Matías A. Loewy
En un atardecer de noviembre de 2021 Andrés Snitcofsky, diseñador de 40 años de Buenos Aires, escuchó pedidos de ayuda desgarradores de la sobrina y esposa de un vecino de aproximadamente 60 años, al que habían encontrado "desvanecido" en su habitación. Mientras aguardaban la asistencia médica, Snitcofsky se acercó al hombre, le levantó el cuello, comprobó que no respiraba, que no estaba ahogado y comenzó a hacer las compresiones torácicas rítmicas que había aprendido en un curso de reanimación cardiopulmonar dos décadas antes. "Seguí durante cinco minutos hasta que apareció un amigo de la víctima y me pidió que lo dejara, que ya había fallecido, quizá desde hacía 2 o 3 horas, pero no tengo la experiencia de ver muertos", indicó a Medscape en español. Minutos después llegó la ambulancia y el médico confirmó que ya no había más nada que hacer.
Snitcofsky regresó a su casa sin que nadie tomara sus datos. Ni siquiera tenía un vínculo afectivo con el vecino, a quien apenas conocía de vista. Pero haber actuado "no fue gratuito. Me llevó semanas o incluso meses recomponerme del todo", dijo. Las escenas y hasta sonidos del episodio daban vuelta en su cabeza. "Me costaba dormir. Tenía maquinaciones, preguntas, dudas. Es como un tema tabú, falta con quién compartir esa situación. Pero lo fui procesando con el tiempo".
"Hablarlo en terapia con mi psicólogo durante un par de meses claramente me ayudó. También consultar a una pareja amiga de médicos y a un bombero que enseña reanimación cardiopulmonar: ellos me permitieron entender que estuvo bien lo que hice y que no habría podido hacer nada más que eso. Pero a cualquier persona que le toque hacer reanimación cardiopulmonar, más allá de la euforia si el paciente revive, el hecho la va a afectar de múltiples maneras. Estoy seguro de eso", reflexionó.
BUENOS AIRES, ARG. Hay un "daño colateral" poco considerado o incluso minimizado cuando se fomenta la capacitación y actuación del público general (o incluso profesionales) en la aplicación de la reanimación cardiopulmonar: la repercusión psicológica y emocional que implica realizar ese procedimiento, especialmente cuando se ignora el desenlace, no se logra revertir el paro cardiacos súbito o involucra seres queridos, lo cual podría requerir de intervenciones oportunas para reducir o evitar el riesgo de traumas persistentes.
En un reciente posteo en Twitter que tuvo más de 200.000 reproducciones, la popular activista y educadora estadounidense Kristin Flanary o Lady Glaucomflecken, que en mayo de 2020 presenció el paro cardiaco y realizó durante 10 minutos las maniobras de reanimación cardiopulmonar de su esposo, médico y comediante de 34 años, puso el tema otra vez en escena.
"Todos deberían aprender sobre #CPRandAED [reanimación cardiopulmonar y desfibriladores externos automáticos]. Pero si vamos a pedir a la gente que realice una tarea tan brutal, es imperativo que también le proporcionemos la información y los recursos que necesita para procesarla mental y emocionalmente. Es traumático y cambia la vida. Es irresponsable y poco ético pedir ayuda a las personas de una manera tan traumática y luego negarse a ayudarlas a cambio", aseguró.
"La mayoría de la gente queda con la satisfacción del deber cumplido "
Para muchos promotores de la reanimación cardiopulmonar y de los otros eslabones de la cadena de la sobrevida para un paro cardiaco súbito que ocurre fuera del hospital, incluyendo el acceso y uso oportuno de desfibriladores, el eventual impacto psicológico negativo de intervenir es pasajero y muy poco significativo cuando se compara con la satisfacción del deber cumplido, aun cuando el procedimiento no haya sido exitoso.
"En 99,9% de los casos la gente que hizo una reanimación cardiopulmonar queda satisfecha y hasta feliz de haber ayudado. He hablado con personas que participaron de reanimaciones y nunca conocí a nadie que dijera que quedó mal o que necesita un psicólogo. Por supuesto, puede permanecer algún grado de temor, tristeza o melancolía por participar de un evento de este tipo, pero me parece y está escrito, que la intención de salvar es lo que finalmente predomina y genera la alegría en ese rescatista", comentó a Medscape en español el Dr. Mario Fitz Maurice, director del Consejo de Arritmias de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC) y jefe de Electrofisiología del Hospital Rivadavia, en Buenos Aires, Argentina.
El especialista, que también dirige el Instituto Nacional de Arritmias (INADEA) en Buenos Aires, afirmó que la persona que toma cursos de reanimación cardiopulmonar "tiene el perfil que le va a permitir psicológicamente involucrarse; es el solidario, el que tiene ganas y está dispuesto para ayudar a la gente". Y añadió que por protocolo, su hospital siempre contacta a los reanimadores o rescatistas que puede identificar y les ofrece asistencia psicológica. "Pero en 99% de los casos ni siquiera entienden por qué los llamamos, están sumamente felices de haber participado".
Pero algunos estudios plantean un escenario más desafiante desde los puntos de vista emocional y social. Una investigación cualitativa noruega publicada en 2016 abordó las experiencias de 20 individuos (5 de ellos con formación en salud) que voluntariamente habían realizado una reanimación cardiopulmonar en 18 personas entre 6 días y 13 años antes (mediana: 5,5 años), con una tasa de sobrevida de 66%. Muchos describieron la experiencia como "chocante y aterrorizante", con síntomas como cansancio, confusión, sensación de soledad, ansiedad e insomnio, que persistieron entre días y meses.
Algunos reportaron impactos sobre la vida familiar y laboral y otros una tristeza profunda que incluso se prolongó varios años después del incidente. La mayoría se preguntaba si podría haber hecho algo mejor o habría querido tener más información sobre el desenlace. Y cuatro requirieron ayuda profesional para procesar el episodio.[1]
Otro estudio cualitativo de 2020 sobre 9 personas (no profesionales de la salud) en Taiwán a quienes les había tocado realizar una reanimación cardiopulmonar en sitios públicos dentro de los dos años previos llegó a las siguientes conclusiones: a) poseían rasgos solidarios y alta motivación para ayudar; b) encontraron que el rescate en la vida real difería en algunos aspectos de la capacitación y de las expectativas previas, como la dificultad para realizar las compresiones torácicas y las incertidumbres de una situación de emergencia, y c) obtuvieron satisfacción al compartir la experiencia y recibir una retroalimentación positiva de otros y que estaban dispuestos a ayudar la próxima vez, aunque también reportaron un impacto psicológico negativo en el corto plazo.
