Tipos de análisis de sangre
Nuestra sangre contiene glóbulos rojos, blancos y plaquetas. El análisis mide el número y tipos de células en la sangre, lo que permite verificar y conocer el estado de salud general.
En una analítica normal suelen pedirse datos hematológicos y bioquímicos más generales (glucosa, colesterol, triglicéridos, etc.). En casos particulares, el médico puede complementar el análisis con otros datos como hierro, fibrinógeno, etc.
– Análisis de sangre completo. Expone el número de glóbulos rojos, blancos, plaquetas y hemoglobina. Revela si hay infección, anemia, coagulación… Es el examen más común.
– Panel metabólico básico. Permite medir las sustancias químicas presentes en la sangre utilizando el plasma. Da información sobre los huesos, músculos, corazón, hígado y riñones.
– Estudio de enzimas cardíacas. Análisis que mide los niveles de enzimas y de las proteínas troponina I y T en sangre. Permite por detectar un ataque al corazón.
– Prueba de coagulación. Determina el nivel de coagulación. Un resultado con un nivel anormal puede representar un riesgo de sangrado o que se formen coágulos en los vasos sanguíneos.
– Análisis para diagnosticar enfermedades cardíacas. Examina las sustancias que están presentes en la sangre y que se encargan de transportar el colesterol. Si los resultados son anormales, puede que el paciente esté en riesgo de sufrir una cardiopatía.
Interpretar un análisis de sangre
Los resultados de una analítica suelen ir acompañados de una serie de números, que se conocen como intervalo de referencia o valores normales. Estos se basan en los resultados que se consideran normales para un grupo de personas sanas y muestra cómo debería ser un resultado “normal”.
Una prueba de hemograma mide varios componentes y características de la sangre:
Hematíes (RBC) o eritrocitos. Son los glóbulos rojos, cuya función es transportar el oxígeno desde los pulmones hasta todas las células del cuerpo. Se trata de las células más numerosas de la sangre. En su interior está la hemoglobina (Hb), responsable de llevar el oxígeno y la que da el característico color rojo de la sangre. Cuando hay anemia, por ejemplo, el número de hematíes y hemoglobina son bajos.
Dentro de este parámetro también pueden analizarse otros datos como el Volumen Corpuscular Medio (VCM, se refiere al tamaño de los hematíes); la Hemoglobina Cospuscular Media (HCM, cantidad de hemoglobina de cada hematíe); Concentración de Hemoglobina Cospuscular Media (CHCM, asocia la cantidad de hemoglobina que lleva el hematíe). Los valores considerados normales de glóbulos rojos son de 5 a 6 millones por microlitro (µl) en hombres y de 4 a 5,5 millones por microlitro (µl) en mujeres.
Leucocitos. Son los glóbulos blancos y reflejan la actividad de defensas del cuerpo. El número de leucocitos aumenta en las infecciones y algunas enfermedades inflamatorias. Por tanto, este parámetro suele ayudar a evaluar la posibilidad de una infección. Hay varios tipos de leucocitos, neutrófilos, linfocitos, monocitos y eosinófilos. Cada uno de ellos se encarga de una función específica en la defensa contra microorganismos. En las infecciones bacterianas, por ejemplo, el número de neutrófilos es mayor. Los valores normales se sitúan entre los 4.000 y 11.000/mm3, tanto para hombres como para mujeres.
Plaquetas. Ayudan en la coagulación de la sangre. Si su número es demasiado bajo (la cifra normal está entre 000 y 450.000/mL), significa que puede haber un problema como enfermedades hematológicas y trastornos hepáticos, dos de las principales causas que alteran su número.
Los parámetros que se miden con los datos bioquímicos son:
Bilirrubina. Es un pigmento amarillento resultado de la degradación de los glóbulos rojos. El hígado lo descompone para que pueda ser expulsado a través de las heces. Permite valorar la función hepática y biliar. Los niveles son elevados cuando el hígado no puede metabolizarla bien (hepatopatías) o cuando hay problemas en la excreción de la bilis (por ejemplo, piedras en la vesícula). En algunos casos puede producir un tono amarillento en la piel (ictericia). Los valores normales de bilirrubina se sitúan entre los 0,3 – 1,3 mg/dL.
