Centro de información sobre el coronavirus (SARS-CoV-2).
Desde el registro de los primeros casos de COVID-19 a principios de 2020, la evidencia científica relacionada a la pandemia ha crecido exponencialmente. En la actualidad tenemos claramente perfilada la forma de transmisión de SARS-CoV-2, así como las medidas terapéuticas y preventivas. En este punto de la pandemia y con múltiples países enfrentando aumento de casos, no hay justificación para continuar cometiendo los mismos errores e ignorar la evidencia científica que se ha generado. El manejo de COVID-19 no debe depender del criterio o creencia de cada profesional de la salud, sino que tiene que apegarse a la evidencia científica y recomendaciones internacionales.
1. Solo prescribir fármacos efectivos contra la COVID-19.
En este momento hay suficiente evidencia científica que claramente ha demostrado que no hay justificación para la utilización de terapias no probadas o inefectivas contra la COVID-19, como azitromicina, doxiciclina, oseltamivir, lopinavir/ritonavir, hidroxicloroquina, suero de pacientes convalecientes, preparaciones de hierbas e ivermectina.
Ninguna de estas terapias se encuentra recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y, por tanto, no deben ser utilizadas.
2. Utilizar esteroides solo en pacientes que requieren oxígeno.
Los esteroides deben utilizarse solo en pacientes que tienen hipoxemia.
Los estudios aleatorizados mostraron que quienes requieren oxígeno suplementario se benefician de un curso corto de esteroides, como dexametasona (6 mg al día), es decir, no hay evidencia científica de beneficio en dar esteroides a pacientes que no están recibiendo oxígeno y probablemente hacerlo sea perjudicial.[1]
Tampoco hay evidencia en dar dosis altas o con duración mayor a 10 días; es importante recordar las implicaciones que puede tener el uso indiscriminado de esteroides, como descontrol glucémico e infecciones secundarias.
3. Un cuadro respiratorio es COVID-19 en regiones con alta transmisión comunitaria.
La sospecha clínica de COVID-19 debe apoyarse en la prevalencia comunitaria, por lo que en una región con alta prevalencia es inaceptable asumir que un paciente con un cuadro respiratorio no tiene COVID-19 solo por los hallazgos clínicos. Si hay alta transmisión comunitaria se requiere hacer una prueba diagnóstica con la finalidad de aislar al sujeto y prevenir más contagios.
COVID-19 tiene diferentes presentaciones clínicas, dependiendo de las individualidades del huésped, como edad, estado de inmunocompromiso, estado de vacunación, etcétera.
Debido a que los síntomas de esta enfermedad son poco específicos y a la variedad de presentaciones clínicas que puede dar, es necesario mantener a COVID-19 como diagnóstico diferencial de cuadros respiratorios en regiones de alta transmisión comunitaria.
4. Invertir tiempo en la educación del paciente con COVID-19.
La información que demos al paciente con COVID-19 puede tener impacto importante en su curso clínico, en su salud mental y en la prevención de nuevos contagios.
No debemos asumir que el paciente entiende o sabe cómo cuidarse. Es importante invertir tiempo en recordarle que entre los días 7 a 10 de haber iniciado con síntomas suelen presentarse complicaciones, por lo que debe estar atento. Asimismo, tenemos que enumerar claramente los datos de alarma, como disnea, dolor precordial, alteraciones del estado neurológico, fiebre persistente, sensación de falta de aire, etcétera.
De ser posible, es conveniente enseñar al paciente a utilizar un oxímetro de pulso y temperatura para que se monitorice en su domicilio y reconozca en qué momento tiene que buscar atención médica de urgencia.
Educar a nuestros pacientes es probablemente la medida que más utilidad tenga en aquellos con COVID-19 de manejo ambulatorio.
5. No solicitar anticuerpos contra SARS-CoV-2 después de la vacunación.
Solicitar anticuerpos después de haber sido vacunados contra la COVID-19 se ha vuelto una práctica frecuente. Sin embargo, hasta el momento no hay ninguna evidencia científica que demuestre que la presencia de anticuerpos se relaciona con protección contra la COVID-19 y tampoco se conoce la cantidad necesaria o su traducción inmunológica.
No debemos olvidar que la formación de anticuerpos es solamente un mínimo vistazo al complejo sistema inmunológico. Los resultados que se obtengan pueden generar confusión en nuestros pacientes; muchos laboratorios no miden anticuerpos contra la proteína en espiga de SARS-CoV-2. Hay múltiples formas de medir anticuerpos y existen diversas plataformas para medirlos que tienen tanto falsos positivos como falsos negativos bien descritos. Por esta razón la Food and Drug Administration (FDA) de Estados Unidos claramente se ha proclamado en contra de medir anticuerpos contra la COVID-19 para evaluar protección o inmunidad por las vacunas. No hay ninguna razón por la que deberíamos solicitar este estudio del cual se desconoce su interpretación y cuyo resultado no cambiará el manejo de los pacientes.
Como profesionales de la salud estamos obligados a reconocer y rendirnos ante la evidencia científica, invertir en educar a nuestros pacientes y no administrar tratamientos o solicitar estudios que no tendrán impacto en su curso clínico. Año y medio después del inicio de la pandemia estamos obligados a actuar en beneficio de nuestros pacientes y practicar medicina basada en evidencia.
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