¿Algún médico en el avión?
Las incidencias más habituales son los desmayos y problemas gastrointestinales
Un estudio señala que en más del 80% de los casos hay un pasajero médico para ayuda
MADRID.- Con millones de personas sobrevolando el cielo cada año en aviones de líneas comerciales, no es extraño que ocurran cientos de emergencias médicas a bordo. Un análisis con los datos de dos aerolíneas europeas señala que los desmayos, los trastornos gastrointestinales y los problemas cardiacos encabezan la lista de los más habituales.
Publicado en las páginas de la revista 'Critical Care', éste es probablemente uno de los pocos análisis exhaustivos de lo que ocurre en el aire cuando alguien enferma. Porque como critican los propios autores, no existe una tendencia generalizada a recoger estos datos, y sigue habiendo importantes diferencias entre compañías y países.
Para su estudio, el equipo de Michael Sand, de la Universidad alemana de Bochum, pidió los datos de las emergencias sufridas a bordo a 32 compañías aéreas europeas (incluida la española Iberia); aunque finalmente sólo pudieron contar con los datos sistematizados de dos de ellas. El resto no lo hicieron por política de empresa o directamente porque carecían de esa información ("en todo el mundo sólo se documentan el 17% de las emergencias a bordo").
Entre 2002 y 2007, los aviones de ambas aerolíneas (cuyos nombres no se especifican) sufrieron un total de 10.189 problemas médicos en el aire. En el 53,5% de los casos se trataba de pasajeros que habían sufrido un síncope o un desmayo; la incidencia más habitual. Otro 9% de los problemas de debió a alteraciones gastrointestinales y sólo un 5% sufrió algo relacionado con el corazón.
Como confirma a elmundo.es un portavoz de la compañía Iberia, el 90% de los problemas que surgen durante el vuelo pueden considerarse leves, y se suelen solucionar con analgésicos. Sólo en el 10% restante se necesitan otros 'remedios', como gotas para la nariz y los ojos, o sueros para las diarreas. La lista de los medicamentos y material médico que debe ir en el avión está regulado por las normativas JAR OPS 1745 (que se refiere a los primeros auxilios) y JAR OPS 1755 (para el botiquín de emergencia, que sólo es obligatorio en vuelos de largo radio y puede utilizar únicamente personal médico).
Según el análisis, los diagnósticos quirúrgicos son mucho más infrecuentes, con sólo 47 casos de trombosis venosa, 27 ataques de apendicitis (lo que representa apenas el 0,25% del total) y una hemorragia digestiva. En cinco años sólo hubo dos partos en pleno vuelo y 52 fallecimientos.
En el 2,8% de los casos, la situación del pasajero obligó a desviar el avión de su ruta. En más de la mitad de estos casos se trataba de un vuelo intercontinental y en el 23% de las situaciones se debió a un infarto de miocardio.
Teniendo en cuenta la dificultad de recopilar los datos, Sand admite que es difícil hacer recomendaciones generalizadas. Aunque sí se atreve a apuntar una: "Considerando que las incidencias cardiacas son las terceras más comunes, los pacientes con problemas de corazón o sospechas de un infarto de miocardio podrían beneficiarse de la existencia de un desfibrilador externo en el avión". Este instrumento ya es obligatorio, por ejemplo, en los aviones comerciales de EEUU con más de 12 asientos o más de un auxiliar de vuelo.
Para tranquilidad de los más temerosos de volar, el estudio asegura que en el 86% de los casos había un médico a bordo para atender al pasajero enfermo; un dato que también confirma Iberia. Algunos miembros de la compañía aún recuerdan aquel vuelo en el que una mujer se puso de parto, y para sorpresa de la tripulación se encontraron entre los pasajeros con un ginecólogo, un pediatra y una matrona.
Aunque también en esto hay diferencias entre países. Al margen de su responsabilidad ética, los galenos de EEUU, Canadá o Reino Unido no están obligados por ley a responder a una emergencia a bordo, mientras que sí lo están en la Unión Europea o Australia. En EEUU incluso, están protegidos legalmente ante las posibles cosecuencias de sus actos en el aire.
