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Aunque pueda contener afirmaciones, datos o apuntes procedentes de instituciones o profesionales sanitarios, la información contenida en el blog EMS Solutions International está editada y elaborada por profesionales de la salud. Recomendamos al lector que cualquier duda relacionada con la salud sea consultada con un profesional del ámbito sanitario. by Dr. Ramon REYES, MD

Niveles de Alerta Antiterrorista en España. Nivel Actual 4 de 5.

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Fuente Ministerio de Interior de España

Sunday, July 28, 2024

falacea: 7 falacias lógicas que te ayudan a detectar un argumento infundado en una discusión

Del lat. fallacia.

1. f. Engaño, fraude o mentira. No lo creas, es una falacia.

Sin.: 
engaño, fraude, falsedad, mentira, calumnia, embuste, dolo, abulencia.
Ant.: 
verdad, autenticidad.
Sinónimos o afines de falacia
engaño, fraude, falsedad, mentira, calumnia, embuste, dolo, abulencia.
Antónimos u opuestos de falacia
verdad, autenticidad.
Real Academia Española © Todos los derechos reservados

Si navegas por las redes sociales, sintonizas las noticias o simplemente planteas un tema candente a un conocido, es probable que, en cuestión de minutos, te encuentres en una trampa. Estas trampas son tan viejas que se remontan a la antigua Grecia.

Se llaman falacias lógicas. En pocas palabras, una falacia lógica es un error en el razonamiento que, a pesar de no tener ninguna relación con el mérito real de una afirmación, puede (de manera muy confusa) hacer que esa afirmación parezca más convincente.

Usar una falacia lógica no significa necesariamente que alguien esté equivocado. Sin embargo, puede indicar un pensamiento y una lógica defectuosas si se usa sin intención, o un intento de manipular la verdad para que sea más persuasiva si se usa deliberadamente.

De cualquier manera, es una señal de alerta que debería generar más preguntas y debate. Esto incluye, crucialmente, tu propio modo de pensar y los argumentos con los que tiendes a estar de acuerdo.

Aquí te presentamos siete falacias a tener en cuenta. Algunas son errores de lógica (conocidas como falacias "formales"), mientras que otras tienen que ver con el mal uso del lenguaje y la evidencia (falacias "informales"), pero la consecuencia es siempre un argumento erróneo.

1. Apelar a la ignorancia
Esto ocurre cuando se interpreta que la falta de pruebas significa que una afirmación es real, en lugar de imponer la carga de la prueba a la persona que hace la afirmación.

Es una falacia que comúnmente subraya los argumentos a favor de las teorías de la conspiración.
Pregúntale a una de las más de 10 millones de personas que se estima que creen que las lagartijas gobiernan el mundo acerca de la evidencia que respalda su afirmación, por ejemplo, y podrían responder: "Bueno, estas lagartijas son demasiado inteligentes para dejar evidencia. ¡Esto es lo que hace que esta situación sea tan peligrosa! ¿Cómo puedes estar seguro de que no es verdad?”

Puede que termines rascándote la cabeza, pero, con suerte, no será porque te han convencido: es porque te han tendido la trampa de la falacia de "apelar a la ignorancia".

2. Ad hominem
Se trata de una falacia en la que se rechaza una afirmación sobre la base de un aspecto del carácter, la identidad, las motivaciones o incluso las relaciones que tiene una persona con los demás.

Piensa en el profesional de la salud al que le dicen que sólo recomienda vacunas porque deben ser un cómplice de las grandes farmacéuticas, o en las investigaciones de los científicos del clima que son descartadas basándose en que deben tener motivaciones ideológicas.

El tipo más obvio (y absurdo) de ad hominem, sin embargo, es el que no sólo ataca a una persona en lugar de abordar su argumento, sino que persigue algo completamente irrelevante para el tema en cuestión, como un candidato político en un debate televisivo que dice que la elección de ropa, la destreza en el golf o el peinado de su oponente significan que no es posible que sea un buen líder.

3. Pendiente resbaladiza
Este es el argumento de que dar un paso o implementar una medida conducirá inevitablemente a medidas cada vez más drásticas, como un objeto que se desliza por una pendiente resbaladiza.
Es particularmente común en los debates sobre políticas. Piensa en el argumento que algunos opositores al matrimonio entre personas del mismo sexo esgrimieron contra su legalización en lugares como Estados Unidos o Europa.