"Deberían tomarse medidas para incrementar la confianza y la conciencia situacional del lego que se entrena para realizar una reanimación cardiopulmonar, reducir la discrepancia entre la capacitación y la realidad y construir un sistema de soporte que evite los efectos psicológicos negativos y prepare a las personas para una próxima reanimación", recomendaron los investigadores liderados por el Dr. Matthew Huei-Ming Ma, Ph. D., profesor del Departamento de Emergencias Médicas de National Taiwan University, en Taipei, Taiwán, y miembro del consejo directivo de Resuscitation Council of Asia (RCA).[2]
"La parte más dura de todo fue el momento de dejar de hacer la reanimación, el momento de soltar. Eso pasó a ser la imagen que me volvía, el momento traumático en el que no había pensado", recordó Snitcofsky.
"Cualquier evento puede ser traumático"
Dr. Daniel Mosca
El Dr. Daniel Mosca, psiquiatra, fundador y expresidente de la Sociedad Argentina de Psicotrauma (SAPsi), y coordinador del equipo de factores humanos del Sistema de Atención Médica de Emergencias (SAME) de la Ciudad de Buenos Aires, señaló: "Cualquier evento es potencialmente traumático, más aquel en el que uno se enfrenta a la muerte y a la incertidumbre, aunque la reacción dependerá del psiquismo del rescatista". En personas secuestradas durante meses o años en la selva por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) "solo" la mitad desarrolló síntomas de estrés postraumático.
El especialista consideró que puede ser aplicable una reflexión del Dr. Frank Ochberg: "En muchas ocasiones los síntomas peritraumáticos son la respuesta normal de un individuo normal frente a un hecho anormal". Para muchas personas expuestas a la situación de efectuar una reanimación cardiopulmonar, los síntomas asociados a la reacción inicial por el estrés agudo desaparecerán solos entre los 30 y 90 días. Pero si esto no ocurre y persisten, será necesaria una intervención psicoterapéutica o farmacológica, señaló.
"Sería bueno que en la capacitación de la reanimación cardiopulmonar se enseñe también sobre las señales de alarma que deberían llamar la atención, como insomnio, ansiedad, hiperalerta o desacoplamiento de la realidad", comentó el Dr. Mosca a Medscape en español.
Dr. Manlio Márquez Murillo
También puede ser valioso para el rescatista conocer lo que ocurrió con la persona asistida para "dar un cierre" a la situación, opinó el Dr. Manlio Márquez Murillo, cardiólogo y electrofisiólogo mexicano, quien coordina la Alianza contra la Muerte Súbita Cardiaca de la Sociedad Interamericana de Cardiología (SIAC).
"Las sociedades médicas o de enfermería tendrían que hacer un pequeño protocolo o norma de actuación para tomar siempre los datos de la persona que hizo el rescate, para luego contactarla con fines de retroalimentación u ofrecer asistencia. Luego vendría la parte del tratamiento si es que queda alguna secuela", manifestó a Medscape en español.
En Canadá, por ejemplo, un programa activo de soporte de tres etapas implementado en 2014 identifica y asiste a las personas que presenciaron o participaron directa o indirectamente en una reanimación cardiopulmonar fuera del hospital, proponiendo dentro de las siguientes 24 a 48 horas una intervención breve sistemática de retroalimentación integral (debriefing) donde expertos conceptualizan el episodio, disipan dudas e instruyen sobre técnicas de reducción del estrés y "primeros auxilios" psicológicos en la medida que emerjan síntomas. También hay un seguimiento a la semana y la derivación a un profesional de la salud mental cuando los síntomas interfieren con la vida cotidiana.[3]
Flanary destacó que hay tres tipos de palabras que ayudan a procesar el trauma de todos aquellos que se vieron obligados o impulsados a efectuar una reanimación cardiopulmonar: las que explican lo que pasó, las que nombran (p. ej., "pacientes olvidados") y las que validan la experiencia y permiten articular los sentimientos. Eso requiere de recursos, sensibilidad y empatía de parte de las organizaciones y de los profesionales de la salud.[4]
Pero en Latinoamérica y buena parte del mundo son prácticamente nulas las iniciativas sistemáticas y proactivas de ese tipo. La mayor parte de los rescatistas ocasionales deben sobrellevar el "después de" por su propia cuenta, con sus propios recursos.
Otras barreras y desafíos
El Dr. Márquez también lamentó que no todos los países de la región hayan sancionado leyes "del buen samaritano" que eximan de cualquier tipo de responsabilidad a quien interviene en auxilio de una persona con paro cardiaco, como ya se reglamentó en Argentina y Uruguay, dado que el temor a la judicialización puede representar una barrera para la acción o generar un estrés adicional para quien la haya realizado.
Incluso con la salvaguarda legal, en circunstancias excepcionales, los rescatistas también pueden verse expuestos a desafíos emocionales inesperados. En Argentina la joven que en enero de 2020 trató infructuosamente de salvar la vida de Fernando Báez Sosa, víctima de una brutal golpiza, debió testificar este mes en el juicio oral a los 8 acusados frente a la mirada de los medios y de la opinión pública del país. Allí debió responder a abogados defensores que llegaron a preguntarle si estaba segura de haber realizado bien las maniobras de reanimación cardiopulmonar. Y este miércoles 18 un médico legista contratado por la defensa insinuó que "la reanimación cardiopulmonar pudo haber agravado la situación" de la víctima. "La reanimación cardiopulmonar salva vidas. No dejemos que un argumento barato y sin evidencias destruya tanto trabajo", respondió indignado en Twitter el Dr. Fitz Maurice.[5]
Por supuesto, hay consecuencias que no se pueden manejar y otras que sí se pueden anticipar. Un enfoque preventivo sería trabajar en la naturalización del procedimiento, enseñarlo en las escuelas, ayudar a quitar el miedo, señaló el Dr. Fitz Maurice. "Las muertes cardiacas son 200 veces más frecuentes que las que son producto de un incendio y se hacen muchos más simulacros para incendios que de reanimación cardiopulmonar", manifestó a Medscape en español. En una sociedad donde la capacitación y la práctica del procedimiento está extendida, quienes la efectúen se sentirán menos solos y podrán ser mejor comprendidos por su entorno.
