En 1783, en una remota aldea de Bengala (India), nació un niño con dos cabezas, la segunda de las cuales crecía bocabajo sobre la primera. Padecía craniopagus parasiticus, una malformación extremadamente rara de la que, estadísticamente, se han documentado entre 2 y 3 casos por cada 5 millones de nacimientos. Lo más extraordinario del caso es que se trata del único individuo conocido que ha sobrevivido con dicha malformación.
El niño vivió, si es que se puede decir así, hasta los 4 años, cuando murió a causa del mordisco de una cobra. Médicos y coleccionistas ofrecieron grandes sumas de dinero para quedarse con el cuerpo, pero los padres eran muy religiosos y decidieron enterrarlo. Esto no impidió que un agente comercial británico con pocos escrúpulos desenterrase el cadáver y lo examinase. Regaló el cráneo a un capitán de la Compañía de las Indias Orientales y este, a su vez, lo entregó a Everard Home, cirujano y coleccionista de curiosidades. Hoy en día el cráneo se exhibe en la colección del Museo Hunterian de Glasgow.
Cuando el doctor Home diseccionó el cadáver del niño, se quedó sorprendido al comprobar que cada cabeza tenía un cerebro completo. Los cráneos estaban unidos por la coronilla, faltándoles el hueso parietal. La segunda cabeza era parcialmente funcional: tenía la mandíbula pequeña y bajo ella empezaba a formarse lo que debería haber sido el cuello, en el cual encontró unas masas que deberían haber sido los pulmones y el corazón.
Home recogió testimonios de personas que habían visto al niño en vida, entre las cuales se encontraban algunos médicos británicos residentes en la India. Según estos testimonios, la segunda cabeza reaccionaba a los estímulos de forma independiente a la primera: cuando el niño lloraba o reía, la segunda cabeza no siempre hacía lo mismo; ambas pedían de mamar por separado; y podían dormirse o despertarse individualmente. Pero lo más inquietante es que la segunda cabeza dormía con los ojos abiertos, lo cual según los médicos se debía a que estos no reaccionaban a la luz.
El doctor Hope hizo público el caso del “niño de Bengala” en 1790 y acompañó su estudio con dibujos y descripciones detalladas. Se trató del primer caso conocido de una malformación que hoy se conoce como craniopagus parasiticus.