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Derribando los Mitos más comunes en la Atención del Trauma
by Kevin T. Collopy, BA, FP-C, CCEMT-P, NR-P, CMTE, WEMT, Sean M. Kivlehan, MD, MPH, NREMT-P, Scott R. Snyder, BS, NREMT-P On Jan 18, 2016Si le gusta este articulo, suscríbase aquí gratis para mucho más contenido entregado directamente a su correo electrónico, incluyendo actualizaciones sobre contenido en la página web de la Revista. Haga clic aquí para la forma de suscripción.
Objetivos
• Identificar varias suposiciones preconcebidas sobre la atención del trauma e intervenciones del paciente
• Identificar la evidencia clínica refutando la omisión de las vías aéreas nasofaríngeas en la atención al trauma
• Describir las limitaciones de la lidocaína en la secuencia de inducción rápida, la hora dorada, y las estrategias de extracción e inmovilización
• Explicar las mejores prácticas actuales basadas en la evidencia para el control de la hemorragia y la estabilización de la columna del paciente
Durante la última década, la atención prehospitalaria ha experimentado una transformación hacia la medicina basada en evidencias. Los avances en la investigación han cambiado cómo los proveedores de atención prehospitalaria realizan RCP, el manejo de los pacientes que sufren ataque cardíaco, accidente cerebrovascular y el uso de luces y sirenas de emergencia. Desafortunadamente, la atención prehospitalaria fue fundada en la aplicación de buenas ideas que parecían tener sentido común. Algunas de las habilidades y prácticas realizadas en antiguos servicios de emergencia médica, permanecen basados en la aceptación cultural, en lugar de la medicina y en investigación comprobada. La columna de este mes de educación continua (EC) está dedicada a desacreditar esos mitos respecto a la atención del trauma y explicar las mejores prácticas de servicio para estos pacientes.
Mito # 1: Nunca insertar una cánula nasofaríngea en pacientes con traumatismo craneoencefálico
Mientras que la colocación de las cánulas nasofaríngeas, sondas nasogástricas e intubaciones por vía nasal son comúnes en la medicina de emergencia, en los salones de clase para los servicios médicos de emergencia se ha enseñado por mucho tiempo que cuando se sospecha de un traumatismo craneoencefálico, sobre todo una fractura de base de cráneo, es probable que al colocar algo en las fosas nasales, ésto entre a través el hueso blando de la lámina cribosa (cráneo) y penetre en el cráneo, en lugar de ser colocado en la vía aérea.
La evidencia
Una revisión exhaustiva sobre el uso y las indicaciones de las vías aéreas nasofaríngeas fue publicada en el 2005 en el Journal of Emergency Medicine. Esta revisión admitió ampliamente que se enseña que las fracturas de cráneo son una contraindicación para la colocación de cánulas nasofaríngeas; se identificaron sólo dos informes de casos, a partir de 2005, en toda la medicina publicada. Un informe fue publicado en 1991 en Anesthesiology, y el otro en el Journal of Trauma en 20001. Estos autores concluyeron que la colocación de una cánula nasofaríngea a través del cráneo es extremadamente rara y probablemente se asocie con una técnica inadecuada, así como con lesiones que ya cuentan con morbilidad y mortalidad signi-ficativas. Esta postura fue seguida por un caso reportado en 2006 y las cartas de tres médicos de Londres al Journal of Emergency Medicine. En estas cartas, los médicos informaron de otro caso de una cánula nasofaríngea en el cráneo, después de un traumatismo facial grave en un paciente cuyas vías respiratorias no podrían haber sido manejadas de otro modo debido a una mandíbula apretada. Los autores coincidieron en que la colocación de una cánula nasofaríngea en el cráneo es extremadamente rara y muy probablemente a causa una mala técnica de colocación. Fue su opinión que el manejo de la vía aérea debe prevalecer sobre el riesgo de una consecuencia extremadamente rara2. Además, la colocación de cánulas nasofaríngeas se recomienda entre los proveedores militares de atención prehospitalaria, incluso en el caso de traumatismo craneoencefálico. El médico David Steinbruner, identificó que la postura militar de la colocación apropiada de una cánula nasofaríngea para establecer una vía aérea permeable, ofrece significativamente mayor beneficio en el manejo de la vía aérea, y un riesgo relativamente pequeño de que la cánula pueda penetrar el cráneo.