Dr. Jorge Bombau
Por otra parte, más allá del impacto inicial y de la falta de un sistema formal de soporte, el balance en el mediano y largo plazo de haber actuado es favorable también desde el punto de vista psicológico y emocional, opinó el Dr. Jorge Bombau, ginecólogo y obstetra de Buenos Aires, que se transformó en un destacado difusor de las maniobras de reanimación cardiopulmonar después del trágico deceso súbita de su hijo Beltrán, de 14 años, durante un torneo deportivo escolar.[6]
"No conozco a nadie que se haya arrepentido después de hacer una reanimación. Puede haber algún breve periodo de angustia, depresión o insomnio, pero está comprobado que hacer el bien mejora el estado de ánimo. ¿Y qué mejor acción que intentar salvar una vida? Independientemente de los resultados, se termina transformando en algo positivo para la persona", aseguró el Dr. Bombau a Medscape en español.
Es también la sensación de Snitcofsky, el diseñador, quien después de varios meses cree que logró "quedar en un lugar bueno" y también se transformó en un activo promotor de la técnica en las redes sociales. "Estoy para retuitear todo lo que tenga que ver con que todes sepamos hacer reanimación cardiopulmonar y nos animemos a hacerlo. El curso no es más que unas horas", publicó en Twitter este miércoles 18.
"Quiero que si alguna vez me toca tener un paro cardiaco súbito fuera de un hospital haya vecinos, amigos o familiares que sepan hacer la reanimación. Cada persona que sabe hacer reanimación cardiopulmonar puede convencer a otros y quienes la tuvimos que realizar en alguien somos mejores candidatos aún para convencer. Y si una persona llega a necesitarla, quiero volver a hacerla y saldar la cuenta. Si eso sucede, que ojalá que sirva", concluyó.
Algo parecido piensa Matías Alonso, un periodista de Buenos Aires que hace 15 años realizó las maniobras de reanimación cardiopulmonar en el padre de la esposa de su padre, después de una cena familiar de fin de año y pocos minutos antes de las 12. "Lamentablemente, falleció, pero yo seguí haciendo la reanimación cardiopulmonar hasta que llegó la ambulancia. Durante un tiempo tuve un poco de culpa por no haberme encargado de la situación desde el principio, y también porque tenía la idea de que más personas salían o se recuperaban. Pero después me agradecieron mucho y me sirvió haber hecho algo, no haberme quedado inmóvil ante la inevitabilidad de la muerte. Entendí que estuvo bien haberlo intentado. Y la próxima vez… ojalá que no me toque… pero estoy más preparado y ya sé qué cosas tendría que haber hecho mejor", señaló Alonso a Medscape en español.
Alonso, Snitcofsky y los doctores Fitz Maurice, Mosca, Bombau y Márquez han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.
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BUENOS AIRES, Argentina — Hace un año, cuando el sol se estaba poniendo en un día de finales de otoño, Andrés Snitcofsky, un diseñador de 40 años de Buenos Aires, Argentina, escuchó desgarradores gritos de ayuda. Era la sobrina y esposa de uno de sus vecinos: un hombre de unos 60 años que las mujeres habían encontrado "desmayado" en el dormitorio. Mientras todos esperaban la ambulancia, Snitcofsky se acercó, inclinó la cabeza del hombre hacia atrás y confirmó que no respiraba, que no se ahogaba. Y luego comenzó las compresiones torácicas, tal como había aprendido en una clase de RCP que había tomado dos décadas antes. "Hice RCP durante 5 minutos seguidos hasta que un amigo de la víctima entró y me pidió que parara, diciéndome que el hombre probablemente ya había estado muerto durante 2 o 3 horas. Pero no tenía idea porque nunca había visto un muerto antes", dijo Snitcofsky a la edición en español de Medscape. Minutos después llegó la ambulancia. El médico confirmó que no se podía hacer nada más.
Snitcofsky se fue a casa. Nadie le había pedido su nombre, ni su dirección, ni su número de teléfono… Y no porque ya supieran quién era. De hecho, no había ningún tipo de relación allí. Snitcofsky solo conocía a sus vecinos de vista. Sus acciones ese día, sin embargo, "no fueron sin un costo. Me tomó semanas, meses, en realidad, recuperarme", dijo. Las cosas que vio, las cosas que escuchó, todo acerca de esa noche se reprodujo una y otra vez en su cabeza. "Tenía problemas para dormir. Reproducía diferentes escenarios en mi cabeza. Me cuestioné a mí mismo. Me cuestioné, me critiqué. Es como un tema tabú. No hay nadie con quien compartir la experiencia, nadie que lo entienda. Pero con el tiempo, pude procesar el evento.
"Durante 2 meses, hablé con mi psicólogo sobre todo esto", continuó. "Eso realmente me ayudó mucho. Además de la terapia, contacté a una pareja que conozco, ambos son médicos, y a un bombero que enseña RCP. Su conocimiento y orientación me permitieron llegar a un punto en el que estaba capaz de entender que lo que hice fue algo bueno y que lo que hice fue todo lo que se podría haber hecho, pero cualquiera que se encuentre en la posición de tener que hacer RCP, se verá afectado de muchas, muchas maneras. ... Va más allá de la euforia de ver a una persona volver a la vida. De eso estoy bastante seguro".
Todos hemos visto campañas que alientan a las personas a aprender RCP y estar preparados si surge la necesidad. Pero en la formación del público (e incluso de los profesionales de la salud), no se dice mucho, si es que se dice algo, sobre los "daños colaterales": las consecuencias psicológicas y emocionales de llevar a cabo el procedimiento. Estos entran en juego especialmente cuando no sabe si la persona sobrevivió, cuando sus esfuerzos no fueron capaces de revertir el paro cardíaco repentino o cuando la persona a la que le dio RCP era un ser querido, un caso que puede implicar tratamiento inmediato. intervenciones para minimizar o prevenir el riesgo de sufrir un trauma duradero.