Es previsible, apuntan, que el aumento de los desplazamientos en avión y el envejecimiento de la población (más del 50% de los pasajeros en 2030 tendrá más de 50 años), estas incidencias aéreas se produzcan con más frecuencia. El estrés, el incremento en las medidas de seguridad en los aeropuertos, el pequeño espacio de los asientos o los retrasos, son algunos de los factores que no ayudan a mejorar el panorama. Aunque eso sí, a pesar de todo, recuerdan a los pasajeros que el avión sigue siendo el modo más seguro de viajar.
Algunos consejos para un vuelo más confortable
No coma alimentos pesados ni flatulentos antes de volar.
Si se le taponan los oídos en el aire, cierre la nariz con los dedos y sople suavemente sin sacar el aire. Sonarse la nariz o masticar chicle también pueden ayudarle a aliviar esa sensación provocada por el cambio de presión.
Evite el alcohol y el café; ambas bebidas tienen un efecto deshidratante, que empeorará la sensación de sequedad que se produce a bordo.
Por el mismo motivo, procure beber agua y zumos durante el vuelo.
Lleve ropa poco ajustada y a ser posible de fibras naturales para mejorar la ventilación de la piel.
Realice pequeños movimientos con las piernas sobre el sitio y dé paseos cortos por la cabina cuando sea posible para prevenir los problemas circulatorios.
Como (casi) todo en aviación, esto también está estrechamente regulado, esta vez en el anexo 6, parte I de la Convención de Chicago de la OACI: allí encontramos una relación del material médico mínimo que, por normativa, ha de llevar todo avión de pasajeros (aunque luego cada compañía es más o menos exhaustiva). Pero mejor que leer un tocho legal, asomémonos a un avión de verdad:
DOCUMENTOS DE LA OACI RELACIONADOS CON SALUD
Como veis, hay dos tipos de botiquín: uno de uso general, obligatorio en cualquier avión de pasajeros, y que lo puede usar cualquier pasajero o miembro de la tripulación, y otro para uso médico, obligatorio en aviones de más de 100 pasajeros, y que sólo puede ser desprecintado por una persona que se identifique como médico. ¿Queréis que comentemos qué lleva cada uno?
Botiquín de primeros auxilios.
Botiquín de primeros auxilios de IBE, abierto
Antiácido. Todos sabéis qué es el Almax y para qué sirve (especialmente un domingo por la mañana).
Antidiarreico. Una cosa es ir suelto de tripa, y otra es pasarse cuatro horas de vuelo sentado en el retrete yéndose de vareta. Eso sí: recordad que hay que prestar atención a una serie de signos antes de tomar un antidiarreico, porque no siempre es una buena idea…
Antiemético. El archiconocido Primperan, que actúa sobre el centro del vómito, evitando las náuseas pero sin acelerar el tránsito intestinal. Eso sí: también puede producir efectos secundarios de tipo motor (como buen antidopaminérgico nos «agarrota»), y no nos va a quitar la sensación de mareo.
Analgésico y antipirético. Nos dan dos opciones, aspirina y paracetamol. La aspirina, además de quitar el dolor y la fiebre, es un potente antiinflamatorio que también sirve como antiagregante (dificulta la detención del sangrado en las heridas… o la progresión del infarto). Por el contrario, el paracetamol carece de los efectos secundarios de la aspirina, pero a cambio no sirve como antiinflamatorio.
Descongestionante nasal: La oximetazolina contrae los capilares de los plexos nasales, disminuyendo la «fuga» de líquido y, con ello, el moqueo. No obstante, no entiendo por qué se considera una medicación de emergencia…
Material de curas: algodón, tiritas, esparadrapo, guantes (no estériles, sólo protegen al socorrista), mascarilla de resucitación (idem) y demás material que puedes necesitar para hacer una primera cura (dichosos compartimentos de equipaje de mano, que parece que tienen un imán para tu cabeza…).
Aquí ya encontramos cosas más serias, aunque aún echo de menos otras que comento después.
Analgésico. Parecido al paracetamol, sólo que esta vez es tramadol, un derivado opioide que tiene una potencia bastante mayor (aunque no llega a ser morfina: no se le considera estupefaciente).