Diferentes y múltiples fuentes apoyan la colocación apropiada de la vía aérea nasal para los pacientes con lesiones en la cabeza. Aquí la clave está en el uso de una técnica adecuada, en detenerse cuando se encuentra resistencia y dirigir la cánula a lo largo de la base de la cavidad nasal como se muestra en la Figura 1a. Dirigir cualquier dispositivo nasal hacia arriba, hacia los ojos, aumenta la probabilidad de complicaciones. Tenga en cuenta que este artículo está encaminado al uso de las vías aéreas nasofaríngeas y no la intubación nasal o colocación de sondas nasogástricas en lesiones de la cabeza. Estos dos últimos dispositivos son más rígidos que las cánulas nasofaríngeas y las sondas nasogástricas, en particular, pueden tener una mayor probabilidad de comprometer la base de cráneo.
El resultado final
La colocación de una vía aérea nasofaríngea se puede realizar con seguridad en pacientes con traumatismo craneoencefálico cuando es necesario el manejo de las vías respiratorias. El beneficio de establecer una vía aérea sobrepasa al pequeño riesgo de que la cánula nasofaríngea penetre al cerebro.
Mito # 2: La lidocaína en la secuencia de inducción rápida previene el aumento de la presión intracraneal en el paciente con lesión cerebral
Es sabido que la manipulación de la laringe y la intubación endotraqueal se asocian con un aumento transitorio de la presión intracraneal (PIC), y los pacientes que tienen traumatismo craneoencefálico con aumento de la PIC se consideran con un mayor riesgo de lesión cerebral secundaria. Ya que un aumento transitorio de PIC podría disminuir la presión de perfusión cerebral, no se escatiman esfuerzos para controlar la presión intracraneal. En teoría, la lidocaína impide este aumento transitorio de la PIC, lo que ayuda a prevenir una lesión cerebral secundaria. En 1980 apareció la primera evidencia con respecto a la lidocaína como medida preventiva, cuando el médico Robert Bedford, publicó su artículo, “La lidocaína previene el aumento de la PIC después de la intubación endotraqueal,” cuando monitoreó a 20 pacientes que fueron sometidos a neurocirugía electiva. Sus resultados mostraron que mientras que los pacientes que recibieron lidocaína experimentaron un aumento de la PIC, fue significativamente menor que aquellos pacientes que recibieron un placebo. Por último, estos resultados se extrapolaron al uso de la lidocaína como parte de la secuencia de la medicación para la intubación, aunque este estudio no abordó esta cuestión en absoluto.
La evidencia
Los doctores Mike Clancy y Neil Robinson revisaron toda la literatura disponible sobre el uso de la lidocaína en la secuencia de inducción rápida y publicaron sus hallazgos en 2001. Después de una exhaustiva revisión de la literatura, sólo encontraron seis artículos que aludían a la lidocaína y los cambios de la presión intracraneal. No hay artículos de estudios sobre el uso de la lidocaína durante la secuencia de inducción rápida. Los autores concluyeron que no hay evidencia para apoyar el uso de la lidocaína como una intervención clínica durante la secuencia de inducción rápida y recomiendan que su administración se limitare a pruebas clínicas.
Aunque no hay evidencia para sustentar el uso de la lidocaína, ¿hay evidencia que sugiera que la lidocaína causa daño? Un artículo que apareció en 2012 en el American Journal of Emergency Medicine determinó que la lidocaína no tuvo impacto en la estabilidad hemodinámica de los pacientes que reciben secuencia de inducción rápida después de una lesión traumática y determinó que la administración del fármaco era segura durante la secuencia de inducción rápida.