Urea. Mide la función renal y el grado de hidratación. Da información sobre la función renal. Los niveles se encuentran entre los 7 – 20 miligramos por decilitro (mg/dL).
Creatinina. Este compuesto orgánico filtra los riñones y se excreta por la orina. Este valor permite comprobar la función de los riñones. En hombres los valores normales se sitúan entre 0,7 – 1,3 mg/dL y en hombres y entre los 0,5 – 1,2 mg/dL en mujeres.
Ionograma. Ayuda también en el estudio de la función renal. En concreto, analiza el valor de sodio, potasio y cloro. Suelen identificarse con el símbolo de la tabla periódica (Na, K y Cl, respectivamente). Los valores normales de sodio se sitúan entre los 135- 145 miliequivalentes por litro (mEQ/L); los de potasio, entre 3,5 – 5 milimoles por litro (mmol/L); los de cloruro, entre 100 – 105 mmol/L.
Ácido úrico. Se produce en nuestro organismo tras metabolizar los nutrientes y compuestos de la sangre. Una concentración alta puede estar relacionada con la gota o cálculos renales. Los valores normales de ácido úrico son entre 2,4-6 mg/dL para las mujeres y entre 3,4-7 mg/dL para los hombres.
Estas enzimas se encuentran en el interior de las células hepáticas. Se usan para detectar posibles patologías en las funciones del hígado. Los valores se muestran como GOT/ALT (valor normal entre 5 – 50 unidades por litro (U/L) en hombres y 5 -35 U/L en mujeres; GPT/AST (0 – 41 U/L) y GGT (11 – 50 U/L). Si estos son más altos, puede ser señal de inflamación y pueden ir desde una hepatitis o efectos tóxicos del alcohol o algunos fármacos.
Glucosa. Muestra el hidrato de carbono (azúcar) que hay en sangre. Está considerado como la principal fuente de energía de las células. Los niveles pueden variar según la hora del día en la que se toma la muestra. Los normales van desde los 70 mg/dL y los 110 mg/dL. Ayuda en el diagnóstico de la diabetes, cuando los niveles en ayunas son más altos.
Colesterol. Analiza las grasas o lípidos y se estudian algunas de sus fracciones: colesterol “bueno” (HDL, high density lipoprotein) y colesterol “malo” (LDL, low density lipoprotein). Por su carácter graso, no es soluble en el agua de la sangre, por tanto, necesita una lipoproteína que la ayude: LDL y HDL son las más habituales. La primera transporta el colesterol a los tejidos (de ahí el nombre de “malo”) y la segunda lo retira (“bueno”). Se considera que un nivel correcto de colesterol en sangre está por debajo de los 200 mg/dl de colesterol total.
Debes tener en cuenta que los datos pueden variar en función de cada laboratorio, edad, sexo, condiciones físicas o alimentación. Será el médico el que te ayude a leerlo e interpretarlo en función de tus particularidades.
Recuerda la importancia de realizarte un chequeo médico de forma periódica para comprobar tu estado de salud en general y descartar posibles patologías. Seguir una alimentación saludable y realizar ejercicio físico de forma regular te ayudará a sentirte mejor y a prevenir posibles dolencias.
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Fuentes:
MedilinePlus
Mayo Clinic
Dr. Pedro L. González
Responsable de la redacción/ supervisión de los artículos publicados en AXA Health Keeper.
Pedro Luis González es médico especialista en Medicina Preventiva y de Salud Pública, periodista científico (Col·legi de Periodistes de Catalunya) y tiene varios postgrados en ciencias del comportamiento, administración sanitaria y diseño de sistemas de salud.
Life Coach y conferenciante público, ha creado la Propuesta Habittude basada en la ciencia del comportamiento aplicada a la autogestión de la salud, creando diversos servicios digitales de gestión del bienestar y del estilo de vida como forma de resolver la crisis de la cronicidad en los sistemas sanitarios.
Representa a la Organización Europea de Medicina del Estilo de Vida (ELMO) en España y trabaja con diversos actores sanitarios en el avance del pensamiento innovador para el empoderamiento de los ciudadanos respecto a su propia salud.
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