En mayo de 2020, la popular activista y educadora estadounidense Kristin Flanary vio a alguien sufrir un paro cardíaco. Ella intervino y comenzó a hacer RCP. Y siguió haciendo RCP... durante 10 largos minutos. La persona a la que intentaba salvar era su esposo, el oftalmólogo y comediante Will Flanary, de 34 años. En Twitter, donde se la conoce como Lady Glaucomflecken, Kristin compartió recientemente el siguiente mensaje, poniendo el tema de la RCP y la capacitación en desfibriladores externos automáticos al frente y al centro.
"Sí, todos deberían aprender #CPRandAED. Pero si vamos a pedirles a las personas que realicen una tarea tan brutal, es imperativo que también les proporcionemos la información y los recursos que necesitan para procesarlo mental y emocionalmente. Es traumático y cambia la vida. Es irresponsable y poco ético pedir ayuda a las personas de una manera tan brutal y traumática y luego negarse a ayudarlas a cambio". En menos de un mes, el tuit ha acumulado más de 200.000 visitas.
Cumpliendo con el deber
Hay muchas personas que trabajan para promover la RCP y fortalecer los otros eslabones de la cadena de supervivencia para el paro cardíaco repentino extrahospitalario, como el acceso rápido y la entrega de desfibrilación temprana. Según ellos, cualquier impacto psicológico negativo de intervenir es temporal y, en comparación con la satisfacción de haber cumplido con el deber, bastante insignificante, incluso si los esfuerzos por salvar la vida de una persona no tienen éxito.
"En el 99,9 % de los casos, las personas que han realizado RCP sienten una sensación de satisfacción, incluso felicidad, al saber que han ayudado. Las personas con las que he hablado, nunca escuché a ninguna de ellas decir que se sintieron peor después de el evento o que necesitaban ver a un psicólogo", dijo Mario Fitz Maurice, MD, director del Consejo de Arritmias de la Sociedad Argentina de Cardiología y jefe de Electrofisiología del Hospital Rivadavia en Buenos Aires. Continuó diciendo a Medscape: "Por supuesto, cierto grado de miedo, tristeza o melancolía puede permanecer después. Pero me parece, y hay informes que lo dicen, que, al final, lo que sobresale en la persona mente es el hecho de que trataron de salvar una vida. Y para ellos, hay alegría en saber esto".
Fitz Maurice, quien también es director del Instituto Nacional de Arritmias en Buenos Aires, señaló que el tipo de persona que toma clases de RCP "tiene un perfil que le va a permitir involucrarse psicológicamente; es la persona solidaria, la uno que está listo y dispuesto a ayudar a la gente". Y agregó que, en su hospital, si pueden identificar a las personas o socorristas que le han hecho RCP a un paciente, el protocolo es contactarlos siempre para ofrecerles atención y asistencia psicológica. "Pero en el 99% de los casos, ni siquiera entienden por qué los llamamos, están muy felices de haber participado".
Sin embargo, algunos estudios pintan un panorama muy diferente, uno que muestra que brindar RCP puede ser un desafío emocional y tener consecuencias en términos de la vida familiar y laboral. Un estudio cualitativo publicado en 2016 investigó las experiencias de 20 rescatistas legos en Noruega (cinco tenían educación en salud) que habían brindado RCP a 18 víctimas de un paro cardíaco fuera del hospital (OHCA), el 66% de los cuales sobrevivieron. El tiempo desde experimentar el incidente de OHCA hasta participar en la entrevista varió de 6 días a 13 años (mediana de 5,5 años). Varios participantes reportaron el incidente de OHCA como una experiencia "impactante y aterradora". El cansancio, el agotamiento, la confusión y el sentirse solo por la experiencia OHCA eran reacciones individuales que podían variar en el tiempo de días a meses. La ansiedad y el insomnio también se experimentaron después del incidente.
Algunos rescatistas legos describieron la influencia en el trabajo y la vida familiar, y algunos de ellos un profundo dolor, incluso varios años después del incidente. En general, informaron de autocríticas repetitivas sobre si podrían haber hecho algo más para lograr un mejor resultado para la víctima de un paro cardíaco. Todos querían ser informados sobre el resultado. Y cuatro de los rescatistas legos necesitaron asesoramiento profesional para procesar la experiencia OHCA.
En 2020 se realizó otro estudio cualitativo, esta vez en Taiwán. Hubo nueve participantes, ninguno de los cuales era profesional de la salud. Cada uno había proporcionado RCP inicial y desfibrilación con AED en lugares públicos. La duración del evento a la entrevista fue de 1 año y de 1 a 2 años. Los principales hallazgos del estudio fueron los siguientes:
Los rescatistas legos poseían rasgos de ayuda y alta motivación.
Los reanimadores legos informaron sobre ciertos aspectos de la realidad del rescate que diferían mucho de la capacitación y las expectativas previas, incluida la dificultad en la profundidad de la compresión torácica y las incertidumbres en situaciones de emergencia reales.
Los rescatistas legos obtuvieron una realización personal positiva al compartir su experiencia y recibir comentarios positivos de los demás, y estaban dispuestos a ayudar la próxima vez, aunque experimentaron un impacto psicológico negativo a corto plazo por el evento.
"Se deben tomar medidas para aumentar la confianza y la conciencia de la situación de [un] laico, para reducir la discrepancia entre la formación y la realidad, y para construir un sistema de apoyo para evitar efectos psicológicos negativos". Esta fue la conclusión del equipo de estudio, que fue dirigido por Matthew Huei-Ming Ma, MD, PhD. Profesor en el Departamento de Medicina de Emergencia de la Universidad Nacional de Taiwán en Taipei, también forma parte de la junta directiva del Consejo de Resucitación de Asia.
Trauma potencial
Al recordar su experiencia, Snitcofsky dijo: "La parte más difícil de todo fue el momento en que dejé de dar RCP, ese momento de dejarlo ir. Esta se convirtió en la imagen que seguía volviendo a mí, el momento traumático en el que no había pensado. ."
