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jueves, 6 de junio de 2024

Derribando los Mitos más comunes en la Atención del Trauma. EMSWORLD

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Derribando los Mitos más comunes en la Atención del Trauma


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Objetivos
• Identificar varias suposiciones preconcebidas sobre la atención del trauma e intervenciones del paciente
• Identificar la evidencia clínica refutando la omisión de las vías aéreas nasofaríngeas en la atención al trauma
• Describir las limitaciones de la lidocaína en la secuencia de inducción rápida, la hora dorada, y las estrategias de extracción e inmovilización
• Explicar las mejores prácticas actuales basadas en la evidencia para el control de la hemorragia y la estabilización de la columna del paciente
Durante la última década, la atención prehospitalaria ha experimentado una transformación hacia la medicina basada en evidencias. Los avances en la investigación han cambiado cómo los proveedores de atención prehospitalaria realizan RCP, el manejo de los pacientes que sufren ataque cardíaco, accidente cerebrovascular y el uso de luces y sirenas de emergencia. Desafortunadamente, la atención prehospitalaria fue fundada en la aplicación de buenas ideas que parecían tener sentido común. Algunas de las habilidades y prácticas realizadas en antiguos servicios de emergencia médica, permanecen basados en la aceptación cultural, en lugar de la medicina y en investigación comprobada. La columna de este mes de educación continua (EC) está dedicada a desacreditar esos mitos respecto a la atención del trauma y explicar las mejores prácticas de servicio para estos pacientes.
Mito # 1: Nunca insertar una cánula nasofaríngea en pacientes con traumatismo craneoencefálico
Mientras que la colocación de las cánulas nasofaríngeas, sondas nasogástricas e intubaciones por vía nasal son comúnes en la medicina de emergencia, en los salones de clase para los servicios médicos de emergencia se ha enseñado por mucho tiempo que cuando se sospecha de un traumatismo craneoencefálico, sobre todo una fractura de base de cráneo, es probable que al colocar algo en las fosas nasales, ésto entre a través el hueso blando de la lámina cribosa (cráneo) y penetre en el cráneo, en lugar de ser colocado en la vía aérea.

La evidencia

Una revisión exhaustiva sobre el uso y las indicaciones de las vías aéreas nasofaríngeas fue publicada en el 2005 en el Journal of Emergency Medicine. Esta revisión admitió ampliamente que se enseña que las fracturas de cráneo son una contraindicación para la colocación de cánulas nasofaríngeas; se identificaron sólo dos informes de casos, a partir de 2005, en toda la medicina publicada. Un informe fue publicado en 1991 en Anesthesiology, y el otro en el Journal of Trauma en 20001. Estos autores concluyeron que la colocación de una cánula nasofaríngea a través del cráneo es extremadamente rara y probablemente se asocie con una técnica inadecuada, así como con lesiones que ya cuentan con morbilidad y mortalidad signi-ficativas. Esta postura fue seguida por un caso reportado en 2006 y las cartas de tres médicos de Londres al Journal of Emergency Medicine. En estas cartas, los médicos informaron de otro caso de una cánula nasofaríngea en el cráneo, después de un traumatismo facial grave en un paciente cuyas vías respiratorias no podrían haber sido manejadas de otro modo debido a una mandíbula apretada. Los autores coincidieron en que la colocación de una cánula nasofaríngea en el cráneo es extremadamente rara y muy probablemente a causa una mala técnica de colocación. Fue su opinión que el manejo de la vía aérea debe prevalecer sobre el riesgo de una consecuencia extremadamente rara2. Además, la colocación de cánulas nasofaríngeas se recomienda entre los proveedores militares de atención prehospitalaria, incluso en el caso de traumatismo craneoencefálico. El médico David Steinbruner, identificó que la postura militar de la colocación apropiada de una cánula nasofaríngea para establecer una vía aérea permeable, ofrece significativamente mayor beneficio en el manejo de la vía aérea, y un riesgo relativamente pequeño de que la cánula pueda penetrar el cráneo.
Diferentes y múltiples fuentes apoyan la colocación apropiada de la vía aérea nasal para los pacientes con lesiones en la cabeza. Aquí la clave está en el uso de una técnica adecuada, en detenerse cuando se encuentra resistencia y dirigir la cánula a lo largo de la base de la cavidad nasal como se muestra en la Figura 1a. Dirigir cualquier dispositivo nasal hacia arriba, hacia los ojos, aumenta la probabilidad de complicaciones. Tenga en cuenta que este artículo está encaminado al uso de las vías aéreas nasofaríngeas y no la intubación nasal o colocación de sondas nasogástricas en lesiones de la cabeza. Estos dos últimos dispositivos son más rígidos que las cánulas nasofaríngeas y las sondas nasogástricas, en particular, pueden tener una mayor probabilidad de comprometer la base de cráneo.
El resultado final
La colocación de una vía aérea nasofaríngea se puede realizar con seguridad en pacientes con traumatismo craneoencefálico cuando es necesario el manejo de las vías respiratorias. El beneficio de establecer una vía aérea sobrepasa al pequeño riesgo de que la cánula nasofaríngea penetre al cerebro.

Mito # 2: La lidocaína en la secuencia de inducción rápida previene el aumento de la presión intracraneal en el paciente con lesión cerebral


Es sabido que la manipulación de la laringe y la intubación endotraqueal se asocian con un aumento transitorio de la presión intracraneal (PIC), y los pacientes que tienen traumatismo craneoencefálico con aumento de la PIC se consideran con un mayor riesgo de lesión cerebral secundaria. Ya que un aumento transitorio de PIC podría disminuir la presión de perfusión cerebral, no se escatiman esfuerzos para controlar la presión intracraneal. En teoría, la lidocaína impide este aumento transitorio de la PIC, lo que ayuda a prevenir una lesión cerebral secundaria. En 1980 apareció la primera evidencia con respecto a la lidocaína como medida preventiva, cuando el médico Robert Bedford, publicó su artículo, “La lidocaína previene el aumento de la PIC después de la intubación endotraqueal,” cuando monitoreó a 20 pacientes que fueron sometidos a neurocirugía electiva. Sus resultados mostraron que mientras que los pacientes que recibieron lidocaína experimentaron un aumento de la PIC, fue significativamente menor que aquellos pacientes que recibieron un placebo. Por último, estos resultados se extrapolaron al uso de la lidocaína como parte de la secuencia de la medicación para la intubación, aunque este estudio no abordó esta cuestión en absoluto.