En 2016, investigadores de la Universidad de California en Los Ángeles descubrieron que muchas personas que estaban en contra de la política estaban persuadidas por el argumento de que conduciría a una mayor promiscuidad sexual en toda la sociedad y amenazaría su propia forma de vida.

Este argumento en particular es falaz porque, en lugar de debatir el cambio de política en sí (si el matrimonio entre personas del mismo sexo debería legalizarse), la política fue descartada por temor al resultado previsto (el colapso de la sociedad tradicional).

4. Falacia del hombre de paja o del espantapájaros
Esto lo veo todo el tiempo, especialmente en las redes sociales. Es cuando se tergiversa el argumento de la otra parte para hacerlo parecer más ridículo y, por tanto, fácil de derrotar.

Piensa en alguien que presenta un argumento matizado de que el consumo excesivo de azúcar puede aumentar el riesgo de problemas de salud como enfermedades cardíacas.

Una respuesta utilizando esta falacia sería: "Oh, ¿y qué? ¿El azúcar está matando a todo el mundo y debería prohibirse? ¡Eso es absurdo!"

Esto distorsiona el argumento original, haciéndolo más fácil de derrotar. Una forma de luchar contra esta falacia, así como de agudizar tu propio pensamiento es probar con el método conocido como "hombre de acero": presenta el argumento de tu oponente de la mejor manera posible (quizás incluso mejor que él mismo) antes de expresar por qué no estás de acuerdo.

5. Apelar a la autoridad
Este pernicioso argumento sostiene que las credenciales, la fama o la reputación de alguien por sí solas prueban que debe tener razón.

Si las personas perciben a alguien como una autoridad, tienen un sesgo cognitivo innato que les hace asumir que tienen experiencia en todas las cosas (incluso en temas en los que no tienen experiencia).
Como muchas falacias lógicas, parece que podría o debería ser relevante: si alguien tiene credenciales y experiencia en un área determinada, ¿no debería ser más confiable su opinión sobre esa área?

Para ser claros, debería serlo. Lo que hace que esto sea una falacia es cuando alguien acepta un argumento únicamente por quién es la persona, en lugar de por la evidencia o el razonamiento del argumento.

Más problemática aún es la versión conocida como "apelación a una autoridad irrelevante". Nuestra tendencia a creer algo porque, digamos, una celebridad lo dice, incluso si no tiene ninguna experiencia en el tema en cuestión, una tendencia clásica en el mundo actual obsesionado con los influencers.

Pero las "autoridades irrelevantes" no siempre son tan obvias. Tomemos como ejemplo los argumentos sobre el cambio climático, cuando los escépticos citan a alguien como un físico teórico como experto, a pesar de que la física teórica generalmente tiene muy poco que ver con la ciencia del clima.

6. Falsa dicotomía
Presentar un escenario complejo como si solo hubiera dos opciones, a menudo opuestas, en lugar de múltiples opciones.

Piensa en esa famosa frase utilizada por el presidente George W. Bush poco después del 11 de septiembre: "O estás con nosotros o contra nosotros". Esto implicaba para la comunidad internacional que sólo había dos opciones: respaldar completamente a Estados Unidos, incluso en su invasión de Afganistán, o considerarse enemigos.

En realidad, por supuesto, había un espectro de otras opciones que las naciones podían tomar, y tipos de aliados (o enemigos) que podían ser.

7. Whataboutismo (también conocido como “y tú más” o “y que pasa con”)
A veces considerada como una especie de pista falsa (una falacia lógica que utiliza información no relacionada para desviar la atención de las fallas del argumento), el whataboutismo (una palabra tomada del inglés what about: y qué hay acerca de...) tiene como objetivo distraer la atención.

Describe cuando, normalmente en respuesta a una acusación o una pregunta, alguien responde con su propia acusación.

En una discusión con un compañero, por ejemplo, podrías decir: "Heriste mis sentimientos cuando hiciste tal cosa". Una respuesta de whataboutism podría ser "¡Bueno, tú nunca sacas la basura!"
En política, uno de los ejemplos más infames es cuando se acusa a Rusia de violaciones de derechos humanos y sus líderes responden: "Bueno, ¿y qué me dices de Occidente?".