El psiquiatra Daniel Mosca, MD, es el fundador y ex presidente de la Sociedad Argentina de Psicología del Trauma. También es coordinador del equipo de factores humanos del Sistema de Atención Médica de Urgencias de la Ciudad de Buenos Aires. "Cualquier evento tiene el potencial de ser traumático, más aún cuando es un evento en el que te enfrentas cara a cara con la muerte y la incertidumbre. Pero la reacción de un rescatista dependerá de su estructura psicológica". De los individuos que fueron retenidos durante meses o años en la selva como rehenes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, "sólo" la mitad desarrolló síntomas de estrés postraumático.
Mosca cree que un comentario de Frank Ochberg, MD, habla de este hallazgo. "En muchos casos, los síntomas peritraumáticos son la respuesta normal de una persona normal a una situación anormal". Para muchas personas que se han visto obligadas a realizar RCP, los síntomas asociados con la reacción inicial de estrés agudo se resolverán por sí solos en 30 a 90 días. "Pero si esto no sucede, y esos síntomas persisten, será necesaria una intervención psicoterapéutica o farmacológica", anotó.
"En las clases de RCP, sería bueno que los instructores hablaran sobre las señales de advertencia que las personas deben tener en cuenta en sí mismas y en sus compañeros rescatistas. Por ejemplo, insomnio, ansiedad, un estado de alerta elevado, sentirse desconectado de la realidad ”, dijo Mosca a Medscape.
"Otra cosa que puede ayudar a los rescatistas es informarles qué le sucedió a la persona a la que le dieron RCP. De esta manera, pueden cerrar", sugirió Manlio Márquez Murillo, MD, cardiólogo y electrofisiólogo en México. También es el coordinador de la Alianza contra la Muerte Súbita Cardíaca de la Sociedad Interamericana de Cardiología.
"Las sociedades médicas y de enfermería tendrían que desarrollar un breve protocolo o estándar de desempeño. El objetivo sería garantizar que se solicite a los rescatistas su información de contacto y que alguien se comunique con ellos para informarles y ofrecerles atención. Luego vendría el tratamiento. en parte, para resolver cualquier efecto secundario restante", dijo a Medscape.
Por ejemplo, se desarrolló e implementó un modelo de apoyo al personal de respuesta lego (LRSM) de tres etapas como parte de un programa de apoyo al personal de respuesta lego establecido en 2014 por el Consejo Regional de Peel en Ontario, Canadá. El LRSM identifica e involucra a las personas que presenciaron o participaron directa o indirectamente en un OHCA, invitándolos a participar en una sesión informativa facilitada por un profesional capacitado. Realizado 24-48 horas después del evento, el informe permite a los respondedores legos contextualizar su reacción al evento. La conversación también sirve como una oportunidad para que ellos articulen completamente sus preocupaciones, preguntas y pensamientos. El facilitador puede comunicar técnicas de reducción del estrés y abordar las necesidades de primeros auxilios psicológicos a medida que surjan. Aproximadamente 1 semana después del evento, se realiza un seguimiento secundario. Si el socorrista lego comunica una lucha continua con síntomas que impactan e interfieren con la vida cotidiana, el facilitador ofrece una remisión coordinada o facilitada para apoyo de salud mental.
En su artículo "Words to Leave By: Bridges Out of the Quiet Place", Kristin Flanary habla sobre los tres tipos de lenguaje que cualquiera que se haya visto obligado o inspirado a realizar RCP puede usar para ayudar a procesar su trauma: palabras que explican qué sucedió, palabras que nombran (p. ej., "pacientes olvidados") y palabras que validan la experiencia y permiten que la persona articule sus sentimientos. Las herramientas y tecnologías que brindan las organizaciones y los profesionales de la salud pueden ayudar en el proceso de curación. La empatía y la compasión también tienen un lugar.
Pero prácticamente no existen iniciativas estandarizadas y proactivas de este tipo en gran parte del mundo, incluida América Latina. Por lo tanto, la mayoría de las personas que simplemente estaban en el lugar correcto en el momento correcto descubren que tienen que navegar la parte "después" por su cuenta.
Otros Obstáculos
Márquez Murillo considera lamentable que los países de la región aún no hayan promulgado leyes del "Buen Samaritano". Si las personas brindan ayuda a alguien que sufre un paro cardíaco, estas leyes garantizarían que no serán responsables de ninguna manera. Este es el caso de Argentina y Uruguay. Por lo tanto, el temor de que las cosas se conviertan en un asunto legal puede estar impidiendo que las personas tomen medidas; ese miedo también podría crear estrés adicional para aquellos que terminan interviniendo para ayudar.
Incluso con las garantías legales, pueden surgir circunstancias excepcionales en las que los rescatistas se enfrenten a desafíos emocionales inesperados. En Argentina, Virginia Pérez Antonelli, la joven de 17 años que intentó en vano salvar la vida de Fernando Báez Sosa, tuvo que declarar en el juicio de los ocho acusados de golpearlo brutalmente en enero de 2020. La prensa, el público —la atención de todo un país— se centró en ella. Tuvo que responder a los abogados defensores que pudieron preguntarle si estaba segura de haber realizado correctamente las maniobras de RCP. Y hace unas semanas, un médico forense contratado por la defensa sugirió que "la RCP pudo haber empeorado la situación" de la víctima. Un indignado Fitz Maurice respondió en Twitter: "¡¡La RCP SALVA VIDAS!! ¡No permitamos que un argumento BARATO Y SIN FUNDAMENTO destruya todo el trabajo que se ha hecho...!"
Por supuesto, hay consecuencias que escapan a nuestro control y otras que, de hecho, pueden anticiparse y planificarse. Fitz Maurice planteó un enfoque preventivo: convertir la RCP en una segunda naturaleza, enseñarla en las escuelas, ayudar a las personas a superar sus miedos. "Las muertes cardíacas son 200 veces más frecuentes que las muertes provocadas por incendios, y practicamos mucho más los simulacros de incendio que la RCP", dijo a Medscape. En una sociedad donde hay una formación generalizada sobre el procedimiento, donde las personas practican la técnica regularmente, aquellos que han tenido la experiencia de dar RCP a alguien se sentirán menos solos, serán más comprendidos por los demás.
