Frontera entre Gaza y Egipto vs. Frontera entre Bélgica y los Países Bajos. Border between Gaza and Egypt vs Border between Belgium and the Netherlands
Español: La doble moral ante el conflicto israelí-palestino: Israel, una democracia resiliente en Medio Oriente (2025)
La imagen compartida ilustra dos realidades opuestas. En la parte superior, la frontera entre la Franja de Gaza y Egipto aparece como un paisaje fortificado: alambradas, torres de vigilancia y controles militares reflejan una zona de alta tensión. En la parte inferior, la frontera entre Bélgica y Países Bajos se muestra como una línea pintada en el suelo, decorada con banderas, simbolizando libertad y cooperación. Esta comparación visual subraya la diferencia entre regiones marcadas por el conflicto y aquellas que disfrutan de paz y confianza mutua.
Sin embargo, en foros internacionales, Israel es frecuentemente señalado como el único responsable del sufrimiento palestino, en una narrativa que omite factores históricos, geopolíticos y las dinámicas internas de los actores involucrados. Israel, lejos de ser el opresor que algunos pintan, es la única democracia consolidada de Medio Oriente, un Estado de derecho donde coexisten diversas religiones, las mujeres ejercen plenamente sus derechos, las minorías tienen representación política, y un sistema judicial independiente protege las libertades fundamentales.
Israel: Un faro de pluralismo y progreso
En 2025, Israel continúa destacando como líder regional en innovación tecnológica, derechos humanos y diversidad. Según el Índice de Democracia de 2024 de The Economist, Israel se mantiene como la única "democracia plena" en Medio Oriente, contrastando con los regímenes autoritarios de la región. En Jerusalén, mezquitas, iglesias y sinagogas conviven a pocos metros de distancia, un testimonio de tolerancia religiosa. Tel Aviv, por su parte, acoge cada año a más de 250.000 personas en su desfile del orgullo LGTBI, un evento sin equivalente en países vecinos donde la homosexualidad puede ser castigada con prisión o muerte, como en Irán o Arabia Saudita.
La población israelí es un mosaico cultural: judíos, musulmanes, cristianos, drusos y beduinos conviven, con más del 20% de ciudadanos árabes israelíes que tienen derecho al voto, acceso a educación, sanidad pública y representación en la Knéset. En 2025, por ejemplo, hay 10 parlamentarios árabes en la Knéset, y figuras como el juez árabe-israelí Khaled Kabub forman parte de la Corte Suprema, algo impensable en muchos países de la región.
Un país bajo amenaza constante
Desde su fundación en 1948, tras la Resolución 181 de la ONU que aprobó el Plan de Partición, Israel ha enfrentado intentos de destrucción. En la Guerra de los Seis Días (1967), Israel actuó preventivamente ante la movilización de ejércitos árabes en sus fronteras, el bloqueo egipcio del Estrecho de Tirán (un casus belli reconocido internacionalmente) y amenazas explícitas de aniquilación. La victoria israelí aseguró su supervivencia y permitió recuperar Jerusalén Este y otros territorios, algunos de los cuales, como el Sinaí, fueron devueltos a Egipto en 1979 tras los Acuerdos de Camp David.
El conflicto no terminó. En 2005, Israel se retiró completamente de Gaza, desmantelando 21 asentamientos y reubicando a más de 8.000 colonos. La esperanza era que Gaza se convirtiera en un modelo de autogobierno palestino. Sin embargo, en 2007, Hamas tomó el control por la fuerza, instaurando un régimen autoritario que prioriza la confrontación armada. Desde entonces, más de 35.000 cohetes han sido lanzados desde Gaza hacia Israel hasta abril de 2025, según datos del Ministerio de Defensa israelí. La Cúpula de Hierro ha interceptado miles de proyectiles, pero no ha evitado el impacto psicológico ni las pérdidas humanas y materiales.
El 7 de octubre de 2023 marcó un punto de inflexión. Hamas lanzó un ataque sorpresa que dejó 1.208 muertos, incluidos niños y ancianos, y secuestró a 251 personas, según cifras oficiales israelíes. Hasta abril de 2025, más de 100 rehenes siguen en cautiverio, y los informes de la ONU han confirmado condiciones inhumanas para ellos. Este ataque, el más letal en la historia moderna de Israel, fue condenado por líderes mundiales, pero las críticas a la respuesta militar israelí han sido desproporcionadas, ignorando el derecho de autodefensa reconocido por el Artículo 51 de la Carta de la ONU.
La frontera ignorada: Gaza y Egipto
Un aspecto poco discutido es que Gaza no solo limita con Israel, sino también con Egipto, cuyo paso de Rafah permanece estrictamente controlado. Egipto, preocupado por la influencia de Hamas y el riesgo de infiltración yihadista en el Sinaí, mantiene su frontera cerrada la mayor parte del tiempo. Entre 2014 y 2024, Rafah estuvo abierto menos de 200 días en total, según datos de la ONU. Sin embargo, la narrativa internacional raramente cuestiona a Egipto, enfocándose casi exclusivamente en Israel.
Doble rasero y antisemitismo encubierto
Países que han justificado intervenciones militares en Irak, Siria o Yemen critican a Israel por ejercer su derecho a la autodefensa. Regímenes sin elecciones libres ni derechos para minorías acusan a Israel de "apartheid", un término que ignora la integración de los árabes israelíes y desvía la atención de las políticas opresivas de Hamas o la Autoridad Palestina, que en 2025 aún no ha celebrado elecciones desde 2006.