Sin embargo, un problema potencial es que la administración de lidocaína depende del tiempo. Algunos autores sugieren que para tener un posible beneficio para el paciente que recibe secuencia de inducción rápida, la lidocaína debe administrarse por lo menos 2 minutos antes de la laringoscopía6. Esperar un tiempo adicional de 2 minutos para intubar a un paciente con traumatismo craneoencefálico puede ser un riesgo mayor, ya que durante este tiempo los pacientes pueden permanecer en hipoxia, potencial broncoaspiración y en lucha continua, lo que agrava aún más el aumento de la PIC. La lidocaína tiene su efecto en función de la dosis, por lo que demasiada lidocaína puede ser perjudicial. Mientras que se produjeron cambios en la presión arterial cuando los pacientes recibieron 1.5 mg / kg de lidocaína antes de la neurocirugía, se produjo una disminución significativa de la presión arterial cuando la dosis de lidocaína se aumenta a 2 mg / kg.
Resultado final
La lidocaína no ha demostrado prevenir un aumento de la PIC durante la secuencia de inducción rápida. Si bien no perjudica directamente a los pacientes, su administración retrasa la finalización de la secuencia de intubación, lo que pone al paciente en riesgo de una hipoxia continua.
Mito # 3: La férula espinal larga es útil
Cada año, al rededor de 5 millones de pacientes son inmovilizados con un collarín cervical y una férula espinal larga, utilizando las mismas técnicas que se han enseñado en los salones de clases a los servicios médicos de emergencia durante más de 30 años. Se utilizan tres correas pequeñas para asegurar el tórax y pelvis humanas a una camilla rígida y bloques inmovilizadores de cráneo para limitar el movimiento de la cabeza. Esto, en teoría, estaba destinado a evitar el movimiento del paciente, una lesión mayor y reducir la morbilidad.
La evidencia
En cualquier población estudiada, la incidencia de lesiones de columna es baja. En pacientes con trauma multi-sistémico, las tasas de lesión de columna vertebral tienen un rango de entre 2% - 5%, mientras que la lesión de médula espinal se produce en menos del 2% de los pacientes. En incidentes menores, como caídas y colisiones de vehículos automotores con los sistemas de retención, las tasas son tan bajas como 1.2% a 0.7% Por lo tanto, se entiende bien que la mayor parte del tiempo los pacientes que se inmovilizan no tienen daño real que la inmovilización teóricamente estabilice.
Esta es una de las muchas razones por las que el American College of Surgeons hizo cambios en sus libros de texto del curso ATLS, recomendando ahora retirar a los pacientes de una camilla rígida tan rápido como posible8. James Morrissey y sus colegas demostraron en un artículo publicado en 2014 que nuestro enfoque actual de la inmovilización no ayuda a la población en general y proporcionaron pruebas de que limitando cualquier inmovilización de columna a los pacientes que no pueden pasar las pruebas de la columna vertebral, y usando después estrategias de inmovilización que eviten el uso de la férula espinal larga, disminuye inmovilizaciones innecesarias y aumenta la comodidad de los pacientes7.
Una de las revisiones más significativas sobre el uso de la férula espinal larga fue el articulo del 2013 de perspectiva conjunta de la Asociación Nacional de Médicos de servicios médicos de emergencia (NAEMSP por sus siglas en ingles) y el American College of Surgeons Committee on Trauma (Comité de Trauma del Colegio Americano de Cirujanos) que afirmó que no hay beneficio comprobado de inmovilización rígida de la columna. En este artículo se discutió acerca de que la inmovilización puede causar dolor, la agitación del paciente, compromiso respiratorio y la disminución de la perfusión tisular en las zonas de presión sobre la piel del paciente contra la camilla rígida puede potencialmente causar úlceras por presión9. También se sabe que, en pacientes sanos, la inmovilización de la columna completa puede causar isquemia tisular sacra, capaz de producir una úlcera por presión dentro de los siguientes 30 minutos de permanecer en aplicación10. Además, la inmovilización provoca un aumento bastante significativo del dolor por lo que los exámenes neurológicos se vuelven menos confiables cuando el paciente permanece immobilizado.