"Por otro lado, más allá del impacto inicial y la falta de un sistema de apoyo formal, el resultado a mediano y largo plazo para quienes actuaron también es psicológica y emocionalmente favorable", dijo Jorge Bombau, MD, obstetra y ginecólogo en Buenos Aires. Después de que Beltrán, el hijo de 14 años de Bombau, muriera repentinamente durante un torneo deportivo escolar, Bombau se convirtió en un destacado defensor de la difusión de la RCP.
"No conozco a nadie que se arrepienta de hacer RCP", dijo a Medscape. “Puede haber un breve período en que la persona se sienta angustiada o deprimida, cuando tenga problemas para dormir. Pero está comprobado que hacer una buena acción mejora el estado de ánimo. ¿Y qué mejor acción que tratar de salvar la vida de alguien? tuvo éxito o fue en vano, esa persona, al final del día, ha hecho algo significativo y que vale la pena".
Snitcofsky comparte este sentimiento. Desde hace varios meses, siente que está "en un buen lugar". Y ha estado promoviendo activamente la RCP en las redes sociales. Como publicó recientemente en Twitter: "Estoy aquí para retuitear todo lo que tenga que ver con que todos nos familiaricemos con la forma de hacer RCP y reunir el coraje para hacerlo. La capacitación no lleva más de unas pocas horas.
"Quiero saber que si alguna vez tengo un paro cardíaco repentino fuera del hospital, habrá vecinos, amigos o familiares que sepan cómo hacer RCP. Toda persona que sepa cómo hacer RCP puede persuadir a otros, y aquellos de nosotros que hemos tenido que hacer RCP en la vida real somos incluso mejores candidatos para persuadir a otros. Y si un día una persona termina necesitando RCP, quiero intervenir de nuevo y recuperar el tiempo perdido. Aquí está la esperanza". Haré el trabajo", concluyó.
Es lo mismo para Matías Alonso, un periodista en Buenos Aires. En la víspera de Año Nuevo hace 15 años, estaba en una cena familiar cuando, unos minutos antes de la medianoche, se encontró dándole RCP al padre de su madrastra. “Lamentablemente falleció, pero seguí haciéndole RCP hasta que llegó la ambulancia. Durante un tiempo me sentí un poco culpable por no haberme hecho cargo de la situación desde el principio, y porque tenía esta idea en la cabeza que más la gente salió adelante y se recuperó.
Después, realmente me lo agradecieron mucho. Y eso me ayudó a darme cuenta de que había hecho algo. No me quedé quieto ante la inevitabilidad de la muerte. Comprendí que era bueno haberlo intentado", dijo Alonso a Medscape. "Y la próxima vez... espero que no haya una próxima vez... pero estoy más preparado y ahora sé cómo puedo hacerlo mejor".
Alonso, Snitcofsky, Fitz Maurice, Mosca, Bombau y Márquez declararon no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.
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Este artículo fue traducido de la edición en español de Medscape.
Fuente del Articulo en Español
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Otras víctimas de la reanimación cardiopulmonar: ¿cuál es el precio psicológico que se paga después de intentar salvar una vida?
Matías A. Loewy
En un atardecer de noviembre de 2021 Andrés Snitcofsky, diseñador de 40 años de Buenos Aires, escuchó pedidos de ayuda desgarradores de la sobrina y esposa de un vecino de aproximadamente 60 años, al que habían encontrado "desvanecido" en su habitación. Mientras aguardaban la asistencia médica, Snitcofsky se acercó al hombre, le levantó el cuello, comprobó que no respiraba, que no estaba ahogado y comenzó a hacer las compresiones torácicas rítmicas que había aprendido en un curso de reanimación cardiopulmonar dos décadas antes. "Seguí durante cinco minutos hasta que apareció un amigo de la víctima y me pidió que lo dejara, que ya había fallecido, quizá desde hacía 2 o 3 horas, pero no tengo la experiencia de ver muertos", indicó a Medscape en español. Minutos después llegó la ambulancia y el médico confirmó que ya no había más nada que hacer.
Snitcofsky regresó a su casa sin que nadie tomara sus datos. Ni siquiera tenía un vínculo afectivo con el vecino, a quien apenas conocía de vista. Pero haber actuado "no fue gratuito. Me llevó semanas o incluso meses recomponerme del todo", dijo. Las escenas y hasta sonidos del episodio daban vuelta en su cabeza. "Me costaba dormir. Tenía maquinaciones, preguntas, dudas. Es como un tema tabú, falta con quién compartir esa situación. Pero lo fui procesando con el tiempo".
"Hablarlo en terapia con mi psicólogo durante un par de meses claramente me ayudó. También consultar a una pareja amiga de médicos y a un bombero que enseña reanimación cardiopulmonar: ellos me permitieron entender que estuvo bien lo que hice y que no habría podido hacer nada más que eso. Pero a cualquier persona que le toque hacer reanimación cardiopulmonar, más allá de la euforia si el paciente revive, el hecho la va a afectar de múltiples maneras. Estoy seguro de eso", reflexionó.
BUENOS AIRES, ARG. Hay un "daño colateral" poco considerado o incluso minimizado cuando se fomenta la capacitación y actuación del público general (o incluso profesionales) en la aplicación de la reanimación cardiopulmonar: la repercusión psicológica y emocional que implica realizar ese procedimiento, especialmente cuando se ignora el desenlace, no se logra revertir el paro cardiacos súbito o involucra seres queridos, lo cual podría requerir de intervenciones oportunas para reducir o evitar el riesgo de traumas persistentes.
En un reciente posteo en Twitter que tuvo más de 200.000 reproducciones, la popular activista y educadora estadounidense Kristin Flanary o Lady Glaucomflecken, que en mayo de 2020 presenció el paro cardiaco y realizó durante 10 minutos las maniobras de reanimación cardiopulmonar de su esposo, médico y comediante de 34 años, puso el tema otra vez en escena.
"Todos deberían aprender sobre #CPRandAED [reanimación cardiopulmonar y desfibriladores externos automáticos]. Pero si vamos a pedir a la gente que realice una tarea tan brutal, es imperativo que también le proporcionemos la información y los recursos que necesita para procesarla mental y emocionalmente. Es traumático y cambia la vida. Es irresponsable y poco ético pedir ayuda a las personas de una manera tan traumática y luego negarse a ayudarlas a cambio", aseguró.
