellos usaron suplementos de vitamina D68, 69, 70, 71, 72, 73, 74, 75, 76, 77. También se han reportado beneficios potenciales recientemente en infecciones por el virus del dengue78, 79 (fig. 1).
Conductas sugeridas acorde a los niveles de vitamina D
Al respecto, se ha demostrado que el grado de protección contra infecciones aumenta a medida que aumentan los niveles de vitamina D, pero esta relación no ha permitido establecer aún un nivel de corte adecuado. No obstante, un estudio observacional reportó que valores de 38 ng/ml resultan apropiados para disminuir el riesgo de infecciones respiratorias agudas virales80. Por otro lado, algunos autores sugieren mantener un nivel de vitamina D de por lo menos 30 ng/ml o incluso mantenerlo en un rango entre 40 y 60 ng/ml para reducir los procesos infecciosos. Así se pudo establecer que las infecciones intrahospitalarias posquirúrgicas fueron tres veces mayores con valores de vitamina D inferiores a 30 ng/ml81, y que estas infecciones disminuían un 33% por cada 10 ng/ml de incremento en los niveles de vitamina D82.
Conforme con la evidencia médica, la conducta clínica habitual sugiere que ante un déficit severo de vitamina D se debe establecer un esquema terapéutico en dos etapas: la primera con una alta dosis de carga y luego otra menor de mantenimiento83. En este sentido, se ha reportado el uso de la denominada «dosis de carga» de vitamina D para llegar a un nivel objetivo en donde se puede lograr una concentración plasmática de vitamina D de 30 ng/ml empleando distintos regímenes posológicos (diaria, semanal, quincenal, mensual). De interés, en pacientes con elevación de marcadores inflamatorios como los obesos se ha establecido que el aporte necesario debe ser de 2 a 3 veces superior al establecido para la población general, y ante sobrepeso, por lo menos 1,5 veces superior a la población general84.
Las emergentes circunstancias actuales de pandemia por COVID-19 requieren conductas terapéuticas de base científico/racional e inclusive, como se mencionó previamente, empíricas. Con respecto a lo que se conoce de la vitamina D, resulta aún escaso su protagonismo, pero paulatinamente contamos con más datos que la avalan como estrategia adyuvante para intentar brindar una rápida y efectiva protección frente el riesgo de infección por el SARS-CoV-2. En este sentido, existen distintas posturas, como dosis diarias por un tiempo corto, o bien el empleo de una dosis de carga inicial seguida por dosis altas de vitamina D durante un periodo corto de tiempo, permitiendo en cada caso, y en tiempos de pandemia, lograr concentraciones dentro de rangos apropiados de van entre 30 y 50 ng/ml o superiores. Más específicamente, se han propuesto estrategias, como la sugerida por Grant et al.30, con una dosis de 10.000 UI/día durante un mes para poder alcanzar rápidamente el objetivo de niveles entre 40 y 60 ng/ml, y luego continuar con 5.000 UI/día durante algunas semanas más.
Llama la atención el nivel propuesto de dosis elevadas desestimando los posibles efectos tóxicos; sin embargo, en este sentido existen estudios que demuestran que una dosis de 10.000 UI/día durante 4-6 meses carece de efectos adversos. En detalle, Amir et al.85 lo comprobaron en mujeres canadienses con cáncer de mama y metástasis óseas. Del mismo modo, el equipo de investigadores dirigido por el Dr. Holick86 —uno de los grupos más destacados en estudios con vitamina D— suplementó a pacientes oncológicos con altas dosis de vitamina D y tampoco establecieron toxicidad; por el contrario, mejoró la microbiota intestinal de los pacientes tratados. El mismo grupo trabajó con 10.000 UI/diarias durante 6 meses —sin provocar hipercalcemia— y logró niveles de vitamina D del orden de los 78,6 ± 13 ng/ml87.
También se trató a pacientes psiquiátricos en un hospital de Cincinnati, Ohio, con dosis de 5.000 o 50.000 UI/día durante 16 meses, y como resultado no encontraron efectos adversos; solo se recomendó que si el paciente recibía además suplementación de calcio, la dosis del mismo no debería ser alta para minimizar el riesgo de hipercalcemia88.
La apuesta fue superior en otros trabajos con propuestas de dosis inicial de 100.000 UI si se desean concentraciones séricas > 20 ng/ml, dosis inicial de 300.000 UI si se desean concentraciones > 30 ng/ml, e inclusive se ha sugerido el uso de dosis iniciales > 500.000 UI en adultos sanos89, 90.
Como corolario, el Dr. Alipio91 acaba de publicar resultados que proporcionan información sustancial a médicos y formadores de políticas sanitarias. Específicamente, concluyó que la suplementación con vitamina D mejora la evolución clínica de los pacientes infectados por COVID-19 en función del aumento de la probabilidad de tener un resultado leve cuando aumenta el nivel en suero de vitamina D, mientras que una disminución sérica de vitamina D se asocia con peor evolución clínica.
