Safo de Lesbos y las lésbicas silenciadas
26 marzo, 2015
Los primeros escritos atribuibles a lesbianas datan del cuarto milenio antes de Cristo en Babilonia y en lengua sumeria, tales escritos relatan con claridad el amor de una mujer por otra. Parecía ser un comportamiento erótico/amoroso habitual y no era objeto de sanción alguna en la época…
La más célebre y pionera de las mujeres lesbianas es sin duda Safo la poetisa de la isla de Lesbos. Vivió en torno a los años 630-560 antes de C. Mujer muy admirada en el mundo griego por sus dotes humanas, líricas e intelectuales. Poetisa delicada y lírica nos ha dejado una forma métrica para la poesía.
Safo dirigió lo que hoy conocemos como un colegio interno de chicas, hubo otros muchos en la época. Se llamaba la Casa de la sirvientas de la musas, tenía carácter religioso y en ella las chicas se instruían en disciplinas como la danza, la música y la poesía. Para otros autores el propósito de su escuela era instruir a sus alumnas en el arte del matrimonio. Su poesía refleja apasionadas amistades amorosas y eróticas con sus pupilas y entre ellas.
Safo estaba casada y tenía una hija, ya que en aquella época tanto en Grecia como en Roma existía la posibilidad total de compaginar relaciones heterosexuales y lésbicas, sin que ello fuera motivo de escándalo o censura. Su influencia en los 2500 años siguientes fue muy fuerte. Sirve como anécdota contar que en el siglo XVIII, durante la Revolución Francesa, la reina María Antonieta fue acusada de liderar un grupo llamado las safistas.
Si bien el lesbianismo como se entiende hoy, sólo se refleja en el siglo XX, Safo marca una historia de más de dos milenios de amor entre mujeres. Safo acabó suicidándose tirándose al mar desde una peña, según algunos autores loca de amor por Faon, un joven despectivo, según otros es más probable que se suicidara por el amor de una mujer.
Puede ser ilustrativo decir que la Iglesia Católica ordenó quemar en Roma y Constantinopla en el año 1073 todas las copias de los poemas de Safo de Lesbos, solo se han logrado reconstruir a partir de antiguos pergaminos un tercio de ellos.
Ya en la época romana, en el siglo IV a JC. el historiador Plutarco entre otros, ha dejado constancia de la existencia de baños públicos diseñados para mujeres homosexuales femeninas, todas ellas perfectamente casadas, que eran satisfechas sexualmente por las esclavas felatoras mientras tomaban los baños, una institución muy reconocida en Roma. Tanto en Grecia como en Roma la prostitución estaba perfectamente reglamentada y establecida. No sabemos si con la expansión de la cultura y costumbres romanas en la época del imperio, esta institución de las esclavas felatoras también acabó implantándose en otros países del mediterráneo. No sería descabellado pensar que pudo ser así.
Se sabe también de la existencia de bodas entre personas del mismo sexo, que Boswell en su libro “Las bodas de la semejanza“ explica perfectamente. Estas bodas también se celebraban entre mujeres, estaban reguladas y se realizaban con un contrato igual que las bodas heterosexuales.
El cristianismo vendría a acabar con el legado de unas sociedades, la griega y la romana, supuestamente sin valores. En la Biblia hay evidentes referencias a la homosexualidad masculina aunque no tan clara a la femenina, ya que cuando se habla de las relaciones entre mujeres se utiliza el término “contranatura”, hoy en día envuelto en una controvertida polémica por las diferentes interpretaciones que se le dan al término. Sea como fuere, las referencias que se hacen al lesbianismo en la Biblia están sujetas a interpretaciones, desde las más tradicionales a las más novedosas, y son signo evidente de que se sabía de las relaciones entre mujeres.
En la Edad Media europea (siglos V-XIV) es muy complicado encontrar casos y datos historiados sobre las relaciones erótico-amorosas entre mujeres. Las principales fuentes históricas para reconstruir la historia del lesbianismo en occidente en esta época, son los archivos eclesiásticos (sermones, homilías, encíclicas, concilios, catecismos…), y jurídicos (procesos judiciales, denuncias, sentencias…). Los europeos consideraban que nada en una mujer podía despertar los deseos sexuales de otra mujer. Por consiguiente, en el derecho, la medicina y en la opinión pública se ignoraron las relaciones amorosas y sexuales entre mujeres.