En el mismo artículo, la NAEMSP identificó que los pacientes con trauma penetrante en la cabeza, cuello y el torso sin déficit espinal, no necesitan inmovilización y que la inmovilización en realidad provoca un retraso en el transporte que puede ser lo suficientemente importante como para aumentar la morbilidad y mortalidad del paciente9. Además, la férula espinal larga no proporciona ningún beneficio adicional, incluso cuando se utilizan correctamente. Cuando los pacientes de dos grandes sistemas de trauma fueron comparados, uno en Nuevo México, donde se produjo la inmovilización prehospitalaria, y otro en Malasia, donde ninguna inmovilización prehospitalaria se practicó, no había diferencia en la discapacidad neurológica entre los grupos de pacientes. Los autores determinaron que, en lesiones contundentes de la médula, la inmovilización tiene poco o ningún beneficio en los resultados de los pacientes.
Resultado final
Las camillas rígidas no tienen ningún beneficio comprobado para el paciente traumatizado y pueden ser perjudiciales al comprometer sus ventilaciones, poniéndolos en riesgo de úlceras por presión y retrasar el transporte a la atención definitiva. Dicho esto, la restricción de movimiento espinal en pacientes traumatizados sigue siendo una buena práctica.
Mito # 4: Posición de Trendelenburg
Durante la primera parte del siglo 20, el fisiólogo estadounidense Walter Cannon sugirió colocar al paciente hasta lograr que la cabeza alcanzara una posición más baja que las piernas, fue puesta en práctica por primera vez por el cirujano alemán Friedrich Trendelenburg, en teoría, esta posición podría desplazar la sangre desde las extremidades inferiores durante el shock hemorrágico para mejorar el retorno venoso a la circulación central. La posición de Trendelenburg originalmente fue pensada para permitir un mejor campo de visión durante la cirugía abdominal al desplazar su contenido en dirección cefálica y nunca fue diseñado para los cambios de la presión arterial.
La evidencia
Las guias de primeros auxilios del 2010 de la American Heart Association establecen claramente que todas las recomendaciones sobre el uso de la posición de Trendelenburg son extrapoladas a partir de estudios de expansión del volumen y no hay evidencia directa de su beneficio en el estado de shock13. Actualmente, las directrices de la AHA recomiendan mantener a los pacientes en decúbito supino en lugar de mantener las piernas elevadas.
Margo Halm realizó una excelente revisión de los estudios que se han completado sobre la posición de Trendelenburg y publicó esta revisión en 2012 en el American Journal of Critical Care. Se han completado un poco más de 20 estudios. La elevación de las piernas en un paciente en estado de shock hemorrágico regresa efectivamente 1.4% del volumen sanguíneo a la circulación central, resultando en un y leve y transitorio aumento en el gasto cardiaco en todo caso de 1 a 5 minutos. Nota, este aumento es del gasto cardíaco; el efecto sobre la presión arterial es insignificante. Además, se encontró con varios estudios, los que demostraron que, en realidad la posición de Trendelenburg produce una disminución del flujo sanguíneo cerebral, de la saturación de oxígeno, del flujo sanguíneo de las extremidades superiores y la capacidad funcional de reserva de los pulmones14. La elevación de las piernas y la pelvis del paciente puede causar movimiento del contenido abdominal y aumentar la presión contra el diafragma y la vena cava inferior, lo que limita la capacidad de los pulmones para expandirse y pone mayor presión sobre los baroreceptores dentro de la vena cava. Al comprimir los baroreceptores del cuerpo, este puede ser en realidad engañado, interpretando que el volumen sanguíneo es más alto y como resultado disminuir los mecanismos compensatorios.