La evidencia
Los doctores Mike Clancy y Neil Robinson revisaron toda la literatura disponible sobre el uso de la lidocaína en la secuencia de inducción rápida y publicaron sus hallazgos en 2001. Después de una exhaustiva revisión de la literatura, sólo encontraron seis artículos que aludían a la lidocaína y los cambios de la presión intracraneal. No hay artículos de estudios sobre el uso de la lidocaína durante la secuencia de inducción rápida. Los autores concluyeron que no hay evidencia para apoyar el uso de la lidocaína como una intervención clínica durante la secuencia de inducción rápida y recomiendan que su administración se limitare a pruebas clínicas.
Aunque no hay evidencia para sustentar el uso de la lidocaína, ¿hay evidencia que sugiera que la lidocaína causa daño? Un artículo que apareció en 2012 en el American Journal of Emergency Medicine determinó que la lidocaína no tuvo impacto en la estabilidad hemodinámica de los pacientes que reciben secuencia de inducción rápida después de una lesión traumática y determinó que la administración del fármaco era segura durante la secuencia de inducción rápida.
Sin embargo, un problema potencial es que la administración de lidocaína depende del tiempo. Algunos autores sugieren que para tener un posible beneficio para el paciente que recibe secuencia de inducción rápida, la lidocaína debe administrarse por lo menos 2 minutos antes de la laringoscopía6. Esperar un tiempo adicional de 2 minutos para intubar a un paciente con traumatismo craneoencefálico puede ser un riesgo mayor, ya que durante este tiempo los pacientes pueden permanecer en hipoxia, potencial broncoaspiración y en lucha continua, lo que agrava aún más el aumento de la PIC. La lidocaína tiene su efecto en función de la dosis, por lo que demasiada lidocaína puede ser perjudicial. Mientras que se produjeron cambios en la presión arterial cuando los pacientes recibieron 1.5 mg / kg de lidocaína antes de la neurocirugía, se produjo una disminución significativa de la presión arterial cuando la dosis de lidocaína se aumenta a 2 mg / kg.
Resultado final
La lidocaína no ha demostrado prevenir un aumento de la PIC durante la secuencia de inducción rápida. Si bien no perjudica directamente a los pacientes, su administración retrasa la finalización de la secuencia de intubación, lo que pone al paciente en riesgo de una hipoxia continua.

Mito # 3: La férula espinal larga es útil


Cada año, al rededor de 5 millones de pacientes son inmovilizados con un collarín cervical y una férula espinal larga, utilizando las mismas técnicas que se han enseñado en los salones de clases a los servicios médicos de emergencia durante más de 30 años. Se utilizan tres correas pequeñas para asegurar el tórax y pelvis humanas a una camilla rígida y bloques inmovilizadores de cráneo para limitar el movimiento de la cabeza. Esto, en teoría, estaba destinado a evitar el movimiento del paciente, una lesión mayor y reducir la morbilidad.

La evidencia
En cualquier población estudiada, la incidencia de lesiones de columna es baja. En pacientes con trauma multi-sistémico, las tasas de lesión de columna vertebral tienen un rango de entre 2% - 5%, mientras que la lesión de médula espinal se produce en menos del 2% de los pacientes. En incidentes menores, como caídas y colisiones de vehículos automotores con los sistemas de retención, las tasas son tan bajas como 1.2% a 0.7% Por lo tanto, se entiende bien que la mayor parte del tiempo los pacientes que se inmovilizan no tienen daño real que la inmovilización teóricamente estabilice.
Esta es una de las muchas razones por las que el American College of Surgeons hizo cambios en sus libros de texto del curso ATLS, recomendando ahora retirar a los pacientes de una camilla rígida tan rápido como posible8. James Morrissey y sus colegas demostraron en un artículo publicado en 2014 que nuestro enfoque actual de la inmovilización no ayuda a la población en general y proporcionaron pruebas de que limitando cualquier inmovilización de columna a los pacientes que no pueden pasar las pruebas de la columna vertebral, y usando después estrategias de inmovilización que eviten el uso de la férula espinal larga, disminuye inmovilizaciones innecesarias y aumenta la comodidad de los pacientes7.
Una de las revisiones más significativas sobre el uso de la férula espinal larga fue el articulo del 2013 de perspectiva conjunta de la Asociación Nacional de Médicos de servicios médicos de emergencia (NAEMSP por sus siglas en ingles) y el American College of Surgeons Committee on Trauma (Comité de Trauma del Colegio Americano de Cirujanos) que afirmó que no hay beneficio comprobado de inmovilización rígida de la columna. En este artículo se discutió acerca de que la inmovilización puede causar dolor, la agitación del paciente, compromiso respiratorio y la disminución de la perfusión tisular en las zonas de presión sobre la piel del paciente contra la camilla rígida puede potencialmente causar úlceras por presión9. También se sabe que, en pacientes sanos, la inmovilización de la columna completa puede causar isquemia tisular sacra, capaz de producir una úlcera por presión dentro de los siguientes 30 minutos de permanecer en aplicación10. Además, la inmovilización provoca un aumento bastante significativo del dolor por lo que los exámenes neurológicos se vuelven menos confiables cuando el paciente permanece immobilizado.
En el mismo artículo, la NAEMSP identificó que los pacientes con trauma penetrante en la cabeza, cuello y el torso sin déficit espinal, no necesitan inmovilización y que la inmovilización en realidad provoca un retraso en el transporte que puede ser lo suficientemente importante como para aumentar la morbilidad y mortalidad del paciente9. Además, la férula espinal larga no proporciona ningún beneficio adicional, incluso cuando se utilizan correctamente. Cuando los pacientes de dos grandes sistemas de trauma fueron comparados, uno en Nuevo México, donde se produjo la inmovilización prehospitalaria, y otro en Malasia, donde ninguna inmovilización prehospitalaria se practicó, no había diferencia en la discapacidad neurológica entre los grupos de pacientes. Los autores determinaron que, en lesiones contundentes de la médula, la inmovilización tiene poco o ningún beneficio en los resultados de los pacientes.
Resultado final
Las camillas rígidas no tienen ningún beneficio comprobado para el paciente traumatizado y pueden ser perjudiciales al comprometer sus ventilaciones, poniéndolos en riesgo de úlceras por presión y retrasar el transporte a la atención definitiva. Dicho esto, la restricción de movimiento espinal en pacientes traumatizados sigue siendo una buena práctica.

Mito # 4: Posición de Trendelenburg


Durante la primera parte del siglo 20, el fisiólogo estadounidense Walter Cannon sugirió colocar al paciente hasta lograr que la cabeza alcanzara una posición más baja que las piernas, fue puesta en práctica por primera vez por el cirujano alemán Friedrich Trendelenburg, en teoría, esta posición podría desplazar la sangre desde las extremidades inferiores durante el shock hemorrágico para mejorar el retorno venoso a la circulación central. La posición de Trendelenburg originalmente fue pensada para permitir un mejor campo de visión durante la cirugía abdominal al desplazar su contenido en dirección cefálica y nunca fue diseñado para los cambios de la presión arterial.
La evidencia
Las guias de primeros auxilios del 2010 de la American Heart Association establecen claramente que todas las recomendaciones sobre el uso de la posición de Trendelenburg son extrapoladas a partir de estudios de expansión del volumen y no hay evidencia directa de su beneficio en el estado de shock13. Actualmente, las directrices de la AHA recomiendan mantener a los pacientes en decúbito supino en lugar de mantener las piernas elevadas.
Margo Halm realizó una excelente revisión de los estudios que se han completado sobre la posición de Trendelenburg y publicó esta revisión en 2012 en el American Journal of Critical Care. Se han completado un poco más de 20 estudios. La elevación de las piernas en un paciente en estado de shock hemorrágico regresa efectivamente 1.4% del volumen sanguíneo a la circulación central, resultando en un y leve y transitorio aumento en el gasto cardiaco en todo caso de 1 a 5 minutos. Nota, este aumento es del gasto cardíaco; el efecto sobre la presión arterial es insignificante. Además, se encontró con varios estudios, los que demostraron que, en realidad la posición de Trendelenburg produce una disminución del flujo sanguíneo cerebral, de la saturación de oxígeno, del flujo sanguíneo de las extremidades superiores y la capacidad funcional de reserva de los pulmones14. La elevación de las piernas y la pelvis del paciente puede causar movimiento del contenido abdominal y aumentar la presión contra el diafragma y la vena cava inferior, lo que limita la capacidad de los pulmones para expandirse y pone mayor presión sobre los baroreceptores dentro de la vena cava. Al comprimir los baroreceptores del cuerpo, este puede ser en realidad engañado, interpretando que el volumen sanguíneo es más alto y como resultado disminuir los mecanismos compensatorios.
Resultado final
La evidencia demuestra que la posición de Trendelenburg no sólo no ayuda a los pacientes que sufren estado de shock hemorrágico, si no que en realidad, puede además, ser perjudicial debido a los efectos tanto ventilatorios como circulatorios.