Si bien esta falacia puede servir para ilustrar la hipocresía, se desvía del argumento original. Dos errores no hacen que algo sea correcto, pero un whataboutismo puede hacer que parezca que lo sea.

Comprender y detectar falacias lógicas como ésta puede ser una forma realmente útil de pensar críticamente sobre lo que lees o ves, y de hacer que las conversaciones no se salgan del tema de la discusión.

Sin embargo, como comenzamos esta nota hablando de matices, subrayemos: si alguien usa una falacia lógica, no significa necesariamente que su conclusión sea incorrecta. Esa, de hecho, sería otra falacia, y quizás mi favorita de todas: lel argumento ad logicam o argumento desde la falacia

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Todos cometemos errores: si contaste cuánta gente hay en un lugar y me dices que 10 cuando son 11, sencillamente te equivocaste. Pero si argumentas que hay cuadrados redondos, eso ya es otra cosa.

Las falacias, en lógica, son razonamientos erróneos que tienen la apariencia de solidez.

Son afirmaciones sin fundamento que a menudo se entregan con tal convicción que las hace parecer como si fueran hechos probados, y pueden adquirir una vida propia cuando se popularizan y se convierten en parte de un credo.

No sólo son incorrectas sino que, usadas a sabiendas, son deshonestas.
De hecho, falacia proviene del latín fallacia, por engaño, así que técnicamente significa una falla en un argumento que lo hace engañoso.
Lo bueno es que una vez detectadas invalidan el argumento.

El filósofo Aristóteles, quien hizo el primer estudio sistemático conocido de las falacias en su De Sophisticis Elenchis (Refutaciones sofísticas), pensaba que era necesario conocerlas para armarnos contra los errores más seductores, y describió 13 tipos.

Hoy en día, los filósofos tienen listas de cientos de falacias con nombre propio.

Escogimos tres para que estés alerta. Todas ellas tienen que ver con políticos, que a menudo se valen de falacias para justificar lo injustificable o para salir de apuros.

La falacia si-por-whisky
Esta falacia debe su nombre a un discurso considerado como uno de los más astutos en la historia de la política estadounidense.

Pasó a la historia como el "discurso del whisky", y fue pronunciado en 1952 por Noah S. Sweat, un joven legislador de Mississippi, EE.UU., que más tarde fue juez y profesor universitario.

Los legisladores habían estado debatiendo si finalmente se debía levantar la ley seca y de eso habló Sweat a pesar de que, según empezó diciendo, "no tenía la intención de discutir este tema controvertido en este momento en particular".

Lo hizo, afirmó, por que no quería que pensaran que rehuía la controversia: "Por el contrario, tomaré una posición sobre cualquier tema en cualquier momento, independientemente de cuán controvertido sea".

Lo gracioso es que hizo todo lo contrario y de una manera tan magistral que le dio el nombre a esta falacia.

Aquí va el discurso (resumido):

"Me han preguntado qué siento respecto al whisky (...):

"Si por 'whisky' te refieres al brebaje del diablo, el azote del veneno, el monstruo sangriento que contamina la inocencia, destrona la razón, destruye el hogar, crea miseria y pobreza, sí, literalmente toma el pan de la boca de los niños pequeños; si te refieres a la bebida maligna que derroca al hombre y la mujer cristianos del pináculo de la vida recta y llena de gracia al abismo sin fondo de la degradación (...), entonces ciertamente estoy en contra.

"Pero si por 'whisky' te refieres al aceite de la conversación, el vino filosófico (...); la bebida que permite a un hombre magnificar su gozo y su felicidad y olvidar, aunque sólo sea por un momento, las grandes tragedias, los dolores y las tristezas de la vida (...), cuya venta vierte en nuestras tesorerías incontables millones de dólares, que se utilizan para cuidar tiernamente a nuestros pequeños niños lisiados (...), entonces ciertamente estoy a favor".

Terminó declarando: "Esta es mi posición. No me apartaré de ella. No me comprometeré"
Y esa es una táctica común en la política: dar una respuesta a una pregunta que depende de las opiniones del interrogador y utiliza palabras con fuertes connotaciones.

Es una falacia que parece apoyar ambos lados de un problema, y se utiliza para ocultar la falta de una posición o para esquivar preguntas difíciles.

La falacia de McNamara
Otro político, otra falacia.