Conclusiones y perspectivas
En consecuencia y ante esta epidemia devastadora para la que carecemos aún de tratamientos efectivos, la presente revisión recopila y propone explorar el efecto potencialmente protector de las altas dosis diarias de vitamina D para aumentar rápidamente los niveles en sangre y tejidos, con el objetivo de contrarrestar la sobrecarga del SRAA y mejorar así el curso de la infección por COVID-19, sus complicaciones respiratorias (fig. 1) e inclusive de otros órganos. El propósito es abrir la discusión y crear un debate apropiado sobre la conducta de indicar vitamina D a la población general, particularmente a los más expuestos, y como lo citado, lograr un aumento sérico y tisular para contrarrestar el desequilibrio de algunos de los componentes del SRAA y también manifestar sus propios efectos antiinflamatorios (fig. 1).
Consideramos que esta estrategia a nivel poblacional podría proporcionar una herramienta más en la defensa contra el virus y con nulos efectos adversos, como se demostró en la revisión de más de 76.000 pacientes incluidos en ensayos controlados con ingesta de vitamina D. Por lo expuesto previamente, una posible dosis para obtener rápidos incrementos en los niveles plasmáticos de vitamina D podría estar entre las 5.000 y/o 10.000 UI diariamente, o bien de 50.000 a 100.000 UI por semana92. Dado lo tentativo de la dosis propuesta podría considerarse el uso de dosis más bajas en niños o adultos jóvenes con bajo riesgo de exposición al virus. Al respecto, nuestro grupo de trabajo avanza sobre el desarrollo de protocolos controlados con diferentes poblaciones de personas en riesgo o ya infectadas, evaluando parámetros fisiológicos y eventos clínicos. Asumimos que dicha intervención no pretende eliminar el virus; sin embargo, resulta promisorio su potencial para dificultar el ingreso viral y, en caso de padecerlo, mejorar la evolución del paciente. Es decir, la ingesta de vitamina D podría mejorar las condiciones de los pacientes para que puedan estar en más adecuadas condiciones para hacer frente y aumentar sus posibilidades contra la COVID-19 e inclusive otros cuadros infecciosos equivalentes.
Como lo descrito previamente, consideramos que la recomendación encuentra respaldo en múltiples informes. En acuerdo, muy recientemente, Grant el al.93 también proponen elevar las concentraciones séricas a través de la suplementación con vitamina D y aseguran que esto podría reducir la incidencia, la gravedad y el riesgo de muerte por influenza, por neumonía y por la epidemia actual de COVID-19. También, Rhodes et al.94 han propuesto la suplementación con vitamina D por lo menos para quienes en el hemisferio norte tienen más riesgo de enfermedad grave y muerte. Lo mismo que recomienda la Asociación de Dietistas del Reino Unido95 y editoriales en medios internacionales de rigor científico.
Finalmente, el propósito de compartir esta idea con profesionales de la salud es encender rápidamente el debate y llamar a la reflexión crítica que permita contribuir a emprender sin demoras más y mejores diseños clínicos para validar esta hipótesis en beneficio de la salud pública y sobre todo en tiempos de esta emergencia por COVID-19.
Financiación
Este trabajo fue financiado por becas del Consejo de Investigación y Tecnología de la Universidad de Cuyo (SECyT), Mendoza, Argentina, y de ANPCyT FONCyT, ambas adjudicadas a Walter Manucha. Beca n.o PICT 2016-4541.
Autoría
Todos los autores contribuyeron de igual manera en la concepción y diseño de la revisión, con una contribución sustancial sobre los datos, análisis e interpretación de los contenidos, redacción y revisión crítica del artículo para su contenido intelectual.
Conflicto de intereses
Los autores declaran que no hay conflictos de intereses potenciales con respecto a la investigación, autoría y/o publicación de este artículo.
Fuente https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7256522/
Bibliografía
1. Ferder M., Inserra F., Manucha W., Ferder L. The world pandemic of vitamin D deficiency could possibly be explained by cellular inflammatory response activity induced by the renin-angiotensin system. Am J Physiol Cell Physiol. 2013;304:C1027–C1039. doi: 10.1152/ajpcell.00403.2011. [PMC free article] [PubMed] [CrossRef] [Google Scholar]
https://lnkd.in/eQWuuRi
Fiebre por Chikungunya
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Yo era portador de hepatitis B y me enteré hace 2 años cuando necesitaba unas pruebas médicas para postularme a un trabajo. Me asusta mucho, y he estado tan desesperado desde que lo escuché, me siento como un paria y diferente a los demás. Lloro toda la noche, no puedo pensar correctamente, estoy tan deprimido. Incluso mi médico me advirtió que no puedo transmitir el virus con los mismos utensilios, saliva, etc., excepto si tengo relaciones sexuales. Todavía estoy enfermo, nadie en mi familia tiene esta enfermedad. Y no sé de dónde lo conseguí. Me he hecho análisis de sangre muchas veces y mi hígado está bien, y nunca siento dolor en mi cuerpo, pero no puedo dormir bien todas las noches desde que conocí mi situación. Estaba desesperado por recibir ayuda y necesitaba hierbas para sentirme mejor. Me presentaron a Health herbal home en quienes han tenido un tratamiento a base de hierbas exitoso para la hepatitis B. Hablé con algunas personas que usaron el tratamiento aquí en EE. UU. Y todas dieron una respuesta positiva, así que inmediatamente compré la fórmula a base de hierbas para la hepatitis B y comencé a usarla, usé el suplemento a base de hierbas durante solo 3 semanas, todos los síntomas desaparecieron gradualmente son verdaderamente un regalo de Dios. póngase en contacto con esta clínica de hierbas a través de su correo electrónico drosasherbalhom @ gmail. com
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