Relacionado: 
Efectos de la posición de Trendelenburg sobre el estado
hemodinámico: una revisión sistemática
SENDOA BALLESTEROS PEÑA1, ANA RODRÍGUEZ LARRAD2
1Bilbao SAMUR – Protección Civil, Bilbao, España. 2Universidad Pública de Navarra, Pamplona, España.

La posición de Trendelenburg es una maniobra que la literatura aborda y considera útil en el contexto de diversas terapias clínicas: en la disciplina quirúrgica, utilizada con la finalidad en la que fue concebida o en anestesiología para la colocación de catéteres centrales o la administración de ciertos fármacos a nivel espinal. Una cantidad nada despreciable de protocolos y guías clínicas elaboradas en la actualidad por la administración sanitaria nacional o por sociedades científicas incluyen la elevación de las piernas en decúbito supino como procedimiento estandarizado a aplicar en situaciones de hipotensión secundaria a hipovolemia. No obstante, la utilidad que se le atribuye a la posición de Trendelenburg en el manejo de esta última patología entra en severa contradicción con la mayoría de los estudios revisados, que concluyen que, pese a existir una posible mejora en el gasto cardiaco, las variaciones en la presión arterial de estos pacientes no es significativa ni mantenida. E inclusoalgunos investigadores han hallado indicios que apuntan al posible efecto perjudicial que puede acarrear su aplicación en cierto tipo de patologías o pacientes, al contribuir al deterioro de la función pulmonar (al hacer que el peso de los órganos abdominales recaiga sobre el diafragma) o incrementar la presión intracraneal e intraocular. Paralelamente, diversos ensayos han centrado sus objetivos en determinar si mediante una elevación pasiva de las piernas es posible predecir el efecto que tendrá en un paciente una recarga de líquidos por vía intravenosa, y concluyen que puede tratarse de un técnica útil en pacientes con ventilación mecánica. Por inferencia, se pueden deducir variaciones hemodinámicas en los afectados por hipovolemia tras la aplicación de la posición de Trendelenburg modificada. La calidad de la evidencia disponible hasta la fecha, en ocasiones generada a partir de ensayos con importantes limitaciones metodológicas (experimentación en pacientes sanos o normotensos, con ventilación mecánica, número insuficiente de casos…) carece de la consistencia necesaria para dictaminar que la posición de Trendelenburg o la elevación de las piernas ofrezca beneficios significativos sobre el paciente con compromiso hemodinámico, por lo que, ante la ausencia de evidencias claras, a favor o en contra, no debe recomendarse la utilización rutinaria de estas maniobras en situaciones de hipotensión y/o hipovolemia. continuar leyendo en el pdf



Mito # 5: La liberación del paciente con dispositivo Kendrick (chaleco de extracción) previene el movimiento de la columna


Explicación del mito: Después de grandes colisiones de vehículos automotores, se les enseña a los proveedores prehospitalarios que un paciente debe permanecer inmóvil dentro del vehículo y permitir el control de los movimientos solo por los equipos de rescate debidamente capacitados para retirar al paciente del vehículo y ser colocado en una férula espinal larga. Los proveedores prehospitalarios son capacitados en varias técnicas, que van desde la extracción rápida, a la aplicación de un dispositivo Kendrick de liberación (chaleco de extracción). Estamos literalmente enseñando que los pacientes pueden perder la vida si se mueven por si mismos con una lesión de la columna no reconocida.

La evidencia
En 2009, Jeffery Shafer y Rosanne Naunheim se unieron para comparar las diferencias en el movimiento de columna vertebral cuando los pacientes se apartan de un vehículo seriamente dañado en comparación a cuando el paciente se retira con la asistencia de los profesionales prehospitalarios. Estos autores realizaron cuatro pruebas con el uso de cámaras de rastreo de movimiento y sensores colocados estratégicamente en sus pacientes voluntarios: la auto-liberación con y sin un collarín cervical y la extracción por los rescatistas directamente en una férula espinal larga, y mediante el uso de un chaleco de extracción. En cada prueba el movimiento de la columna vertebral se registró al mismo tiempo en conjunto con los cambios de principio a fin, así como el rango de movimientos.
La auto-liberación sin collarín cervical produjo un cambio promedio de 8.7 grados de movimiento (desviación estándar 11.9 grados) en la columna cervical con un rango de movimiento sobre 31 grados; la aplicación de un collarín cervical reduce el cambio general a 1.4 grados (desviación estándar 4 grados) con un rango de movimiento de 6.4 grados. La extracción estándar en una camilla rígida produjo un promedio de 1 grado (desviación estándar 4.5 grados); sin embargo, el rango de movimiento era 26.6 grados, y cuando se utilizó un chaleco de extracción para ayudar con la liberación, produjo en general un cambio en el paciente de 2 grados (desviación estándar 2.3 grados) ¡con un rango de movimiento de 31.1 grados!
Basados en este estudio, los autores concluyeron que la manipulación del paciente para aplicar un chaleco y deslizarlo sobre una férula espinal larga directamente desde un vehículo causa más movimiento de la columna vertebral que la colocación de un collarín cervical y permitiendo al paciente liberarse a sí mismo y caminar a hacia la camilla15. Un estudio similar fue repetido por Jack Engsberg y sus colegas, y fue publicado en Journal of Emergency Medicine en 2013. Estos investigadores encontraron que la aplicación de un chaleco durante el proceso de extracción causa más movimiento de la columna vertebral que la extracción asistida directamente sobre una tabla de inmovilización espinal y se compara con una auto-extracción del paciente después de colocarle un collarín cervical.
Resultado final
El dispositivo chaleco Kendrick aumenta el movimiento de columna vertebral durante el proceso de liberación; es necesario considerar y explorar métodos alternativos de liberación.

Mito # 6: Nunca retire un apósito de una herida sangrante; cuando sangra a través de éste ¡solo añada más apósitos!


Explicación del mito: Todos los principales recursos de primeros auxilios indican que se debe aplicar un aposito en cualquier hemorragia no controlada, y si éste se empapa de sangre, se deben añadir más apósitos sobre el original, pero no quitar el apósito empapado de sangre. El reclamo es que retirar el apósito original puede destruir los coágulos que se están formando, haciendo que el paciente vuelva a sangrar.