"La mayoría de la gente queda con la satisfacción del deber cumplido "
Para muchos promotores de la reanimación cardiopulmonar y de los otros eslabones de la cadena de la sobrevida para un paro cardiaco súbito que ocurre fuera del hospital, incluyendo el acceso y uso oportuno de desfibriladores, el eventual impacto psicológico negativo de intervenir es pasajero y muy poco significativo cuando se compara con la satisfacción del deber cumplido, aun cuando el procedimiento no haya sido exitoso.
"En 99,9% de los casos la gente que hizo una reanimación cardiopulmonar queda satisfecha y hasta feliz de haber ayudado. He hablado con personas que participaron de reanimaciones y nunca conocí a nadie que dijera que quedó mal o que necesita un psicólogo. Por supuesto, puede permanecer algún grado de temor, tristeza o melancolía por participar de un evento de este tipo, pero me parece y está escrito, que la intención de salvar es lo que finalmente predomina y genera la alegría en ese rescatista", comentó a Medscape en español el Dr. Mario Fitz Maurice, director del Consejo de Arritmias de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC) y jefe de Electrofisiología del Hospital Rivadavia, en Buenos Aires, Argentina.
El especialista, que también dirige el Instituto Nacional de Arritmias (INADEA) en Buenos Aires, afirmó que la persona que toma cursos de reanimación cardiopulmonar "tiene el perfil que le va a permitir psicológicamente involucrarse; es el solidario, el que tiene ganas y está dispuesto para ayudar a la gente". Y añadió que por protocolo, su hospital siempre contacta a los reanimadores o rescatistas que puede identificar y les ofrece asistencia psicológica. "Pero en 99% de los casos ni siquiera entienden por qué los llamamos, están sumamente felices de haber participado".
Pero algunos estudios plantean un escenario más desafiante desde los puntos de vista emocional y social. Una investigación cualitativa noruega publicada en 2016 abordó las experiencias de 20 individuos (5 de ellos con formación en salud) que voluntariamente habían realizado una reanimación cardiopulmonar en 18 personas entre 6 días y 13 años antes (mediana: 5,5 años), con una tasa de sobrevida de 66%. Muchos describieron la experiencia como "chocante y aterrorizante", con síntomas como cansancio, confusión, sensación de soledad, ansiedad e insomnio, que persistieron entre días y meses.
Algunos reportaron impactos sobre la vida familiar y laboral y otros una tristeza profunda que incluso se prolongó varios años después del incidente. La mayoría se preguntaba si podría haber hecho algo mejor o habría querido tener más información sobre el desenlace. Y cuatro requirieron ayuda profesional para procesar el episodio.[1]
Otro estudio cualitativo de 2020 sobre 9 personas (no profesionales de la salud) en Taiwán a quienes les había tocado realizar una reanimación cardiopulmonar en sitios públicos dentro de los dos años previos llegó a las siguientes conclusiones: a) poseían rasgos solidarios y alta motivación para ayudar; b) encontraron que el rescate en la vida real difería en algunos aspectos de la capacitación y de las expectativas previas, como la dificultad para realizar las compresiones torácicas y las incertidumbres de una situación de emergencia, y c) obtuvieron satisfacción al compartir la experiencia y recibir una retroalimentación positiva de otros y que estaban dispuestos a ayudar la próxima vez, aunque también reportaron un impacto psicológico negativo en el corto plazo.
"Deberían tomarse medidas para incrementar la confianza y la conciencia situacional del lego que se entrena para realizar una reanimación cardiopulmonar, reducir la discrepancia entre la capacitación y la realidad y construir un sistema de soporte que evite los efectos psicológicos negativos y prepare a las personas para una próxima reanimación", recomendaron los investigadores liderados por el Dr. Matthew Huei-Ming Ma, Ph. D., profesor del Departamento de Emergencias Médicas de National Taiwan University, en Taipei, Taiwán, y miembro del consejo directivo de Resuscitation Council of Asia (RCA).[2]
"La parte más dura de todo fue el momento de dejar de hacer la reanimación, el momento de soltar. Eso pasó a ser la imagen que me volvía, el momento traumático en el que no había pensado", recordó Snitcofsky.
"Cualquier evento puede ser traumático"
Dr. Daniel Mosca
El Dr. Daniel Mosca, psiquiatra, fundador y expresidente de la Sociedad Argentina de Psicotrauma (SAPsi), y coordinador del equipo de factores humanos del Sistema de Atención Médica de Emergencias (SAME) de la Ciudad de Buenos Aires, señaló: "Cualquier evento es potencialmente traumático, más aquel en el que uno se enfrenta a la muerte y a la incertidumbre, aunque la reacción dependerá del psiquismo del rescatista". En personas secuestradas durante meses o años en la selva por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) "solo" la mitad desarrolló síntomas de estrés postraumático.
El especialista consideró que puede ser aplicable una reflexión del Dr. Frank Ochberg: "En muchas ocasiones los síntomas peritraumáticos son la respuesta normal de un individuo normal frente a un hecho anormal". Para muchas personas expuestas a la situación de efectuar una reanimación cardiopulmonar, los síntomas asociados a la reacción inicial por el estrés agudo desaparecerán solos entre los 30 y 90 días. Pero si esto no ocurre y persisten, será necesaria una intervención psicoterapéutica o farmacológica, señaló.
"Sería bueno que en la capacitación de la reanimación cardiopulmonar se enseñe también sobre las señales de alarma que deberían llamar la atención, como insomnio, ansiedad, hiperalerta o desacoplamiento de la realidad", comentó el Dr. Mosca a Medscape en español.
Dr. Manlio Márquez Murillo
También puede ser valioso para el rescatista conocer lo que ocurrió con la persona asistida para "dar un cierre" a la situación, opinó el Dr. Manlio Márquez Murillo, cardiólogo y electrofisiólogo mexicano, quien coordina la Alianza contra la Muerte Súbita Cardiaca de la Sociedad Interamericana de Cardiología (SIAC).