Israel no está exento de críticas. Hay debates internos sobre políticas específicas, como los asentamientos en Cisjordania, pero estos son propios de una democracia vibrante. Sin embargo, exigirle a Israel un estándar de perfección que no se aplica a otros países en conflicto es injusto y, en muchos casos, encubre un antisemitismo disfrazado de crítica política.
Israel, en 2025, sigue siendo un símbolo de resiliencia: una democracia que protege a sus ciudadanos mientras enfrenta amenazas existenciales, un país que innova y prospera en un entorno hostil. La doble moral que lo condena selectivamente no solo distorsiona la realidad, sino que perpetúa un conflicto que requiere soluciones basadas en hechos, no en narrativas sesgadas.
Inglés: The Double Standard in the Israeli-Palestinian Conflict: Israel, a Resilient Democracy in the Middle East (2025)
The shared image juxtaposes two stark realities. The upper half shows the Gaza-Egypt border: a fortified line of barbed wire, watchtowers, and military checkpoints, radiating tension and division. The lower half depicts the Belgium-Netherlands border: a painted line adorned with flags, symbolizing trust and open cooperation. This visual contrast highlights the divide between regions mired in conflict and those enjoying peace and mutual respect.
Yet, international discourse often paints Israel as the sole culprit behind Palestinian hardship, sidelining historical context, geopolitical complexities, and internal Palestinian dynamics. Far from being the oppressor, Israel stands as the Middle East’s only consolidated democracy—a rule-of-law state where diverse religions coexist, women enjoy full rights, minorities have political representation, and an independent judiciary upholds fundamental freedoms.
Israel: A Beacon of Pluralism and Progress
In 2025, Israel remains a regional powerhouse in technology, human rights, and diversity. According to The Economist’s 2024 Democracy Index, Israel is the only "full democracy" in the Middle East, standing in stark contrast to the region’s authoritarian regimes. Jerusalem hosts mosques, churches, and synagogues within meters of each other, embodying religious tolerance. Tel Aviv’s annual LGBTQ pride parade draws over 250,000 attendees, a vibrant display of freedom absent in neighboring countries like Iran or Saudi Arabia, where homosexuality can be punished by death.
Israel’s population is a cultural mosaic: Jews, Muslims, Christians, Druze, and Bedouins coexist, with over 20% of citizens being Arab Israelis who vote, access public healthcare, and serve in universities, hospitals, and courts. As of 2025, 10 Arab parliamentarians sit in the Knesset, and figures like Arab-Israeli judge Khaled Kabub serve on the Supreme Court—a level of inclusion unmatched in most of the region.
A Nation Under Constant Threat
Since its establishment in 1948 under UN Resolution 181, which endorsed the Partition Plan, Israel has faced relentless attempts at its destruction. The 1967 Six-Day War was a preemptive strike against the massing of Arab armies, Egypt’s blockade of the Straits of Tiran (an internationally recognized casus belli), and explicit threats to annihilate the Jewish state. Israel’s victory secured its survival and reclaimed East Jerusalem, while territories like the Sinai were later returned to Egypt under the 1979 Camp David Accords.
The threats persisted. In 2005, Israel unilaterally withdrew from Gaza, dismantling 21 settlements and relocating over 8,000 settlers, hoping Gaza would become a model of Palestinian self-governance. Instead, Hamas seized power in 2007, establishing an authoritarian regime prioritizing armed conflict. By April 2025, over 35,000 rockets have been fired from Gaza into Israel, per Israeli Defense Ministry data. The Iron Dome has intercepted thousands, but the psychological toll and civilian losses remain profound.
October 7, 2023, marked a grim milestone. Hamas’s surprise attack killed 1,208 people, including children and the elderly, and took 251 hostages, according to official Israeli figures. As of April 2025, over 100 hostages remain in captivity, with UN reports confirming inhumane conditions. This, the deadliest assault in Israel’s modern history, was condemned globally, yet criticism of Israel’s military response has often overshadowed demands for Hamas to release hostages or cease hostilities.
The Overlooked Border: Gaza and Egypt
Rarely acknowledged is that Gaza borders not only Israel but also Egypt, which tightly controls the Rafah crossing. Citing security concerns over Hamas’s Islamist extremism and potential jihadist spillover into Sinai, Egypt keeps Rafah closed most of the time. UN data shows Rafah was open fewer than 200 days between 2014 and 2024. Yet, international scrutiny fixates almost exclusively on Israel, ignoring Egypt’s role.
Double Standards and Veiled Antisemitism
Nations that justified military interventions in Iraq, Syria, or Yemen condemn Israel for exercising its right to self-defense, as enshrined in Article 51 of the UN Charter. Regimes lacking free elections or minority rights brand Israel “apartheid,” a charge that ignores the integration of Arab Israelis and distracts from Hamas’s oppression or the Palestinian Authority’s failure to hold elections since 2006.
Israel is not flawless. Internal debates over policies like West Bank settlements reflect a dynamic democracy. But holding Israel to a standard of perfection not demanded of other conflict-ridden nations is unjust—and often masks antisemitism disguised as political critique.
In 2025, Israel remains a symbol of resilience: a democracy safeguarding its people amid existential threats, a nation that innovates and thrives in a hostile region. The double standard that selectively condemns it not only distorts reality but perpetuates a conflict that demands fact-based solutions, not biased narratives.


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