En este caso, se trata de Robert McNamara, el secretario de Defensa de EE.UU. de 1961 a 1968.

Durante la Segunda Guerra Mundial, McNamara sirvió en el Departamento de Control Estadístico del ejército de EE.UU., donde aplicó una metodología estadística rigurosa a la planificación y ejecución de misiones de bombardeo aéreo, logrando una mejora espectacular en la eficiencia.

Después de la guerra, fue reclutado por Ford Motor Corporation que estaba perdiendo dinero. Con sus habilidades de análisis estadístico racional, McNamara logró mejoras dramáticas.

Cuando llegó al Pentágono, aplicó el mismo riguroso análisis sistémico que le había funcionado tan bien.

A medida que se intensificaba el conflicto en Vietnam, creyó que mientras las bajas del Viet Cong excedieran el número de muertos estadounidenses, la guerra finalmente se ganaría, así que los estadounidenses básicamente se dedicaron a contar cadáveres.
.
"Las cosas que puedes contar, debes contarlas; la pérdida de la vida es una de ellas", escribió en su libro "En retrospectiva: la tragedia y lecciones de Vietnam".

Pero esta vez estaba trágicamente equivocado. Él mismo admitiría más tarde que el énfasis excesivo en una sola métrica cruda simplificó en exceso las complejidades del conflicto.

Como dice la máxima:

No todo lo que se puede contar cuenta.No todo lo que cuenta se puede contar.

Y algo que no podía contar era la osadía de "movimientos populares altamente motivados".

Su nombre quedó vinculado inextricablemente con el fracaso estadounidense en Vietnam.

En 1972, el sociólogo Daniel Yankelovich acuñó la frase "La falacia de McNamara":

"El primer paso es medir cualquier cosa que se pueda medir fácilmente. Esto está bien hasta cierto punto.

"El segundo paso es descartar lo que no se puede medir fácilmente o darle un valor cuantitativo arbitrario. Esto es artificial y engañoso.

"El tercer paso es suponer que lo que no se puede medir fácilmente en realidad no es importante. Esto es ceguera.

"El cuarto paso es decir que lo que no se puede medir fácilmente en realidad no existe. Esto es suicidio".
La falacia de McNamara es una de las trampas más peligrosas pues se ha usado para guiar decisiones políticas en campos tan vitales como la salud y la educación.

Pero que el riesgo exista no quiere decir que se deben abandonar las mediciones y métricas cuantitativas; la cuantificación es una herramienta analítica valiosa.

Lo que hay que tener en cuenta, como señaló el estadístico W. Edwards Deming, es que "nada se vuelve más importante sólo porque se puede medir. Se vuelve más medible, eso es todo".

La clave es recordar que medir no es entender, que la realidad es multidimensional y que lo cualitativo es tan valioso como lo cuantitativo.

La falacia del político
La última de nuestras falacias no es tan conocida pero probablemente te has topado con ella brotando de labios de un político o de tu jefe.

Tiene un origen gracioso: fue identificada en la serie "Yes, Prime Minister" (Sí, Primer Ministro) de la BBC, una comedia que seguía las batallas entre un primer ministro y su secretario de gabinete.

Aunque obviamente ficticia, retrataba tan bien lo que ocurría en los corredores del poder que varios políticos británicos han dicho que parecía más bien un documental.
La falacia del político fue expuesta en un episodio de 1988 y desde entonces ha hecho eco en el Parlamento británico, en los medios internacionales y toda suerte de análisis y discusiones.

Su modelo es: "Debemos hacer algo, esto es algo, por lo tanto debemos hacer esto".

Conocida también como el silogismo del político, es una falacia lógica, similar a concluir, tras afirmar que algunos estadounidenses son ricos y que algunos pobres son estadounidenses, que algunos pobres son ricos.

A pesar del absurdo, es usada para pretender que se tiene una solución a un problema, sin importar cuán ineficaz o hasta dañina sea.

En tiempos de crisis económicas, por ejemplo, no es raro que se anuncien cortes de impuestos que no mitigan el sufrimiento de los más afectados, ni abordan los factores subyacentes de la emergencia ni determinan cómo prevenir futuras crisis.

Sin embargo, suenan bien y, cuando se trata de política, eso a menudo es equivalente al éxito.

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FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES
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