La evidencia
Para empezar a abordar este mito es importante entender los fundamentos de la hemostasia, el proceso a través del cual se forman los coágulos. Cuando se produce una lesión en un vaso sanguíneo, el colágeno y los factores de Von Willebrand (vWF) están expuestos y promueven que las plaquetas se adhieran a la superficie de la herida. Como se produce la agregación plaquetaria, se desarrolla un tapón que detiene la hemorragia. La agregación de plaquetas se produce a lo largo de tejido humano. Una vez que un tapón de plaquetas se produce y la hemorragia se detiene, una malla de fibrina se empieza a formar lo que estabiliza el coágulo y lo fortalece.
Cuando se aplica un apósito sobre una herida, el objetivo es detener el sangrado. Esto se completa con éxito el 95% de las veces con presión aplicada directamente sobre el tejido lesionado. La clave para realizar presión directa es aplicar una presión adecuada en el tejido lesionado y en el vaso lesionado. Cuando la presión es generalmente aplicada alrededor de la herida es típicamente una presión inadecuada para detener la hemorragia. Realizar presión directa significa dirigir la presión directamente en el tejido sangrante.
No hay algún ensayo clínico que demuestre que la eliminación de un vendaje empapado de sangre causará la eliminación de coágulos o haga que el proceso de coagulación tenga que empezar de nuevo. Cuando se aplican grandes y voluminosos vendajes sobre los sitios de hemorragia se vuelve muy difícil aplicar presión directa sobre la herida y como resultado se produce más presión generalizada alrededor de la lesión. En este punto, el apósito se convierte en una fuente para la recolectar la sangre perdida y esta haciendo muy poco en realidad para controlar la hemorragia.
Los apósitos que rápidamente se saturan con sangre son una indicación de que no se ha aplicado la presión adecuada al sitio de la hemorragia. Simplemente añadir más apósitos en la parte superior de la lesión hará poco más que absorber más sangre; no ayudará a controlar la hemorragia o apoyar la formación de coágulos. Cuando un vendaje se empapa de sangre, debe retirarlo y aplicar presión mejor dirigida con un apósito limpio.
En 2014, el American College of Surgeons publicó un artículo acerca de su posición sobre las estrategias prehospitalarias del control de hemorragias. En este trabajo se identifica que la presión directa bien ejecutada es probable que controle la hemorragia en la mayoría de los casos. Cuando la hemorragia no se puede controlar con presión directa bien realizada, recomiendan que el siguiente paso sea la colocación de un torniquete para lesiones de las extremidades. En casos en los que un torniquete no se puede aplicar recomiendan añadir un agente hemostático a un vendaje de presión. Los apósitos hemostáticos deben aplicarse directamente a la fuente del sangrado con el fin de que funcionen.
Resultado final
Si la presión directa inicial falla para controlar la hemorragia, quite el vendaje y aplique presión directa correctamente ubicada sobre la hemorragia. Cuando esto falla, se debe utilizar un torniquete TQ o un vendaje con agente hemostático.

Mito # 7: la presencia de pulso radial significa a una presión arterial sistólica de por lo menos 80 mmHg; el pulso carótido significa una presión arterial sistólica de al menos 60 mmHg


Explicación del mito: La regla 80/70/60 para puntos de pulso carotídeo, femoral y radial para predecir la presión arterial ha sido enseñada durante mucho tiempo tanto en la medicina prehospitalaria como en cursos de Soporte Vital Avanzado en Trauma. La teoría indica que la presencia de un pulso radial indica una presión arterial sistólica es de por lo menos 80 mmHg, y a continuación un pulso femoral y carótideo, indican presión sistólica de 70 mmHg y 60 mmHg respectivamente.







La evidencia
Este mito fue desafiado en un artículo titulado "La exactitud de las guias del Soporte Vital Avanzado en Trauma de la predicción de la presión arterial sistólica usando los pulsos carotideo, femoral y radial: Estudio observacional", publicado en el British Medical Journal. En este artículo se estudió a pacientes con trauma mayor y se evaluó su presión arterial cuando sus pulsos radiales, luego los pulsos femorales, carótidas se perdieron. Sin excepción, todos los pacientes perdieron en secuencia primero el radial y luego pulsos femorales y por ultimo los pulsos carotideos. Sin embargo, los valores reales de estos fueron bastante sorprendentes. El ochenta y tres por ciento de los pacientes con pulsos radiales tenían una presión arterial sistólica <80 66="" 72="" 83="" a="" an="" arterial="" ausencia="" carotideos="" con="" de="" del="" femorales="" la="" lica="" los="" media="" mmhg="" n="" ning="" paciente="" pacientes="" presi="" prevista="" pulso="" pulsos="" radial="" sist="" solo="" ten="" una="" y=""> 60 mmHg 18.
En otro estudio realizado a los pacientes de la UCI en estado crítico donde las presiones arteriales radial y femoral se pueden medir de forma simultánea, los investigadores encontraron que la presión arterial media (PAM) en la arteria radial daba un sesgo promedio de 4.27 mmHg más alta que la femoral; Sin embargo, casi en un tercio de las mediciones se encontró un sesgo mayor de 10 mmHg. Teniendo en cuenta que la PAM se calcula por la ecuación [(2 x diastólica) + sistólica] / 3, este sesgo podría haber tenido una diferencia significativamente amplia en la presión arterial sistólica19. Los autores concluyeron que las lecturas periféricas se vuelven falsamente elevadas en los pacientes críticamente enfermos debido a la liberación de catecolaminas, que se producen durante el estado de shock cuando el cuerpo trata de compensarlo. Esto además afecta a la estimación de la presión arterial sistólica, el mito sugiere que los pacientes con hemorrágicas muy graves pueden tener una presión periférica falsamente elevada ya que el cuerpo trata de compensar la pérdida de sangre; es importante tener en cuenta que la presión central puede ser inferior a lo que presión arterial periférica indica.

Mito # 8: La hora dorada


Explicación del mito: Después de una lesión importante, los pacientes tienen una hora para llegar a un centro de atención definitiva antes de que sus probabilidades de muerte se elevan significativamente.