Antiespasmódico. Un cólico de riñón o de vesícula duelen porque la piedra crea una obstrucción que el cuerpo intenta vencer contrayendo el músculo: estos espasmos son los que hacen que te subas por las paredes por el dolor. Y son los que evita la Buscapina.
Ansiolítico. Todo el mundo conoce el Valium, un ansiolítico que te deja tranquilo como una malva. Y además, intravenoso como viene en este botiquín tiene la ventaja de que también se puede usar para detener una crisis epiléptica, ¡dos por uno!
Antihistamínico. En toda reacción alérgica está implicada la liberación de histamina, la misma molécula que hace que se te hinche y pique la piel cuando un mosquito se ha dado un festín. La cetirizina es un medicamento (bastante débil) que impide la acción de la histamina; sin embargo, su poca potencia lo hace inútil en reacciones alérgicas «graves» como la anafilaxia.
Corticoides. Hidrocortisona, metilprednisolona… son glucocorticoides, un tipo de sustancias producidas por nuestra glándula suprarrenal que sirven lo mismo para un roto que para un descosido, aunque resumidamente son reguladores del metabolismo, antiinflamatorios y preparan al organismo para una situación de estrés. A efectos prácticos, lo mismo reducen la inflamación del bronquio en un ataque de asma que te solucionan una anafilaxia, por no hablar de ciertas personas que tienen niveles patológicamente bajos de corticoides, y en los que darles un «empujoncito» puede salvarles la vida.
Digoxina. Es un extracto de la Digitalis lanata que, en una urgencia, sirve para frenar la frecuencia cardiaca en reposo. Muy útil, por ejemplo, para ancianos con fibrilación auricular (una arritmia en la que las aurículas tienen una gran actividad eléctrica desordenada que, si se transmite a los ventrículos, puede generar una taquicardia importante).
Atropina. Otro extracto vegetal, de Atropa belladonna, una planta que recibe su nombre del uso que le daban las damas italianas, pues se aplicaban unas gotas en los ojos para dilatar las pupilas y lucir más guapas (y, añado yo, no ver ni un pijo). Pero el motivo de llevar a bordo este fármaco no es estético, sino conseguir acelerar el corazón cuando está latiendo demasiado lento.
Nitroglicerina. Aparte de lo que todos estáis pensando, la nitroglicerina es un potente vasodilatador que se usa en el caso de una angina de pecho o un infarto. Por una parte dilata la circulación periférica, por lo que baja la resistencia de los vasos y disminuye el esfuerzo que tiene que hacer el corazón para bombear la sangre. Y, por otro lado, también dilata las arterias coronarias, aumentando el flujo de sangre que irriga el miocardio. Con ambas acciones (disminución del esfuerzo y aumento del riego) se consiguen disminuir los síntomas de la angina.
Adrenalina. La adrenalina sirve lo mismo para un roto que para un descosido: dilata los bronquios, sube la presión arterial, aumenta la frecuencia cardiaca… Por eso puede salvarle la vida a alguien con un shock anafiláctico o una parada cardiaca. Es un medicamento básico en reanimación, tanto que suele venir en jeringas precargadas.
Furosemida. La furosemida (Seguril™) es un potente diurético. ¿Y qué necesidad hay de ponerse a mear a 10.000 m de altitud? Ninguna… a no ser que tu corazón sea incapaz de acoger todo el volumen de líquido que le llega, y entonces éste se empiece a acumular en el pulmón, encharcándolo y dificultando la oxigenación de la sangre. Entonces convendrá ayudar a que el riñón se deshaga del líquido sobrante.
Salbutamol. Un broncodilatador muy eficaz, en versión inhalada e intravenosa (muy rápida, pero que te pone el corazón a mil por hora).
Glucosa. Los diabéticos toman medicamentos (insulina, metformina…) para bajar sus niveles de glucosa en sangre. El problema es que, si la glucosa baja demasiado, empiezas a ponerte nervioso, a sudar, se te va la cabeza, tienes convulsiones, y puedes acabar muriéndote. Por eso, un chutazo de glucosa en forma de zumo o de solución intravenosa puede salvarte la vida (y por eso los diabéticos que se pinchan insulina llevan siempre algo dulce).
