“Waterloo Teeth” (dientes de Waterloo)
“Waterloo Teeth” (dientes de Waterloo)
WATERLOO, UNA DERROTA PARA NAPOLEÓN Y UN TRIUNFO PARA LOS DENTISTAS.
A los lógicos problemas dentales por la falta de higiene, vino a añadirse el mejor aliado para las caries, el azúcar. Durante el siglo XVII ya se consumía azúcar en todo el mundo y la profesión de dentista comenzó a ganar prestigio… y dinero. Las primeras prótesis dentales podían ser de madera, porcelana y, sobre todo, marfil, y los dientes que en ella se incrustaban eran piezas de animales, de condenados a muerte e incluso de alguna profanación de tumbas. Cumplían, a su manera, estéticamente, pero poco más. Los dientes utilizados dejaban mucho que desear y eran difíciles de conseguir. La gran «revolución» de los dientes postizos se produjo con la batalla de Waterloo (18 de junio de 1815).
Napoleón salió derrotado y en el campo de batalla quedaron unos 50.000 soldados muertos de ambos ejércitos. La mayoría de estos soldados eran jóvenes y estaban sanos… sinónimo de dientes sanos. A la mayoría de ellos, antes de enterrarlos, se les sacó los dientes que, en su totalidad, fueron a parar «al mercado inglés«. A este tipo de dentaduras se les denominó «Waterloo Teeth» (dientes de Waterloo) y durante varios años se siguió llamando así a todas las dentaduras postizas elaboradas con dientes sanos, independientemente de su procedencia.
Era todo un lujo llevar una «Waterloo Teeth».
Este es un relato poco conocido de la Historia de la Odontología, cuando los dientes de los muertos se convirtieron en un objeto preciado para confeccionar las dentaduras postizas de las clases altas. Esta anécdota de la historia comienza después de la batalla de Waterloo.
Al terminar el combate entre el ejército francés comandado por Napoleón Bonaparte y las tropas británicas, holandesas y alemanas dirigidas por Wellington en la batalla de Waterloo, el campo de batalla estaba cubierto por los cadáveres de casi 50.000 militares.
En una imagen espantosa, en un paisaje desolador, los cuerpos de miles de jóvenes soldados abarcaban hasta donde alcanzaba la vista. Es entonces tras el final, cuando aparecían los saqueadores de cadáveres. Igual que buitres se lanzaban en busca de cualquier objeto de valor, como prendas, monedas o joyas. Pero también buscaban otro tesoro muy valioso: los dientes de los muertos.
Dientes que se utilizaban para realizar dentaduras postizas muy costosas. Inicialmente eran se hacían de marfil de hipopótamo, morsa o elefante. Sin embargo, el resultado no siempre resultaba natural. Además, se deterioraban rápidamente. Si se quería una prótesis dental mejor, ésta se realizaba con una base de marfil y con dientes humanos reales.
Pero el mayor problema era que la mayoría de los dientes que se empleaban, eran piezas dañadas de gente humilde o de presos ajusticiados. Su precio era muy alto debido a que se tardaba seis semanas en hacer un conjunto completo y por la escasez de buenos "donantes".
A menudo los sacamuelas de la época trasplantaban dientes de la encía de una persona a la encía de otra, algo que no solía funcionar y que a menudo transmitía la sífilis. Fue entonces cuando comenzaron las guerras napoleónicas, y los dentistas y los ricos con problemas dentales vieron su oportunidad.
Con la muerte de miles de personas en los campos de batalla en Europa, numerosas piezas dentales de jóvenes fuertes y sanos inundaron el "mercado dental". Los dientes robados a los muertos en Waterloo acabaron en el mercado inglés, donde existían ricos que podían pagar el alto precio de estas joyas bucales.
Así empezaron a conocerse los 'Waterloo Teeth' (Dientes de Waterloo). Un lujo cuyo propietario lucía con orgullo, convirtiéndose en un símbolo de ostentación necesaria para las clases acomodadas.
NOTA: Ver también el artículo “Napoleón a lomos de Marengo”, la historia del cuadro de Jacques-Louis David que simboliza las conquistas del imperio francés de Napoleón Bonaparte.
https://la.dental-tribune.com/news/los-dientes-de-waterloo/
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