La evidencia

Craig Newgard (y otros) publicó un trabajo en 2015 en Annals of Emergency Medicine desafiando la verdad de la hora dorada. En su investigación se evaluaron pacientes con traumatismos, 778 de los cuales tenían estado de shock, y 1,239 pacientes con lesión cerebral traumática que fueron presentados a nivel I y centros de trauma nivel II de 81 sistemas de servicios médicos de emergencia diferentes. Compararon la mortalidad de los pacientes a los 28 días y de 6 meses de resultados de la escala de coma de Glasgow, escala ampliada de trauma (para pacientes con lesión cerebral traumática). Los investigadores no encontraron ninguna sugerencia de que el llegar a un centro de trauma a más de 60 minutos después de una lesión impacte los resultados a largo plazo. Este trabajo apoya un articulo del 2010 en Annals of Emergency Medicine que revisó más de 3,600 pacientes de trauma en estado de shock, -de los cuales 22% murieron- encontrándose a veces tan cerca como fuera del hospital, lo que no redujo el riesgo de muerte de un paciente en el hospital. Encontraron que un mayor tiempo de respuesta de los servicios médicos de emergencia, en la escena, el transporte o el tiempo total del servicio no aumentó la mortalidad20.
Un subgrupo demostró la excepción en Newgard (y otros). Los pacientes que presentaron shock hemorrágico durante la atención prehospitalaria y requirieron la intervención urgente en un centro de trauma, tenían mejor mortalidad a los 28 días cuando llegaron a un centro de trauma en los primeros 60 minutos. La misma mejora de resultados no se observó en pacientes con lesión cerebral20.
Estos dos artículos desafían la hora dorada ya que una revisión de la literatura 2001 no pudo encontrar ninguna evidencia clínica para la instrucción de este concepto21. Reconocer que la hora dorada no existe, no significa que no haya sensibilidad al tiempo en la atención hacia un centro de trauma. Pero sí significa en definitiva que no hay un umbral de 60 minutos para la disminución de la morbilidad o la mortalidad. Desafiar este mito ayuda a empujar la idea de que hay pacientes para los servicios médicos de emergencia que sólo tienen minutos para ser llevados al centro del trauma más cercano para que salven sus vidas.
En lugar de pensar en un mítico punto de referencia de 60 minutos, concentrémonos en determinar si usted tiene o no las herramientas para estabilizar al paciente, y si no, entonces transporte de manera inmediata al paciente directamente a un centro de trauma que pueda proporcionar dicha estabilización, los riesgos de un transporte urgente pueden ser mayores, incluso para los proveedores y una lesión mayor al paciente en el caso de una colisión vehicular.
Resultado final
La entrega de pacientes que sufren de una lesión traumática en un centro de trauma dentro de los primeros 60 minutos de su incidente no mejora sus resultados, a menos que presenten estado de shock hemorrágico. El transporte seguro a un centro de trauma es más importante que el transporte rápido.

Mito # 9: El pantalón neumático anti shock (PNA) mejora los resultados

Explicación del mito: Presentado por primera vez durante la guerra de Vietnam, los pantalones antishock militares (MAST por sus siglas en inglés) y prendas anti shock neumáticas se siguen utilizando en muchos sistemas de servicios médicos de emergencia para el tratamiento del shock hemorrágico grave agudo y la estabilización ante la sospecha de fractura de pelvis. Desde su introducción impulsada en la guerra, los PNA han sido populares, aunque sus intervenciones prehospitalarias han sido poco estudiadas. La teoría detrás del PNA es que su compresión de las extremidades inferiores de distal a proximal -y abdomen, si es necesario- aumenta el retorno venoso a la circulación central, lo que aumenta el gasto cardíaco.
La evidencia
Cuando todos los compartimentos del PNA son inflados a 90 mmHg, el gasto cardíaco aumenta21. Sin embargo, con el tiempo, el gasto cardíaco, la resistencia vascular sistémica y el retorno venoso, descienden una vez más. No se ven beneficios cuando el PNA se infla con menos de 40 mmHg, y como máximo hay un aumento del 5% en el volumen sanguíneo central al inflarlo por completo22.

Mientras que algunos estudios han demostrado que la aplicación del PNA proporciona alguna capacidad de controlar la hemorragia no controlable de otro modo en las regiones de su aplicación -en las piernas o el abdomen- se ha visto el efecto contrario cuando la ubicación de la hemorragia no está dentro de las áreas de compresión del PNA. En modelos animales el tiempo de supervivencia disminuyó de 60 a 18 o 10 minutos después de la aplicación del PNA22. La correlación para un ser humano sería que, si un paciente está experimentando shock por hemotórax, el PNA podría empeorar su hemorragia.

Sólo unos pocos estudios han evaluado la colocación prehospitalaria del PNA en pacientes humanos que experimentan shock hemorrágico descompensado en servicios médicos de emergencia. Dos de estos estudios no demostraron un aumento de la supervivencia con la aplicación de PNA, y un ensayo prospectivo aleatorio demostró un aumento del 6% en la mortalidad con su aplicación22. En general, si bien hay instancias selectas en las que el PNA puede proporcionar control de la hemorragia y aumentar las probabilidades de un paciente que es ingresado al hospital, hay pocos o ningún dato que sugiera la mejora en los resultados del paciente. Esto se debe a que el PNA no tiene impacto alguno en el flujo sanguíneo proximal a las arterias renales23. Por último, una revisión de Cochrane determinó que el uso del PNA no disminuye la estancia hospitalaria del paciente o en la UCI, y no tienen ningún impacto en la morbilidad o mortalidad del paciente24.
Resultado final
Probablemente el pantalón neumático anti shock no tiene ningún beneficio para los pacientes de trauma, aunque hay información limitada sobre pacientes con tiempos prolongados de transporte, trauma en las extremidades inferiores y fracturas de pelvis. Dada la escasez de evidencia de algún beneficio adicional, las férulas de tracción y los sujetadores pélvicos parecen ser las intervenciones más enfocadas para estas lesiones.
Resumen

La medicina basada en la evidencia va a cambiar continuamente los paradigmas en los que se practica la medicina de emergencia. Hace quince años, los torniquetes fueron un último recurso y a menudo considerados una forma garantizada de perder una extremidad; hoy son un estándar de oro en el control de la hemorragia. Creer en algo, ponerlo en práctica, después enterarnos que es falso, en medicina, no hace a alguien un mal proveedor, ni quiere decir que esté equivocado. Simplemente significa que la medicina de emergencia y los servicios médicos de emergencia continúan desarrollándose como una profesión, y nuestro conjunto de evidencias seguirá creciendo a medida que aprendemos más sobre el cuidado prehospitalario.
Mientras nos preparamos para retirar el pantalón neumático anti shock, la férula espinal larga, la lidocaina, y entender a la hora dorada en definitiva más bien como un concepto de 60 minutos, es importante mantener un ojo crítico para la próxima intervención que realmente va a ayudar a los pacientes durante su atención prehospitalaria.


Nota: Este artículo apareció originalmente en la edición en ingles de la Revista EMS World y fue traducido por un voluntario. Si usted ve errores o quiere sugerir un cambio, favor de avisarnos por correo a editor@emsworld.com.


Traducido por Cristian Román. Cristian Román es originario de la Ciudad de México. Desde la escuela preparatoria se interesó en el ámbito de las emergencias y tiene más de 20 años de experiencia en los servicios médicos de urgencia. Ha trabajado como paramédico en varias empresas de ambulancias particulares y en Cruz Roja Mexicana, donde se graduó como Técnico en Urgencias Médicas Intermedio en la Sede Nacional. Es autor del libro de bolsillo "Atención prehospitalaria, guía de referencia del paramédico y del técnico en urgencias médicas" de la Editorial Trillas, actualmente trabaja como paramédico y rescatista en la Subdirección de Urgencias del Estado de México y como voluntario en el Heroico Cuerpo de Bomberos de Toluca, Estado de México.