Material médico: agujas y catéteres, para administrar medicación, esfingomanómetro para la presión arterial, un fonendo para jugar a médicos y enfermeras o saber si el paciente tiene un edema pulmonar, el tubo orofaríngeo que mantiene abierta la vía aérea si el paciente está inconsciente…
No está mal, la verdad. Pero yo añadiría algunas cosas: fármacos como heparina (¿y si un paciente sufre una trombosis durante el viaje?), morfina o equivalente (si tienes un cólico renal, posiblemente sea lo único que te calme el dolor) y adenosina (útil y seguro para ciertas arritmias). Dispositivos como una bolsa para hacer respiración artificial, algo tan obvio como un bisturí, o finezas como una sonda urinaria para una retención de orina (imagina volar 12 horas con una vejiga como un balón de reglamento), paños estériles o pinzas para cordón umbilical (anda que no hay pelis con embarazadas pariendo en los lugares más inverosímiles), o un pulsioxímetro digital que nos indique la oxigenación de la sangre. Y, por supuesto, un desfibrilador automático, aunque a esto le dedicaremos una entrada otro día.
En fin, espero haber saciado vuestra curiosidad, y que nunca tengáis que comprobar por vosotros mismos el contenido de esta entrada.
Realizado gracias a la amabilidad de @Iberia y la TCP barcelonesa del vuelo IB449 BIO-MAD del 25 de septiembre: muchas gracias a ambos por el material proporcionado.
Marco legal vigente y aspectos prácticos de la oxigenoterapia durante los viajes en avión
Las aerolíneas no quieren médicos a bordo 30 mayo, 2018
https://www.turama.es/las-aerolineas-no-quieren-medicos-a-bordo
Es evidente que cuando nos subimos a un avión, sobre todo si se trata de vuelos de larga duración, siempre esperamos que entre nuestros compañeros de viaje se encuentre algún doctor, por aquello de lo que pueda pasar.
Sin embargo, muchas compañías aéreas se han dado cuenta que este hecho, en vez de proporcionarles un beneficio añadido, les puede traer problemas.
Para cualquier licenciado en medicina, lo último que espera oír cuando se va de viaje es la típica llamada por la megafonía del avión reclamando la presencia urgente de un médico. Se trata de un plato de mal gusto que hay que atender, cumpliendo con el código deontológico de la profesión, por lo que se presupone que inhibirse en estos casos no es una opción.
Lamentablemente, en este tipo de situaciones los profesionales de la medicina tienen mucho que perder y muy poco que ganar. Además del posible agradecimiento del afectado y la sensación de haber cumplido con una obligación ética, las aerolíneas no suelen compensar el mal momento que se pasa atendiendo a un paciente en condiciones muy poco favorables y sin apenas medios técnicos ni apoyo.
Si bien es cierto que algunos profesionales reconocen que determinadas aerolíneas cuentan con botiquines y un equipo adecuado para atender este tipo de emergencias, como por ejemplo Iberia, en otras echan en falta elementos indispensables para poder responder adecuadamente ante las mismas, o los que hay no están en buen estado de conservación.
Esto, sumado al estrés del momento en un entorno extraño y ajeno para la gran mayoría de médicos, muchas veces ha llevado a las compañías aéreas a tener que realizar aterrizajes no programados para poder desembarcar al pasajero afectado, lo que supone una enorme pérdida no sólo de tiempo, sino también de dinero.
Y cuando hablamos de perder dinero, ya sabemos que no hay muchas aerolíneas que estén dispuestas a malgastar un solo euro, razón por la cual han nacido varias empresas médicas cuyo último fin es prestar su asesoramiento para evitar que se puedan producir desvíos innecesarios en las rutas que operan.
Hasta ahora, lo normal era seguir el criterio profesional del facultativo que se encontraba prestando atención al pasajero enfermo, pero algunas compañías aéreas han llegado a la conclusión de que en muchos casos estos médicos recomendaban aterrizar lo antes posible para que el afectado pudiese recibir asistencia en algún centro hospitalario, supuestamente presionados por el temor a hacer algo incorrecto o a no detectar alguna patología más grave, lo que podría derivar en una situación de extrema urgencia en la que se verían implicados de lleno y de la que podrían llegar a ser responsables, en caso de aplicarse determinadas legislaciones de algunos países.