"Las sociedades médicas o de enfermería tendrían que hacer un pequeño protocolo o norma de actuación para tomar siempre los datos de la persona que hizo el rescate, para luego contactarla con fines de retroalimentación u ofrecer asistencia. Luego vendría la parte del tratamiento si es que queda alguna secuela", manifestó a Medscape en español.
En Canadá, por ejemplo, un programa activo de soporte de tres etapas implementado en 2014 identifica y asiste a las personas que presenciaron o participaron directa o indirectamente en una reanimación cardiopulmonar fuera del hospital, proponiendo dentro de las siguientes 24 a 48 horas una intervención breve sistemática de retroalimentación integral (debriefing) donde expertos conceptualizan el episodio, disipan dudas e instruyen sobre técnicas de reducción del estrés y "primeros auxilios" psicológicos en la medida que emerjan síntomas. También hay un seguimiento a la semana y la derivación a un profesional de la salud mental cuando los síntomas interfieren con la vida cotidiana.[3]
Flanary destacó que hay tres tipos de palabras que ayudan a procesar el trauma de todos aquellos que se vieron obligados o impulsados a efectuar una reanimación cardiopulmonar: las que explican lo que pasó, las que nombran (p. ej., "pacientes olvidados") y las que validan la experiencia y permiten articular los sentimientos. Eso requiere de recursos, sensibilidad y empatía de parte de las organizaciones y de los profesionales de la salud.[4]
Pero en Latinoamérica y buena parte del mundo son prácticamente nulas las iniciativas sistemáticas y proactivas de ese tipo. La mayor parte de los rescatistas ocasionales deben sobrellevar el "después de" por su propia cuenta, con sus propios recursos.
Otras barreras y desafíos
El Dr. Márquez también lamentó que no todos los países de la región hayan sancionado leyes "del buen samaritano" que eximan de cualquier tipo de responsabilidad a quien interviene en auxilio de una persona con paro cardiaco, como ya se reglamentó en Argentina y Uruguay, dado que el temor a la judicialización puede representar una barrera para la acción o generar un estrés adicional para quien la haya realizado.
Incluso con la salvaguarda legal, en circunstancias excepcionales, los rescatistas también pueden verse expuestos a desafíos emocionales inesperados. En Argentina la joven que en enero de 2020 trató infructuosamente de salvar la vida de Fernando Báez Sosa, víctima de una brutal golpiza, debió testificar este mes en el juicio oral a los 8 acusados frente a la mirada de los medios y de la opinión pública del país. Allí debió responder a abogados defensores que llegaron a preguntarle si estaba segura de haber realizado bien las maniobras de reanimación cardiopulmonar. Y este miércoles 18 un médico legista contratado por la defensa insinuó que "la reanimación cardiopulmonar pudo haber agravado la situación" de la víctima. "La reanimación cardiopulmonar salva vidas. No dejemos que un argumento barato y sin evidencias destruya tanto trabajo", respondió indignado en Twitter el Dr. Fitz Maurice.[5]
Por supuesto, hay consecuencias que no se pueden manejar y otras que sí se pueden anticipar. Un enfoque preventivo sería trabajar en la naturalización del procedimiento, enseñarlo en las escuelas, ayudar a quitar el miedo, señaló el Dr. Fitz Maurice. "Las muertes cardiacas son 200 veces más frecuentes que las que son producto de un incendio y se hacen muchos más simulacros para incendios que de reanimación cardiopulmonar", manifestó a Medscape en español. En una sociedad donde la capacitación y la práctica del procedimiento está extendida, quienes la efectúen se sentirán menos solos y podrán ser mejor comprendidos por su entorno.
Dr. Jorge Bombau
Por otra parte, más allá del impacto inicial y de la falta de un sistema formal de soporte, el balance en el mediano y largo plazo de haber actuado es favorable también desde el punto de vista psicológico y emocional, opinó el Dr. Jorge Bombau, ginecólogo y obstetra de Buenos Aires, que se transformó en un destacado difusor de las maniobras de reanimación cardiopulmonar después del trágico deceso súbita de su hijo Beltrán, de 14 años, durante un torneo deportivo escolar.[6]
"No conozco a nadie que se haya arrepentido después de hacer una reanimación. Puede haber algún breve periodo de angustia, depresión o insomnio, pero está comprobado que hacer el bien mejora el estado de ánimo. ¿Y qué mejor acción que intentar salvar una vida? Independientemente de los resultados, se termina transformando en algo positivo para la persona", aseguró el Dr. Bombau a Medscape en español.
Es también la sensación de Snitcofsky, el diseñador, quien después de varios meses cree que logró "quedar en un lugar bueno" y también se transformó en un activo promotor de la técnica en las redes sociales. "Estoy para retuitear todo lo que tenga que ver con que todes sepamos hacer reanimación cardiopulmonar y nos animemos a hacerlo. El curso no es más que unas horas", publicó en Twitter este miércoles 18.
"Quiero que si alguna vez me toca tener un paro cardiaco súbito fuera de un hospital haya vecinos, amigos o familiares que sepan hacer la reanimación. Cada persona que sabe hacer reanimación cardiopulmonar puede convencer a otros y quienes la tuvimos que realizar en alguien somos mejores candidatos aún para convencer. Y si una persona llega a necesitarla, quiero volver a hacerla y saldar la cuenta. Si eso sucede, que ojalá que sirva", concluyó.
Algo parecido piensa Matías Alonso, un periodista de Buenos Aires que hace 15 años realizó las maniobras de reanimación cardiopulmonar en el padre de la esposa de su padre, después de una cena familiar de fin de año y pocos minutos antes de las 12. "Lamentablemente, falleció, pero yo seguí haciendo la reanimación cardiopulmonar hasta que llegó la ambulancia. Durante un tiempo tuve un poco de culpa por no haberme encargado de la situación desde el principio, y también porque tenía la idea de que más personas salían o se recuperaban. Pero después me agradecieron mucho y me sirvió haber hecho algo, no haberme quedado inmóvil ante la inevitabilidad de la muerte. Entendí que estuvo bien haberlo intentado. Y la próxima vez… ojalá que no me toque… pero estoy más preparado y ya sé qué cosas tendría que haber hecho mejor", señaló Alonso a Medscape en español.
Alonso, Snitcofsky y los doctores Fitz Maurice, Mosca, Bombau y Márquez han declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.
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