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sábado, 1 de junio de 2024

Are You Under Stress in EMS? By EMSWorld

Are You Under Stress in EMS? By Kevin T. Collopy, BA, FP-C, CCEMT-P, NR-P, CMTE, WEMT 
Horrific events are all around us. In our careers in EMS we've had co-workers commit suicide, several partners with depression and alcohol abuse problems, performed CPR on friends, and have responded to major events, including New York City's Ground Zero on Sept. 11. In Melbourne, Australia over 36% of paramedics suffer some form of depression.1 In the United States, the Chicago Fire Department experienced seven suicides in an 18 month period between 2007 and 2008.2
Anecdotally, many friends and colleagues have experienced self-described "burnout." Burnout is an idea that's almost as old as the emergency medical services industry, and is described as an individual's pattern of negative affective responses that further reduces his or her own job satisfaction, productivity and job performance. Burnout is known to increase absenteeism and turnover.3
This month's column takes a solemn look at burnout and how it may be an indicator of a more serious problem: post traumatic stress disorder (PTSD).
  1. Introduce and describe burnout.
  2. Define and explore the clinical symptoms and diagnostic criteria for post traumatic stress disorder.
  3. Discuss strategies for improving mental health and improving individual coping mechanisms.
Many people, particularly those in the emergency and medical fields, go through emotional turmoil. EMS workers are subject to the high use of 9-1-1 systems and relatively frequent exposure to stressful situations, such as abuse cases, assaults, motor vehicle crashes, deaths, etc. All of this places providers, who otherwise have no training on how to personally deal with emotional stress, at high risk for emotional unrest and exhaustion. Without intervention, mental and emotional fatigue can rapidly lead to burnout in a provider.
Burnout, which is essentially the presence of a constant negative attitude toward any aspect of an individual's work, goes through three phases: emotional exhaustion, depersonalization and losing one's sense of personal accomplishment.There are many symptoms of emotional exhaustion, including a negative attitude, physical exhaustion, feeling "drained" and lacking the desire to interact with others. However, it can be best described as the provider who seems to have lost his or her sympathy and empathy for their patients. When someone is depersonalizing in EMS, they speak negatively about their patients and belittle their own work. These attitudes are a coping mechanism intended to justify feelings that the affected patients are "less human" or "more deserving" of negative experiences, so no empathy for them is needed. Think of this as the saying, "They got what they deserved." The last phase of burnout, loss of personal accomplishment, occurs when the provider with burnout gets only a reduced satisfaction, or no satisfaction out of their job.3
Burnout occurs for many reasons. In EMS burnout is attributed to: high call volumes—particularly with low acuity patients; organizational limitations; limited medical scope of practice; and lack of rewards. Additionally, poor support and poor communication from leadership is known to further exacerbate burnout.3 One study found the top causes of emergency services burnout are:
  1. Abuse of the 9-1-1 system.
  2. Extensive time shift length.
  3. Extended length of services.
  4. High call volume.
  5. Sleep deprivation.
  6. Lack of administrative support.3
One of the most stressful and emotionally draining experiences for anyone, regardless of their education or training, is an event which puts them at risk for serious injury and or death. Recent studies have put the current annual fatality rate for paramedics at 12.7 per 100,000 paramedics, compared to 5.0 per 100,000 for the general American population.3 Paramedics have more than double the annual fatality rate of the general U.S. population. Why? Well, because the very nature of EMS—driving with lights and sirens at high speeds, or working in a helicopter above the ground—puts all EMS workers at increased risk for injury, and with it, heightening the potential for PTSD.
Post Traumatic Stress Disorder
PTSD is an anxiety-type disorder occurring after a traumatic experience involving the threat of, or actual, injury or death.4 PTSD was first listed and identified as a psychological disease in 1980 in the Diagnostic and Statistical Model-III (DSM-III),5 and is considered a disease whose victims strive to prevent thoughts, feelings, situations and activities that remind them of some shocking or painful experience that occurred in their past.6 A PTSD triggering event is described as severe enough to be distressing to the majority of the population and also must cause outward psychological symptoms outside the range of normal human experiences.This stressor could be a variety of events from the death of a young child, loss of a home due to disaster or witnessing a murder; the specific type of stressor is not nearly as important as its length and the longer an individual suffers from the stressor the more severe PTSD tends to become.7 For EMS providers, this can also include a violent vehicle accident, an assault with a deadly weapon, an attack on a provider or an ambulance accident. In recent years, PTSD has developed in individuals experiencing short-term major events, such as a severe flood, fire, earthquake or tornado, and also events such as assault, abuse, rape and major personal injury.4
The DSM-III lists a wide variety of symptoms. Symptoms can appear immediately following the event, but also may not surface for years. The potential for a delay in presentation makes sense when the variety of events that can cause PTSD to occur are considered. After a stressor has occurred, four broad categories of symptoms may develop reflecting the disease: diminished responsiveness, dissociative states, aggression changes and persistent increased arousal. A patient with a diminished responsiveness, or psychic numbing, may begin to demonstrate this shortly after the event has occurred, and will appear detached socially. Overly subdued compared to their normal behavior, they may become disinterested in activities normally well enjoyed, or may demonstrate a lost ability to be intimate or close to loved ones. While rare, dissociative states occur when a patient behaves as if the event is occurring once again and can last from seconds to days. In comparison to burnout, these symptoms may appear quite similar to emotional exhaustion.
On the other side of the spectrum for these more depressed states are those patients who become aggressive or appear persistently aroused. These patients may develop insomnia, become hyper vigilant, have an increased startle response (e.g., to anything sounding like a gunshot, such as a popping paper bag), and typically have difficulty concentrating and completing even simple tasks. Commonly, victims of PTSD have some sort of aggression change. These aggressive changes range from mild (e.g., increased irritability) to severe (acts of violence). The latter is especially common among war veterans, where their fear becomes pervasive and often leads to unpredictable explosions of anger.7
A multitude of associated signs and symptoms, and related diseases, can coexist with PTSD, and according to the DSM-III should be considered additional diagnoses.7 These other disorders range from anxiety and depression to substance abuse, as well as becoming completely impaired by, or afraid of, nearly every aspect of one's life.7Patients may also have very mild experiences and only complain of a decreased sensation of emotions and loss of the ability to express themselves.6 These quite dramatic differences in symptoms may appear extremely vague and broad; however, understanding them is necessary before beginning to evaluate someone for the disease. Patients are diagnosed with PTSD when they: 1) have experienced an extreme stressor; 2) re experience the event in some way; 3) demonstrate an avoidance of stimuli or have a decreased general responsiveness; 4) have some sort of persistent arousal; and 5) these symptoms persist for at least 6 months.7
One of the largest influences for the identification of PTSD was the overwhelming number of Vietnam War veterans who found enormous difficulty returning to civilian life following the war. Psychiatrists estimate several hundred thousand of the 3.5 million U.S. Vietnam veterans suffer from PTSD.6
With the advent of diagnoses for PTSD, many previously overlooked war-related mental disorders suddenly became clearer. Shell shock, the World War I disorder named for the supposed effect of bombs passing over entrenched soldiers that caused roughly 40% of soldiers "to go mad" had strikingly similar characteristics to PTSD: anxiety, depression, increased startle reaction, memory loss, insomnia and heightened fears.5 Chronic fatigue syndrome, also known as battle fatigue (WWII), characterized by debilitating tiredness and exhaustion,6 as well as neurosis (war neurosis), the most antiquated version of the summation of war-related mental disorders caused by war time experiences (used as a general term among military physicians throughout the 1900s),6 both had symptoms identical to PTSD. A trend can clearly be seen in the wars, and general military engagements, prior to the Vietnam War; and this trend has been reinforced by the identification, and listing, of all these terms—shell shock, battle fatigue, chronic fatigue, war neurosis—as synonyms with PTSD.6
Retrospective analyses of 20th century wars demonstrate strong evidence that the veterans of these conflicts suffered from PTSD; yet at the same time, it is also evident not all war veterans, not even a majority, have suffered from the disease. Many psychologists who study the disease argue this is because the stressors that cause PTSD are usually unexpected (such as a rape or a family member's murder); however, soldiers are trained to expect and cause violence.6 This is where EMS comes back into the picture. While most EMS providers never have been or will be on the front lines of a war, every single EMS provider has the potential to be exposed to unexpected and unexplainable terrible accidents and events. Worse, there is no warning for when these events might occur, and scant training on how to manage the emotional stress of responding to such an event.
Relating PTSD to EMS
Interestingly, we've known for years that EMS providers are at high risk for developing PTSD. Unfortunately, next to nothing has been done about it. A 1997 study of New York City EMS providers discovered 9.3% had all of the clinical DSM-III criteria for PTSD, while another 10% met the criteria, though symptoms had not yet persisted for 30 days.8 That means nearly 1/5 of the EMS workforce experienced PTSD! "Work-Related Stress and Post Traumatic Stress in Emergency Medical Services" was released in spring 2012 and looked for evidence of post traumatic stress in EMS workers, while also trying to identify specific stressors. By surveying nearly 1,700 EMTs and paramedics, the author sought to identify organizational and operational stress, critical incident stress, and excessive alcohol use. This survey discovered 100% of respondents report exposure to traumatic events and there is a strong link between high levels of chronic and critical incident stress to PTSD and alcohol use.9
For EMS providers, chronic stress is considered the "relatively enduring problems, conflicts and threats that many people face in their daily lives."9 Chronic EMS stress is associated with:
  1. Conflict with supervisors.
  2. Lack of support.
  3. A competitive environment.
  4. Low pay.9
Chronic stress is exacerbated by long work hours and lack of sleep. Studies demonstrated many providers work in excess of 50 hours per week and 72% of EMS providers are poor sleepers.1 In contrast to chronic stress, critical incident stress is associated with patient care and is defined as "any situation faced by emergency services personnel that causes them to experience unusually strong emotional reactions, which have the potential to interfere with their ability to function either at the scene or later."9