De este modo, se han creado en los EEUU las empresas MedAire, ubicada en Phoenix, y STAT-MD Inc, que presta sus servicios desde Pittsburgh, las cuales ya están trabajando en la actualidad con más de 20 compañías aéreas de todo el mundo.
Según declaraciones de T.J. Doyle, director médico de STAT-MD Inc., su función es evitar los desvíos y aterrizajes no programados derivados de emergencias médicas a bordo.
Para el doctor Doyle, el médico que se presenta voluntario dentro del avión sólo debería prestar funciones de recogida de datos e información, o en último caso realizar los procedimientos que pudiesen corresponder, única y exclusivamente.
A pesar de que tanto en los EEUU, como en muchos otros países, este tipo de situaciones están protegidas legalmente para que el afectado no pueda reclamar al profesional médico por una asistencia prestada dentro de la cabina de un avión, y probablemente sin poder disponer de los medios técnicos necesarios para ello, es cierto que la reputación profesional sí podría verse muy afectada en caso de un desenlace fatal.
El doctor Doyle insinúa, o deja entrever, que los médicos voluntarios solicitan en la mayoría de los casos el aterrizaje urgente del avión para protegerse profesionalmente, sin tener en cuenta las consecuencias económicas que esta circunstancia provoca a la aerolínea.
Así, estas dos empresas serán las que tomen la decisión final sobre la conveniencia, o no, de realizar el desvío, descargando al médico voluntario de tener que asumir esta responsabilidad.
Sin embargo, lo que para algunos podrían ser buenas noticias, para otros es una señal más de la falta de escrúpulos de algunas compañías aéreas cuando se trata de ahorrar dinero.
Si bien algunos profesionales agradecen que se les quite este peso de encima y actuar sólo como la mano ejecutora de las instrucciones que se reciban de la empresa médica que asesore a la aerolínea, otros tantos facultativos y la gran mayoría de pasajeros, no aceptan este nuevo sistema.
La polémica saltó a los medios de comunicación a raíz de lo ocurrido en el año 2016 en un vuelo de la compañía United, entre Chicago y Roma.
Lewis Christman presentó una demanda contra esta aerolínea norteamericana, después de sufrir una pancreatitis aguda y pasar 7 horas tirado en el suelo en posición fetal y vomitando. A pesar de la insistencia de un facultativo que se encontraba dentro del avión y que recomendó en múltiples ocasiones el aterrizaje del mismo, United decidió seguir el vuelo con normalidad, basándose en la opinión de sus asesores médicos.
El señor Christman pasó los 3 meses siguientes ingresado en un hospital y su abogado, David Axelrod, considera que si se hubiese prestado una asistencia adecuada en su momento, las consecuencias para su cliente no hubiesen sido tan graves.
En este caso, el letrado del pasajero afectado considera que la aerolínea puso por delante sus intereses económicos, a pesar de que uno de sus pasajeros presentaba una urgencia médica que podría haber derivado en consecuencias fatales.
De esta manera, la polémica ya está servida. Mientras algunos médicos agradecen pasar a un segundo plano en este tipo de situaciones, otros tienen la sensación de que se les está pasando por encima, defendiendo criterios económicos antes que los puramente médicos, y la gran mayoría de pasajeros entienden que pueden quedar muy desprotegidos.
Por último, nos gustaría volver a recordar los comentarios realizados por varios profesionales médicos que han hablado con Turama sobre este asunto, indicando que si bien algunas compañías aéreas agradecen los servicios prestados, incluso con algún tipo de detalle comercial, como la entrega de pequeños neceseres o la invitación a beber o comer algo, como según nos dicen suele ocurrir en Iberia, en otras conocidas aerolíneas españolas se limitan al envío de un correo electrónico de agradecimiento, varios días después del vuelo. En muchas ocasiones, ni eso.
Si bien estos profesionales reconocen y asumen que su vocación y ética profesional les obliga a prestar asistencia en cualquier tipo de circunstancia, en ocasiones han tenido que pasar todo un vuelo al lado de un pasajero enfermo, sin poder dormir o descansar, y esta es una circunstancia que algunas aerolíneas deberían aprender a valorar.