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Omega-3: La protección cardiovascular de los suplementos, en el punto de mira
Un meta análisis publicado en la revista «JAMA»
cuestiona que la ingesta de suplementos de omega-3 evite el riesgo de
muerte por patologías cardiovasculares. El elevado número de estudios
sobre el papel de estos ácidos grasos sobre la salud genera, según la
comunidad médica, confusión ante la falta de una evidencia científica
clara sobre sus efectos beneficiosos
30 Septiembre 12
-
- Beatriz Muñoz
Los ácidos grasos omega-3 podrían denominarse como
«el complemento para todo». En los últimos años han proliferado multitud
de estudios científicos alabando las bondades de estos ácidos grasos
esenciales que el organismo no puede fabricar por sí solo y que necesita
obtenerlos a través de la alimentación, especialmente a través del
pescado azul y de los frutos secos como las nueces. Como el ritmo de
vida actual impide, en muchas ocasiones, seguir una dieta que contenga
todos los nutrientes esenciales y, en particular, de omega-3, no es de
extrañar el auge que han experimentado los suplementos para satisfacer
estas necesidades. La inexistencia de un registro oficial impide conocer
el número de envases que se comercializan debido, principalmente, a la
diversidad de sitios donde se dispensan: farmacias y parafarmacias,
supermercados, herbolarios... Según la consultora Nielsen, en lo que va
de año se han vendido en farmacias y parafarmacias 674.181 unidades de
productos con omega-3.
En entredicho
Entre los múltiples beneficios que ejercen sobre la salud, el sistema
cardiovascular ocupa un lugar prioritario. Sin embargo, un meta análisis
publicado en el último número de la revista «Journal of the American
Medical Association» (JAMA), en el que se analizaban los resultados de
cerca de 70.000 personas, se descubrió que la ingesta de los suplementos
de omega-3 no se asociaba con un menor riesgo de fallecimiento por
cualquier causa relacionada con la salud cardiovascular, ya fuera muerte
súbita, ataque cardiaco o derrame cerebral. En concreto, de las 3.635
referencias obtenidas, se incluyeron 20 estudios y, entre los 68.680
pacientes asignados al azar, se produjeron 7.044 muertes: 3.993 muertes
cardiacas, 1.150 repentinas, 1.837 ataques cardiacos y 1.490 accidentes
cerebrovasculares. Evangelos Rizos, del Hospital de la Universidad de
Ioánina (Grecia) y responsable de la investigación, sostiene que «el
análisis no indicó ninguna asociación estadísticamente significativa con
los principales resultados cardiovasculares, por lo que nuestros
hallazgos no justifican el uso de ácidos grasos omega-3 en la práctica
clínica diaria ni tampoco su administración en la dieta». Aun así, el
equipo de Rizos reconoce que para clarificar todavía más las
conclusiones habría que realizar «otro meta análisis con datos de
pacientes individuales. Así, se podría averiguar si existe una posible
influencia de la dosis, la adhesión del paciente al tratamiento, la
ingesta base y el grupo de riesgo de enfermedad cardiovascular».
Las reacciones a esta investigación no se han hecho esperar entre la
comunidad médica. El doctor Xavier Pintó Sala, jefe de Sección del
Servicio de Medicina Interna y de la Unidad de Lípidos y Riesgo Vascular
del Hospital Universitario de Bellvitge, en Barcelona, afirma que «los
datos de este tipo de análisis agrupado de distintos estudios en los que
las épocas, los métodos y los pacientes son muy diferentes pueden
llevar a confusión». En concreto, continúa, «los estudios ‘‘DART’’ y
‘‘Gissi prevenzione’’ se realizaron en un número amplio de pacientes y
con un seguimiento prolongado en pacientes de alto riesgo cardiovascular
o que ya padecían una cardiopatía isquémica. A raíz de estos
resultados, la mayoría de sociedades científicas reconocieron que los
omega-3 tenían un efecto preventivo frente a la enfermedad
cardiovascular, en particular en los pacientes que ya sufrían
enfermedades cardiacas».
DATOS CLAROS
Quizás, el elevado número de estudios científicos en torno a este tema
ha llevado, en muchas ocasiones, a la confusión. A este respecto, la
doctora Elena Fernández Jarne, del departamento de Cardiología de la
Clínica Universidad de Navarra, asegura que «salen muchos artículos a
favor y otros en contra y no conseguimos que haya una evidencia clara
del beneficio de los suplementos de omega-3». Una opinión que comparte
la doctora Isabel Díaz Buschmann, jefa de Cardiología del Hospital Rey
Juan Carlos de Móstoles, quien añade que «las evidencias más favorables
hacia el empleo de estos suplementos se ponen ahora más en duda. A nivel
experimental, los resultados que tenemos son muy prometedores porque
hay mucha evidencia sobre los beneficios a muchos niveles: antioxidante,
anti arrítmico, metabólico, pero los estudios que se han hecho son en
poblaciones diferentes, con dosis de lo más variopintas y, posiblemente,
los resultados desfavorables se dan cuando no se emplean dosis
suficientes. El que no esté demostrado claramente no excluye que no sean
útiles, aunque hacen falta estudios más ordenados».