EMS workers are also prone to exposure to personally disturbing incidents (PDIs). PDIs are events sufficiently disturbing that they overwhelm and/or threaten an individual's normal coping methodsand are known to trigger PTSD.10 Research by Mark Holland, PhD, found 29% of surveyed EMS providers had symptoms of traumatic stress disorders. Other research has demonstrated EMTs underreport symptoms of distress, suggesting PTSD may be more prevalent than studies have shown.This is supported by research done on the Chicago Fire Department, which found while the national average for suicides was 11 per 100,000, the CFD suicide rate was 25 per 10,000.2
While there are many risk factors for PTSD in the general population, risk factors specific to EMS workers have been identified by researchers. Five risk factors for EMTs and paramedics in developing PTSD are: 1) separation or divorce,;2) graduation from a rural high school (especially young patients—those who develop symptoms at age 24 or younger); 3) previous EMS experience; 4) previous emergency work leading them into EMS; or 5) previous war experience. War experience alone increased the risk for developing PTSD by 40%; this jumps to 70% if the EMT or paramedic served in the Vietnam War. The more risk factors an individual has, the greater the risk of developing PTSD.8
Sadly, the evidence continues. A study on EMS workplace stress found 92% of EMS providers suffer emotional exhaustion, while 99% admit to having some form of depersonalization.11 Recall that depersonalization is a symptom of both burnout as well as PTSD. Finally, yet another study researching why providers leave EMS found 25% of the survey respondents planned to leave within 5 years.
Few other industries have such a high turnover rate. When asked why providers were planning to leave, the most common answers were:
  1. Because of the hours (11%).
  2. Too much job stress (13%).
  3. Low pay (13%).
  4. Negative impact on family life (16%).12
Interestingly, current research has found a lack of consistency in the evidence that increased shift length is associated with increased fatigue and worsened patient outcomes. There is also an associated decrease in fatigue and increased performance when individuals are allowed a 40 minute–2 hour nap period within shifts at or exceeding 12 hours.13
Coping
Finding coping strategies that work is essential for all EMS providers. The very nature of EMS places providers on the front line of personally disturbing experiences on a daily basis. When a partner says a particular call "doesn't bother me," red flags should start waving. We're all human and have emotions. Work together to identify coping mechanisms that work. One of the most beneficial coping strategies is simply discussing the call with co-workers; unfortunately, male providers are less likely to do this than female providers.11
When selecting a strategy to deal with stress keep in mind there are both constructive and destructive coping mechanisms. Constructive coping mechanisms improve emotional health while destructive mechanisms can actually worsen a mental health condition. Further, some coping strategies produce negative behaviors and can be suggestive of more long-term mental health issues, including PTSD. For example, alcohol consumption is well known as a destructive coping mechanism, yet over 50% of providers have reported using alcohol to cope with stress. 11 Table 2 identifies several coping strategies EMS providers have found helpful, as well as some that may seem helpful in the moment but are ultimately destructive.
Table 2 provides two insights. First, it identifies some very helpful coping strategies, including talking with colleagues, having adequate time off duty with family and friends, and use of available mental health services. Second, it's slightly disturbing to see many providers feel black humor (e.g., jokes about otherwise unfunny situations) is beneficial for coping, and more concerning that over half of providers utilize destructive coping skills, such as consuming alcohol. It's not known why some individuals feel black humor is constructive, but it is apparent most of us do it during times of stress.
One effective strategy for helping providers is for agencies to collaborate with mental health workers on developing a stressor and coping survey. Requiring all providers within an agency to complete the survey periodically, and supplying each provider with a confidential written report, presents providers with an individualized explanation of the types of events that cause the provider stress, while also identifying the most effective coping strategies for the provider. Consider working with your department's leadership to contact a mental health program to design such a survey for you. Individual results do not need to be shared with department leadership but they may help someone struggling with emotional stress to recognize their own situation and seek out coping strategies that may prove beneficial.
Other EMS services encourage mental health days. For example, a program may schedule a mandatory paid day off for providers once every three or four months. This day off is often tied to the beginning or end of an off period to provide the provider extra rest. Alternatively, this mental health day may be provided in the middle of a long stretch of work in order to give a provider a break.
Other excellent coping mechanisms that work well for people are exercise, diet changes and meditation. Exercising regularly, be it rigorous training for an Ironman triathlon (like Scott R. Snyder did), walking a mile every day or anything in between, provides a break, allowing both the body and mind to relax and decompress. Working in EMS can often be detrimental to healthy diets. Taking time to cook a healthy meal each day helps ensure the body and brain receive the energy and nutrients needed to rest and recover from long days. Finally, many people report mental health benefits from meditation.
Be wary of destructive coping methods, such as escape/avoidance, distancing, confrontation, taking responsibility when it's not appropriate, and forcing self-control when what's needed is an emotional release. Coping via avoidance does not address the problem at hand and may use wishful thinking to convince oneself the problem does not exist. When coping by distancing, the significance of the stressful event is diminished and downplayed. Direct confrontation is rarely effective, as it employs aggression toward others and may include risky behaviors. Taking responsibility can be considered a poor coping strategy if it is misplaced. For example, imagine a new paramedic treats a child with status asthmaticus, who goes into respiratory arrest and dies despite aggressive care. This paramedic may accept responsibility by saying it was his fault the child died. He is accepting responsibility for the death when in reality it was unavoidable. Finally, self-control coping strategies attempt to normalize the emotions an individual is feeling, rather than accepting and addressing them.10
Michael was a brand new EMT excited about his first job with a 9-1-1 provider. On just his third shift he and his paramedic partner were dispatched to a four car accident with ejection; they were the fifth ambulance called to the scene. When they arrived on scene Michael saw two bodies covered by blankets, with blood soaking through. With no time to digest what he saw, Michael's partner grabbed him. "Hey, grab the cot, we need to get this guy out of here," the paramedic says, pointing to a young male about Michael's age being extricated from a jeep on its side. After the call, the normally energetic and high-spirited Michael is distant and sitting by himself when his partner walks over and says, "Hey kid, you can't let that bother you. That was nothing! Suck it up and don't feel bad." Instead of recognizing it's OK to feel bad about people getting hurt and dying, Michael stood up, told himself he can't feel bad for the injured and went on with his shift.
The use of detrimental coping strategies leads to an increase of traumatic stress symptoms. Unfortunately, these detrimental strategies are woven deep into the EMS culture. EMTs and paramedics are supposed to be tough, letting emotions "roll off their back." Exposing young and developing providers to this mentality only puts them at heightened risk for developing mental health problems such as PTSD, and doesn't set anyone up for success. Help prevent this by encouraging classroom instructors to set aside time for dealing with provider mental health and encouraging departmental and system training officers to front load mental health resources to newly hired staff. Remember, it's OK to ask for, or offer, help in dealing with stressful and traumatizing events.
Summary
Burnout and post traumatic stress disorder are closely linked and often underreported in EMS. EMS classrooms do little or nothing to prepare providers for the inherent emotional stresses of emergency response and the "thick skin" culture of EMS may make many providers apprehensive about sharing their true feelings. Burnout is triggered by many of the same stresses that lead to the symptoms of PTSD and providers experiencing burnout that doesn't resolve within a few weeks may actually be experiencing PTSD.
Be mindful of yourself and your fellow co-workers, particularly after a very traumatic response. And remember traumatic responses don't need to be as dramatic as Sept. 11, New Orleans after Hurricane Katrina or the Aurora, CO shootings to bother an EMS worker. In contrast, these are the calls where providers often receive the most attention. Instead, watch for the new father who just performed CPR on an infant the same age as his own, or the provider who just watched his or her friend die following a motor vehicle collision, as well as the crew whose ambulance was struck by a drunken driver with a patient on board. Pay attention to yourself and colleagues, and be responsible and honest with yourself and others about when coping strategies are enough, and when they aren't. Finally, don't ever be afraid to seek help!
References
1. Hagan K. Paramedics' long hours a trigger to depression. The Age, http://www.theage.com.au/victoria/paramedics-long-hours-a-trigger-to-depression-20101024-16z7a.html.
3. Lloyd BH. Leading community risk reduction. Memphis Fire Department, Memphis, TN, July 2004.
4. Post traumatic stress disorder, http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmedhealth/PMH0001923.
5. Dean ET. Shook Over Hell: Post Traumatic Stress, Vietnam and the Civil War. Cambridge: Harvard University Press, 1997.
6. Kahn M, Ada P, Fawcet J. The Encyclopedia of Mental Health. New York: Facts on File, Inc., 1993.
7. American Psychiatric Association. Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, 3rd ed. Washington, D.C.: American Psychiatric Association, 1987.
8. Post traumatic stress disorder in urban EMS workers. Medscape, http://www.medscape.com/viewarticle/430883_3.
9. Donnelly E. Work-related stress and post traumatic stress in emergency medical services. Prehospital Emergency Care, 2012; 16: 76–85.
10. Holland M. The dangers of detrimental coping in emergency medical services. Prehospital Emergency Care, 2011; 15: 331–337.
11. Essex B, Benz Scott L. Chronic stress and associated coping strategies among volunteer EMS personnel. Prehospital Emergency Care, 2008; 12: 69–75.
12. Perkins, B, et al. Factors associated with workforce retention among emergency medical technicians in Montana. Prehospital Emergency Care, 2009; 13: 456–461.
13. Patterson PD, et al. The shift length, fatigue and safety conundrum in EMS. Prehospital Emergency Care, 2012; 4: early online 1–5.
Kevin T. Collopy, BA, FP-C, CCEMT-P, NREMT-P, WEMT, is an educator, e-learning content developer and author of numerous articles and textbook chapters. He is also the performance improvement coordinator for Vitalink/Airlink in Wilmington, NC, and a lead instructor for Wilderness Medical Associates. Contact him at kcollopy@colgatealumni.org.
Sean M. Kivlehan, MD, MPH, NREMT-P, is an emergency medicine resident at the University of California San Francisco and a former New York City paramedic for 10 years. Contact him at sean.kivlehan@gmail.com.
Scott R. Snyder, BS, NREMT-P, is the EMT program director for the San Francisco Paramedic Association in San Francisco, CA, where he is responsible for the original and continuing education of EMTs and paramedics. Scott has worked on numerous publications as an editor, contributing author and author, and enjoys presenting on both clinical and EMS educator topics. Contact him at scottrsnyder@me.com.


