BIRTA TOPOS INDONESIA
EL GUERRERO AZTECA, EL VERDADERO GUERRERO DEBE PERDER LA IMPORTANCIA
PERSONAL. Un guerrero puede sufrir daño, pero no ofensa. Para un
guerrero no hay nada ofensivo en los actos o palabras de los demás,
mientras él mismo esté actuando dentro del ánimo correcto. Un guerrero
debe hacerlo todo como si fuera su última batalla sobre la tierra. Un
guerrero va al encuentro de sí mismo, dando gracias por todo lo pasado y
por lo que en ese momento es; sin pedir nada, pero con la alegría del
que va al encuentro con su padre. El ánimo de un guerrero no es tan
descabellado en el mundo social ni para nadie. Se necesita para salirse
de toda clase de tonterías y vanidades. Pero la lucha, la negación de sí
mismo, el sacrificio, debe ser en cada instante. Constantemente hay que
matar el minuto, la hora el día, el mes, el año, que pasan. Esta es la
guerra florida, la guerra contra sí mismo, puesto que el hombre debe
florecer y esto lo logra sólo a base de méritos del corazón y trabajo
intenso con la energía creadora, sin derramar el vaso sagrado. El
guerrero "TOLTEKA", debe ir al conocimiento como a la guerra: con miedo,
pero con determinación. NOCHTIN TI WELITIH KEN KUAU TI PATLANIH PATLAN
TLAIKPAK YAWALOA IN ZEMANAWAK IKA TLAWILIK ATLAPALTIN. ( todos podemos
volar como águilas, volando sobre la tierra, Circulando el universo, con
alas de blanca luz. ) El sentimiento de la muerte toma al guerrero
dulce y bondadoso, pues para él, ante este fin irremediable, todos los
destinos son válidos. Nada nos diferencia de un escarabajo, la muerte
nos acecha a todos, como una sombra. La dulsura y bondad espontánea de
los hombres llamados primitivos, es la prueba de su superioridad sobre
el hombre civilizado, es decir, envuelto en mil cobardías. Los actos de
un guerrero tienen poder, particularmente cuando quien actúa sabe que
son la última batalla en la tierra. El hombre corriente puede ser
comparado con un viajero adormecido, que va, sin apercibirse, de
estación en estación; la estación terminal es la muerte y él no habrá
tenido placer ninguno en el viaje. Algunos consideran las cosas como una
bendición, otros como una maldición; el guerrero toma todo en la vida
como un reto. La vida del guerrero es un reto perpetuo. Tenemos la
responsabilidad de vivir en un universo misterioso. Estamos, pues, en
presencia de una purificación radical. La sociedad moderna, extraño
monopolio de una secta cosmopolita, se distingue de otras sociedades por
guardar silencio sobre la muerte. Toda referencia a la muerte está
proscrita, y los muertos son escamoteados. Para el guerrero, la muerte
es, por el contrario, la única compañía verdadera, la consejera que
testimonia todos nuestros actos. El guerrero debe actuar siempre como un
lúcido hombre acosado. El hombre que cree tener todo su tiempo es a
menudo el grosero, ávido y libinidoso que el guerrero no debe ser; éste
actúa con el sentimiento de la urgencia, jamás actúa con odio y,
ciertamente, rechaza comportarse como un cerdo so pretexto de que la
vida le ha de faltar. El guerrero forja su paciencia, que es el arte de
perseguir su objetivo sin proyectar nada de antemano, viviendo con
plenitud el momento presente.
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