Resultado final
La evidencia demuestra que la posición de Trendelenburg no sólo no ayuda a los pacientes que sufren estado de shock hemorrágico, si no que en realidad, puede además, ser perjudicial debido a los efectos tanto ventilatorios como circulatorios.
Relacionado:
Mito # 5: La liberación del paciente con dispositivo Kendrick (chaleco de extracción) previene el movimiento de la columna
Explicación del mito: Después de grandes colisiones de vehículos automotores, se les enseña a los proveedores prehospitalarios que un paciente debe permanecer inmóvil dentro del vehículo y permitir el control de los movimientos solo por los equipos de rescate debidamente capacitados para retirar al paciente del vehículo y ser colocado en una férula espinal larga. Los proveedores prehospitalarios son capacitados en varias técnicas, que van desde la extracción rápida, a la aplicación de un dispositivo Kendrick de liberación (chaleco de extracción). Estamos literalmente enseñando que los pacientes pueden perder la vida si se mueven por si mismos con una lesión de la columna no reconocida.
La evidencia
En 2009, Jeffery Shafer y Rosanne Naunheim se unieron para comparar las diferencias en el movimiento de columna vertebral cuando los pacientes se apartan de un vehículo seriamente dañado en comparación a cuando el paciente se retira con la asistencia de los profesionales prehospitalarios. Estos autores realizaron cuatro pruebas con el uso de cámaras de rastreo de movimiento y sensores colocados estratégicamente en sus pacientes voluntarios: la auto-liberación con y sin un collarín cervical y la extracción por los rescatistas directamente en una férula espinal larga, y mediante el uso de un chaleco de extracción. En cada prueba el movimiento de la columna vertebral se registró al mismo tiempo en conjunto con los cambios de principio a fin, así como el rango de movimientos.
La auto-liberación sin collarín cervical produjo un cambio promedio de 8.7 grados de movimiento (desviación estándar 11.9 grados) en la columna cervical con un rango de movimiento sobre 31 grados; la aplicación de un collarín cervical reduce el cambio general a 1.4 grados (desviación estándar 4 grados) con un rango de movimiento de 6.4 grados. La extracción estándar en una camilla rígida produjo un promedio de 1 grado (desviación estándar 4.5 grados); sin embargo, el rango de movimiento era 26.6 grados, y cuando se utilizó un chaleco de extracción para ayudar con la liberación, produjo en general un cambio en el paciente de 2 grados (desviación estándar 2.3 grados) ¡con un rango de movimiento de 31.1 grados!
Basados en este estudio, los autores concluyeron que la manipulación del paciente para aplicar un chaleco y deslizarlo sobre una férula espinal larga directamente desde un vehículo causa más movimiento de la columna vertebral que la colocación de un collarín cervical y permitiendo al paciente liberarse a sí mismo y caminar a hacia la camilla15. Un estudio similar fue repetido por Jack Engsberg y sus colegas, y fue publicado en Journal of Emergency Medicine en 2013. Estos investigadores encontraron que la aplicación de un chaleco durante el proceso de extracción causa más movimiento de la columna vertebral que la extracción asistida directamente sobre una tabla de inmovilización espinal y se compara con una auto-extracción del paciente después de colocarle un collarín cervical.
Resultado final
El dispositivo chaleco Kendrick aumenta el movimiento de columna vertebral durante el proceso de liberación; es necesario considerar y explorar métodos alternativos de liberación.
Mito # 6: Nunca retire un apósito de una herida sangrante; cuando sangra a través de éste ¡solo añada más apósitos!
Explicación del mito: Todos los principales recursos de primeros auxilios indican que se debe aplicar un aposito en cualquier hemorragia no controlada, y si éste se empapa de sangre, se deben añadir más apósitos sobre el original, pero no quitar el apósito empapado de sangre. El reclamo es que retirar el apósito original puede destruir los coágulos que se están formando, haciendo que el paciente vuelva a sangrar.