Existe un recorrido para llegar al #Burnout 👇

Leer Are You Under Stress in EMS? By EMSWorld
https://emssolutionsint.blogspot.com/2018/04/are-you-under-stress-in-ems-by-kevin-t.html

¿Has estado en alguna de estas 12 #etapas de burnout?
La etapa 5/6 es la más alta en algún momento de mi vida 😲
Crédito infográfico: El psicólogo actual

There is a journey to get to #Burnout 👇
Have you been in one of these 12 burnout #stages?
Stage 5/6 is my highest at some point in my life 😲
Infographic credit: The Present Psychologist
#burnout #stress #workstress #achiever #perfectionism #success
#agotamiento #estrés #estrés laboral #triunfador #perfeccionismo #éxito 


Llegas a casa y te preguntan “¿qué te pasa?” y tú contestas: “No puedo más, este trabajo me consume”. Así, un día tras otro. 😢

Si esto te suena, puede que estés sufriendo el síndrome del burnout. 🔥

Es posible que en algún momento te hayas podido sentir desbordada a nivel laboral, sintiéndote agotada, apática e incluso enfadada.

Cuando esta sensación pasa de aparecer de forma puntual a presentarse de forma sostenida en el tiempo, podríamos estar hablando del síndrome de burnout.

Es totalmente normal sentir estrés, agotamiento e incluso apatía, somos humanas. Lo que no es normal es que ir a trabajar nos genere malestar e incluso ansiedad. 🥺

Sentirse mal no debería ser habitual, si en algún momento sientes que algo no va bien en tu trabajo, pide ayuda. Recuerda que estamos aquí si nos necesitas.🌷

¿Cuántas por aquí os sentís reflejadas en este iceberg? ¡Levantad la mano! ☝🏼

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Dr Ramon REYES, MD,
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