Entre los cientos de casos de homosexualidad masculina juzgados por tribunales laicos y eclesiásticos en la Edad Media y en los inicios de la modernidad, no se encuentra casi ninguno concerniente a relaciones sexuales entre mujeres. No deja de ser curioso que se borrara de la conciencia de aquel tiempo un significativo aspecto de la sexualidad femenina, sobre todo porque la gente estaba bien enterada de su existencia. En un periodo de diez siglos sólo se logran reunir una docena de alusiones dispersas, en literatura, sermones populares y manuales penitenciarios, al lesbianismo. En esta época, y conscientes de la existencia de una sexualidad lesbiana, algunos dirigentes eclesiásticos se esforzaron por frenarla en las comunidades monásticas. Las monjas normalmente eran hijas de familias de clase media y patricias, generalmente sin ninguna vocación religiosa que eran recluidas en los conventos porque a parte del matrimonio era el único camino en la vida al que podían optar.
San Agustín advertía a su hermana monja diciéndole: “El amor que sentís entre vosotras debe ser carnal y no espiritual“ . Carlomagno, en el siglo VIII, prohíbe a las monjas que compongan canciones de amor, sin embargo a lo largo de toda la Edad Media se popularizan en Europa los “Lais de Maria de Francia”. Los únicos versos explícitos de este período, entre mujer y mujer, provienen de dos monjas de un monasterio de Baviera: “Cuando recuerdo los besos que me disteis y la forma con que tiernas palabras acariciasteis mis pequeños pechos, quisiera morir porque no os puedo ver “
Los Concilios de París (1212) y Ruán (1214) para evitar la tentación, prohibieron a las monjas dormir juntas y exigieron que una lámpara ardiese toda la noche en los dormitorios. La reglas monásticas prohibieron a las monjas entrar en las celdas de las otras y estaban obligadas a no cerrar con llave, de la misma forma les instaban a evitar especiales lazos de amistad en el interior del convento. En siglos posteriores, XVI ,XVII y XVIII, las relaciones sexuales entre monjas es un tema recurrente en la literatura de la época, sobre todo en los países protestantes y círculos católicos. Hay novelas cortas y poemas que reflejan las relaciones sexuales entre monjas dentro de los conventos.
Es famoso el caso de Sor Benedetta Carlini (1619-1623 ), abadesa del Convento de la Madre de Dios, en un pequeño pueblo italiano. Hay un informe detallado de sus pretensiones milagrosas y visiones, y una detalladísima descripción de sus relaciones sexuales con otra monja del mismo convento.
Tal y como dice Foucoult, no deja de ser curioso que en el mundo religioso se recojan más alusiones a la sexualidad lesbiana que en el mundo secular. Una de las razones es evidentemente la reclusión de la cultura y la instrucción (aprender a leer, escribir…), durante la Edad Media europea en los conventos y monasterios. La inmensa mayoría de la población era analfabeta, por lo que es prácticamente imposible conocer los usos y costumbres sexuales de las clases más desfavorecidas si no es a través de los cronistas de la época.
Otra de las razones es el autonombramiento de la Iglesia Católica como garante durante la Edad Media y Moderna de la moral católica, por ello para poder desarrollar su tarea de legislar y sancionar era necesario conocer las prácticas sexuales del pueblo y para conocer debían interrogar, para ello contaban con un instrumento inmejorable: la confesión. Los sacerdotes y monjes se convierten en grandes conocedores de la vida sexual de todos los grupos sociales, así pues los archivos eclesiásticos son una fuente histórica a no desaprovechar.
En el mundo secular, no religioso, existen referencias ocasionales a la sexualidad lesbiana; sin embargo, así como las leyes civiles contra la homosexualidad son muy explícitas, no ocurre lo mismo con el lesbianismo. Casi ninguno de los actos juzgados en Europa entre los siglos XV y XVI corresponden a mujeres: cuatro juicios en Francia, dos en Alemania, uno en Suiza, uno en Holanda y dos en Italia. Hay miles de casos de varones. El lesbianismo era un caso por lo general silenciado.
El Renacimiento, siglo XV, renovó el interés por las ideas de la antigüedad clásica y el tema del amor platónico recobró nuevos bríos. Y aunque este amor de amistad ignora el aspecto genital, el lenguaje en que se expresa no es menos erótico. Madame de La Fayette escribía a Madame Sevigne en 1691: “Creedme sois la persona que más he amado de verdad en el mundo“. Por los mismos años en México, Sor Juana Inés de la Cruz se dirige a la Virreina: “Así cuando yo mía te llamo, no pretendo que juzguen que eres mía, sino sólo que yo ser tuya quiero “
Debió ser muy profunda la impresión que causó sor Juana en la Virreina, pues muy pronto fue admitida en el palacio real con el título de “muy querida de la señora virreina“, la cual no podía vivir sin su Juana Inés. Son diversas las evidencias de amor de sor Juana por la marquesa, aunque algunos críticos han insistido en que se trata de licencia poética cuando se refiere a ella como “Lisi amada“ o “Laura divina”.
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