La evidencia
Para empezar a abordar este mito es importante entender los fundamentos de la hemostasia, el proceso a través del cual se forman los coágulos. Cuando se produce una lesión en un vaso sanguíneo, el colágeno y los factores de Von Willebrand (vWF) están expuestos y promueven que las plaquetas se adhieran a la superficie de la herida. Como se produce la agregación plaquetaria, se desarrolla un tapón que detiene la hemorragia. La agregación de plaquetas se produce a lo largo de tejido humano. Una vez que un tapón de plaquetas se produce y la hemorragia se detiene, una malla de fibrina se empieza a formar lo que estabiliza el coágulo y lo fortalece.
Cuando se aplica un apósito sobre una herida, el objetivo es detener el sangrado. Esto se completa con éxito el 95% de las veces con presión aplicada directamente sobre el tejido lesionado. La clave para realizar presión directa es aplicar una presión adecuada en el tejido lesionado y en el vaso lesionado. Cuando la presión es generalmente aplicada alrededor de la herida es típicamente una presión inadecuada para detener la hemorragia. Realizar presión directa significa dirigir la presión directamente en el tejido sangrante.
No hay algún ensayo clínico que demuestre que la eliminación de un vendaje empapado de sangre causará la eliminación de coágulos o haga que el proceso de coagulación tenga que empezar de nuevo. Cuando se aplican grandes y voluminosos vendajes sobre los sitios de hemorragia se vuelve muy difícil aplicar presión directa sobre la herida y como resultado se produce más presión generalizada alrededor de la lesión. En este punto, el apósito se convierte en una fuente para la recolectar la sangre perdida y esta haciendo muy poco en realidad para controlar la hemorragia.
Los apósitos que rápidamente se saturan con sangre son una indicación de que no se ha aplicado la presión adecuada al sitio de la hemorragia. Simplemente añadir más apósitos en la parte superior de la lesión hará poco más que absorber más sangre; no ayudará a controlar la hemorragia o apoyar la formación de coágulos. Cuando un vendaje se empapa de sangre, debe retirarlo y aplicar presión mejor dirigida con un apósito limpio.
En 2014, el American College of Surgeons publicó un artículo acerca de su posición sobre las estrategias prehospitalarias del control de hemorragias. En este trabajo se identifica que la presión directa bien ejecutada es probable que controle la hemorragia en la mayoría de los casos. Cuando la hemorragia no se puede controlar con presión directa bien realizada, recomiendan que el siguiente paso sea la colocación de un torniquete para lesiones de las extremidades. En casos en los que un torniquete no se puede aplicar recomiendan añadir un agente hemostático a un vendaje de presión. Los apósitos hemostáticos deben aplicarse directamente a la fuente del sangrado con el fin de que funcionen.
Resultado final
Si la presión directa inicial falla para controlar la hemorragia, quite el vendaje y aplique presión directa correctamente ubicada sobre la hemorragia. Cuando esto falla, se debe utilizar un torniquete TQ o un vendaje con agente hemostático.
Mito # 7: la presencia de pulso radial significa a una presión arterial sistólica de por lo menos 80 mmHg; el pulso carótido significa una presión arterial sistólica de al menos 60 mmHg
Explicación del mito: La regla 80/70/60 para puntos de pulso carotídeo, femoral y radial para predecir la presión arterial ha sido enseñada durante mucho tiempo tanto en la medicina prehospitalaria como en cursos de Soporte Vital Avanzado en Trauma. La teoría indica que la presencia de un pulso radial indica una presión arterial sistólica es de por lo menos 80 mmHg, y a continuación un pulso femoral y carótideo, indican presión sistólica de 70 mmHg y 60 mmHg respectivamente.
Mito # 8: La hora dorada
Explicación del mito: Después de una lesión importante, los pacientes tienen una hora para llegar a un centro de atención definitiva antes de que sus probabilidades de muerte se elevan significativamente.
