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Niveles de Alerta Antiterrorista en España. Nivel Actual 4 de 5.

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Fuente Ministerio de Interior de España

jueves, 15 de agosto de 2024

Miguel Ángel y la pintura 🎨 de la Capilla Sixtina, ordenada por el Papa Julio II

🎨🖌️ PINTANDO UN TECHO ✨

“Pero yo no soy pintor”, Miguel Ángel protestó, “soy escultor. Con el pincel he hecho muy poco y ¡quiere usted que pinte 1000 metros cuadrados sobre un techo curvo!”

“Harás un magnífico trabajo”, dijo Julio II. “Mi arquitecto Bramante te levantará el andamio.”

Era un hombre muy duro, más parecido a un comandante militar que a un papa, y no quería oír protestas. En una ocasión se dice que llegó a golpear a Miguel Ángel con su bastón por impertinente.

El papa Julio II creía que el artista era capaz de hacer cualquier trabajo y le ordenó pintar el techo de la Capilla Sixtina.

Miguel Ángel fue a casa con gran preocupación y desánimo. Era un hombre ambicioso, pero el Papa le estaba pidiendo que hiciera un milagro. Si fracasaba, sus errores estarían permanentemente a la vista de todos. ¿Cómo iba a pintar mejor que los pintores?

Al rato volvió en sí. Aunque nunca había pintado un fresco y tendría que aprender la técnica, consideraba que estaba a su alcance. Se puso a trabajar. Bocetó su primera idea: los Doce Apóstoles y alguna decoración de relleno. Pero pronto le parecía demasiado simple, que el techo no iba a tener la riqueza que merecía; y obtuvo permiso para un plan más ambicioso.

Lo que entonces concibió fue una pintura enorme con 300 figuras que ilustrarían la prehistoria de la Iglesia, es decir, el tiempo del hombre en la tierra antes de la llegada de Jesucristo.

Para sus frescos Miguel Ángel hizo bocetos, pintando con acuarela sobre cartón o lienzo. Entendía de bocetos porque había hecho varios para un proyecto en Florencia, pero no había llegado a copiarlos en la pared. Para eso necesitaba el asesoramiento de expertos. Escribió a sus amigos pintores en Florencia, pidiéndoles que viniesen a Roma a enseñarle cómo empezar. Acudieron de muy buena gana y pintaron parte de su primer boceto en el techo mientras él los observaba. Pero después de sólo una o dos semanas Miguel Ángel se dió cuenta de que no podía hacer las cosas a la manera de ellos y los despidió.

Se encerró en la capilla y comenzó, completamente solo, a copiar sus cartones sobre la enorme bóveda de la Capilla. Ensayo y error. Fue bastante duro.

A veinte metros de altura, sobre las tablas movedizas de los andamios, Miguel Ángel pintaba, mirando siempre hacia arriba, a veces echado. Frotaba su cuello por el dolor que le daba. En una carta a un amigo dibujó una pequeña caricatura de sí mismo mientras pintaba. Tiene la cabeza echada hacia atrás lo que más puede. Dicen sus biógrafos que después de la gran obra, su vista estuvo seriamente alterada durante meses.

A diario se forzó al límite. Prácticamente hacía su vida casi toda en la capilla, comía cebollas y pan duro. “No tengo amigos y no quiero tenerlos ahora”, escribió a su padre.

Un día, cuando había terminado un tercio de la bóveda, descubrió unas manchas que se extendían sobre sus pinturas. Fue el colmo. Corrió a donde el papa, rogándole que le permitiera dejar el trabajo. “Le advertí, Santidad, que yo no era pintor”, dijo. “Ahora se ha estropeado todo lo que he hecho”.

El papa envió a un experto para evaluar el daño y éste le explicó a Miguel Ángel que no era para tanto, que las manchas se podían eliminar. Le enseñó cómo quitarlas y le animó a seguir adelante. Miguel Ángel continuó sus representaciones de los antepasados de Cristo.

El papa Julio sentía tanta curiosidad por lo que pintaba Miguel Ángel en la capilla, que a menudo le hacía visitas. Se maravillaba de lo que veía y quería mostrar tamaño milagro a sus amigos. Al final perdió la paciencia; no pudo esperar a que Miguel Ángel terminara. Tenía mal genio y nunca toleraba una respuesta negativa a sus órdenes.

Aunque sólo la mitad del techo estaba cubierto, el papa ordenó a Miguel Ángel que desmontara los andamios y abriera la capilla al público. “No puedo”, dijo Miguel Ángel. “Todavía no he terminado”. Llevaba trabajando casi dos años, desde 1508 hasta 1510.

“O quitas el andamio o te arrojamos de allí”, dijo el papa. No era una broma. Miguel Ángel no tuvo más remedio que obedecer a regañadientes.

La capilla se llenó de gente y corrió la voz de que las pinturas eran la cosa más asombrosa jamás vista. Las figuras mostraron un nuevo tipo de belleza y poder. Cada uno de ellos era una obra maestra en su concepción y color. La visión de Miguel Ángel fue abrumadora.

Miguel Ángel volvió a montar el andamiaje en enero de 1511. En un esfuerzo titánico logró terminar la otra mitad del techo el 14 de agosto y el papa Julio, con gran orgullo, celebró la primera misa en la capilla de su tío Sixto.

Todavía quedaban las pechinas y lunetos por pintar y Miguel Ángel no los terminó hasta octubre de 1512. En total, el techo fue obra de cincuenta y cuatro meses.

Prácticamente, había obrado un milagro.

Unos veinticinco años más tarde, otro papa le encargaría la decoración de la pared frontal de la misma capilla, donde pintaría su Juicio Final (1537-1541)

Gracias por su lectura 👍 

JAZ

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