Cada día lo vemos en nuestras consultas: pacientes que se sientan enfrente de nosotros ya con la ‘lección aprendida’ diciéndote con gran convicción que lo que ellos tienen es tal enfermedad o que lo que tenemos que recetarles es tal cosa. Lo hacen porque lo han visto en internet, o se lo ha dicho un vecino, o porque así se lo indicaban en un mensaje de WhatsApp. Incluso después de ser vistos en consulta, acuden a la web para comprobar si lo que se le ha diagnosticado es correcto o no. Los médicos de familia no podemos quedarnos indiferentes y tenemos que estar preparados para saber cómo resolver estas situaciones.
Estos nuevos tiempos, donde las nuevas herramientas de comunicación hacen que la información esté al alcance de todos, nos pueden traer muchas cosas positivas (Big Data, tele-medicina, etc.) que sin duda aportarán gran valor y ventajas al sistema sanitario actual y futuro. Pero también otras, no tan buenas, con las que hay que tener especial cuidado en esta sociedad globalizada, en la que flujo de información no tiene límites y puede llegar en cuestión de milésimas de segundo a cualquier parte del mundo. En ese cajón de sas-tre a veces se cuelan informaciones, carentes de evidencia científica alguna, interesadas o maliciosas que pueden llegar a poner en peligro la salud de quienes las reciben, llegando incluso a provocar que puedan abandonar sus tratamientos médicos, dejar de vacunarse, etc. poniendo en riesgo su salud y la de la comunidad.
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