La evidencia
Craig Newgard (y otros) publicó un trabajo en 2015 en Annals of Emergency Medicine desafiando la verdad de la hora dorada. En su investigación se evaluaron pacientes con traumatismos, 778 de los cuales tenían estado de shock, y 1,239 pacientes con lesión cerebral traumática que fueron presentados a nivel I y centros de trauma nivel II de 81 sistemas de servicios médicos de emergencia diferentes. Compararon la mortalidad de los pacientes a los 28 días y de 6 meses de resultados de la escala de coma de Glasgow, escala ampliada de trauma (para pacientes con lesión cerebral traumática). Los investigadores no encontraron ninguna sugerencia de que el llegar a un centro de trauma a más de 60 minutos después de una lesión impacte los resultados a largo plazo. Este trabajo apoya un articulo del 2010 en Annals of Emergency Medicine que revisó más de 3,600 pacientes de trauma en estado de shock, -de los cuales 22% murieron- encontrándose a veces tan cerca como fuera del hospital, lo que no redujo el riesgo de muerte de un paciente en el hospital. Encontraron que un mayor tiempo de respuesta de los servicios médicos de emergencia, en la escena, el transporte o el tiempo total del servicio no aumentó la mortalidad20.
Un subgrupo demostró la excepción en Newgard (y otros). Los pacientes que presentaron shock hemorrágico durante la atención prehospitalaria y requirieron la intervención urgente en un centro de trauma, tenían mejor mortalidad a los 28 días cuando llegaron a un centro de trauma en los primeros 60 minutos. La misma mejora de resultados no se observó en pacientes con lesión cerebral20.
Estos dos artículos desafían la hora dorada ya que una revisión de la literatura 2001 no pudo encontrar ninguna evidencia clínica para la instrucción de este concepto21. Reconocer que la hora dorada no existe, no significa que no haya sensibilidad al tiempo en la atención hacia un centro de trauma. Pero sí significa en definitiva que no hay un umbral de 60 minutos para la disminución de la morbilidad o la mortalidad. Desafiar este mito ayuda a empujar la idea de que hay pacientes para los servicios médicos de emergencia que sólo tienen minutos para ser llevados al centro del trauma más cercano para que salven sus vidas.
En lugar de pensar en un mítico punto de referencia de 60 minutos, concentrémonos en determinar si usted tiene o no las herramientas para estabilizar al paciente, y si no, entonces transporte de manera inmediata al paciente directamente a un centro de trauma que pueda proporcionar dicha estabilización, los riesgos de un transporte urgente pueden ser mayores, incluso para los proveedores y una lesión mayor al paciente en el caso de una colisión vehicular.
Resultado final
La entrega de pacientes que sufren de una lesión traumática en un centro de trauma dentro de los primeros 60 minutos de su incidente no mejora sus resultados, a menos que presenten estado de shock hemorrágico. El transporte seguro a un centro de trauma es más importante que el transporte rápido.
Mito # 9: El pantalón neumático anti shock (PNA) mejora los resultados
Explicación del mito: Presentado por primera vez durante la guerra de Vietnam, los pantalones antishock militares (MAST por sus siglas en inglés) y prendas anti shock neumáticas se siguen utilizando en muchos sistemas de servicios médicos de emergencia para el tratamiento del shock hemorrágico grave agudo y la estabilización ante la sospecha de fractura de pelvis. Desde su introducción impulsada en la guerra, los PNA han sido populares, aunque sus intervenciones prehospitalarias han sido poco estudiadas. La teoría detrás del PNA es que su compresión de las extremidades inferiores de distal a proximal -y abdomen, si es necesario- aumenta el retorno venoso a la circulación central, lo que aumenta el gasto cardíaco.
La evidencia
Cuando todos los compartimentos del PNA son inflados a 90 mmHg, el gasto cardíaco aumenta21. Sin embargo, con el tiempo, el gasto cardíaco, la resistencia vascular sistémica y el retorno venoso, descienden una vez más. No se ven beneficios cuando el PNA se infla con menos de 40 mmHg, y como máximo hay un aumento del 5% en el volumen sanguíneo central al inflarlo por completo22.