En cualquier caso, los expertos coinciden en que no se deben comparar
los resultados de una investigación realizada en Estados Unidos y
aplicarla a pacientes españoles porque, según Fernández, «la
alimentación que ellos siguen es rica en grasas saturadas, frente a la
dieta mediterránea habitual en España, y en la que predominan grasas de
primera calidad como el aceite de oliva».
Las actuales directrices emitidas por las principales sociedades
científicas de cardiología recomiendan el uso de los ácidos grasos
omega-3, ya sea en forma de suplementos o mediante asesoramiento
dietético, en pacientes después de un infarto de miocardio. En concreto,
la FDA (la agencia de regulación de medicamentos estadounidense) en EE
UU, ha aprobado su ingesta sólo para bajar los triglicéridos en
pacientes con hipertrigliceridemia. En Europa, algunas agencias
nacionales de reglamentación han aprobado la administración de ácidos
grasos omega-3 para disminuir el riesgo cardiovascular. A este respecto,
el doctor José Ramón González-Juanatey, presidente electo de la
Sociedad Española de Cardiología, afirma que «estos suplementos han
demostrado su eficacia en el tratamiento de pacientes con niveles
elevados de triglicéridos y, en la actualidad, las guías de práctica
clínica los incluyen como una alternativa terapéutica válida a los
fibratos en este grupo de pacientes». Por su parte, Díaz explica que
«los pacientes con síndrome metabólico en los que no se asegure una
ingesta adecuada de omega-3 en la dieta y en pacientes con niveles bajos
de colesterol ‘‘bueno’’ o HDL para aumentarlo, son candidatos a
tomarlos». En contraposición a esto, Fernández advierte de que «se
recomiendan poco y cada vez menos. El único caso, y siempre de forma
complementaria con la medicación es en pacientes con
hipertrigliceridemia, es decir, niveles altos de colesterol y
triglicéridos».
Ante esta situación cabe plantearse si el consumo de omega-3 en nuestro
país cumple con las directrices marcadas por los expertos o hace falta
recurrir a los suplementos. «En las personas sanas que consumen pescado
al menos tres veces a la semana no hay por qué recurrir a ningún
suplemento. Pero sí son necesarios en aquellos que habiendo sufrido una
enfermedad cardiovascular son intolerantes o alérgicos al pescado o en
las que por distintas razones no lo consumen de forma habitual. En estos
casos, se recomienda el aporte de un gramo al día», sostiene Pintó.
Para obtener una dosis adecuada de omega-3, continúa el experto, «hay
que tomar mucho pescado azul y más todavía en el caso de las nueces. A
modo de ejemplo, cien gramos de sardinas poseen un gramo de omega-3,
pero la cantidad varía según la época del año y la forma de
preparación». No obstante, Díaz advierte de que «no es despreciable el
riesgo de ingerir metales pesados muy tóxicos cuando tomamos grandes
dosis de pescado». En concreto, «los depredadores de gran tamaño, como
los grandes atunes, el pez espada o el tiburón tienen una alta
concentración de contaminantes, por lo que se ha desaconsejado su
consumo frecuente en algunos grupos de población como las mujeres
gestantes», dice Pintó.
Conviene aclarar que no todos los suplementos que se comercializan están
exentos de posibles contaminantes. «Hay que optar por aquellos que
ofrezcan las máximas garantías de control de sanitario y de calidad»,
sostiene González-Juanatey. Y es que, como sugiere Pintó, «no todos
ofrecen la misma concentración de omega-3, algunos mezclan distintos
tipos de ácidos grasas, otros no cuentan con la garantía de estar libres
de contaminantes, aunque sí existen lo que poseen una alta
concentración y pureza y que carecen de riesgo alguno para la salud».
En el propio producto
En los últimos años ha aumentado la presencia de galletas, leche,
yogures e, incluso, aceitunas que poseen omega-3 en su composición. Para
el doctor Esteban Jódar, jefe del Servicio de Endocrinología del
Hospital Universitario Quirón Madrid, «si se alcanzan los requerimiento
de 1,1 a 1,6 gramos al día no sería necesario aumentar su ingesta,
aunque los requerimientos diarios bastan para alcanzar una cantidad
suficiente en el 95,5 por ciento de la población». Un informe elaborado
por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) a principios de
2011, revela que las bebidas lácteas copan el 65 por ciento del mercado
de productos enriquecidos en omega-3 y, aunque cumplen con la normativa
para alegar los beneficios sobre la salud, son mucho más caros que los
que no están enriquecidos.
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