Mientras que algunos estudios han demostrado que la aplicación del PNA proporciona alguna capacidad de controlar la hemorragia no controlable de otro modo en las regiones de su aplicación -en las piernas o el abdomen- se ha visto el efecto contrario cuando la ubicación de la hemorragia no está dentro de las áreas de compresión del PNA. En modelos animales el tiempo de supervivencia disminuyó de 60 a 18 o 10 minutos después de la aplicación del PNA22. La correlación para un ser humano sería que, si un paciente está experimentando shock por hemotórax, el PNA podría empeorar su hemorragia.
Sólo unos pocos estudios han evaluado la colocación prehospitalaria del PNA en pacientes humanos que experimentan shock hemorrágico descompensado en servicios médicos de emergencia. Dos de estos estudios no demostraron un aumento de la supervivencia con la aplicación de PNA, y un ensayo prospectivo aleatorio demostró un aumento del 6% en la mortalidad con su aplicación22. En general, si bien hay instancias selectas en las que el PNA puede proporcionar control de la hemorragia y aumentar las probabilidades de un paciente que es ingresado al hospital, hay pocos o ningún dato que sugiera la mejora en los resultados del paciente. Esto se debe a que el PNA no tiene impacto alguno en el flujo sanguíneo proximal a las arterias renales23. Por último, una revisión de Cochrane determinó que el uso del PNA no disminuye la estancia hospitalaria del paciente o en la UCI, y no tienen ningún impacto en la morbilidad o mortalidad del paciente24.
Resultado final
Probablemente el pantalón neumático anti shock no tiene ningún beneficio para los pacientes de trauma, aunque hay información limitada sobre pacientes con tiempos prolongados de transporte, trauma en las extremidades inferiores y fracturas de pelvis. Dada la escasez de evidencia de algún beneficio adicional, las férulas de tracción y los sujetadores pélvicos parecen ser las intervenciones más enfocadas para estas lesiones.
Resumen
La medicina basada en la evidencia va a cambiar continuamente los paradigmas en los que se practica la medicina de emergencia. Hace quince años, los torniquetes fueron un último recurso y a menudo considerados una forma garantizada de perder una extremidad; hoy son un estándar de oro en el control de la hemorragia. Creer en algo, ponerlo en práctica, después enterarnos que es falso, en medicina, no hace a alguien un mal proveedor, ni quiere decir que esté equivocado. Simplemente significa que la medicina de emergencia y los servicios médicos de emergencia continúan desarrollándose como una profesión, y nuestro conjunto de evidencias seguirá creciendo a medida que aprendemos más sobre el cuidado prehospitalario.
Mientras nos preparamos para retirar el pantalón neumático anti shock, la férula espinal larga, la lidocaina, y entender a la hora dorada en definitiva más bien como un concepto de 60 minutos, es importante mantener un ojo crítico para la próxima intervención que realmente va a ayudar a los pacientes durante su atención prehospitalaria.
Nota: Este artículo apareció originalmente en la edición en ingles de la Revista EMS World y fue traducido por un voluntario. Si usted ve errores o quiere sugerir un cambio, favor de avisarnos por correo a editor@emsworld.com.
Traducido por Cristian Román. Cristian Román es originario de la Ciudad de México. Desde la escuela preparatoria se interesó en el ámbito de las emergencias y tiene más de 20 años de experiencia en los servicios médicos de urgencia. Ha trabajado como paramédico en varias empresas de ambulancias particulares y en Cruz Roja Mexicana, donde se graduó como Técnico en Urgencias Médicas Intermedio en la Sede Nacional. Es autor del libro de bolsillo "Atención prehospitalaria, guía de referencia del paramédico y del técnico en urgencias médicas" de la Editorial Trillas, actualmente trabaja como paramédico y rescatista en la Subdirección de Urgencias del Estado de México y como voluntario en el Heroico Cuerpo de Bomberos de Toluca, Estado de México.
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